Que la vida es un camino es algo que, seguro, todos sabemos. Lo vamos descubriendo a medida en la crecemos, en que nos conocemos, en que la vida pone las oportunidades ante nosotros. Lo que a veces no comprendemos, o se nos olvida, es que no hay un camino, un solo camino. O, dicho de otro modo, cada ser humano, cada persona, es un camino que, claro, se hace al andar.
Todos conocemos a alguien, un familiar o un amigo, que se convirtió en abogado porque su padre, su abuelo, su tatarabuelo y algunos de sus tíos son abogados. Es la tradición familiar. Un camino que ninguno de los hombres de la familia se atrevió a modificar. Aunque alguno, quizás, hubiera preferido otra profesión, eligió seguir el mismo camino de los demás. Esa fue la vida que escogió.
Cuando terminó el colegio, ingresé a la universidad a estudiar Ingeniería Electrónica. Si bien esa era una carrera poco conocida por aquel entonces, mediados de los años 80, en mi familia a nadie se le hizo rara mi decisión. Todos sabían de mi afición por la tecnología, por los computadores. Todos sabían que, si se dañaban la plancha, el televisor o algún electrodoméstico, ¡Álvaro lo arreglaba!
Entré a la universidad ilusionado y convencido de que esa era mi pasión. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que había elegido mal. Es más: me di cuenta de que un tema era arreglar los electrodomésticos que se dañaran ocasionalmente y otra, muy distinta, pasarme el resto de la vida armando y desarmando computadores, configurándolos. Eso, sinceramente, no me apasionaba.
Tras adelantar tres semestres, tomé la decisión de abandonar esa carrera. Ese, en todo caso, no era el problema. Entonces, ¿cuál era el problema? Contarle a mi familia, a mis padres, que había elegido cambiarme a Psicología, una carrera que en esa época en Colombia era un reino de las mujeres. Sabía que no iba a ser una tarea fácil, así que me inventé una estrategia de evasión.
¿Qué hice? Me retiré de la ingeniería, me inscribí en la psicología y les dije a mis padres el valor de la matrícula, sin especificar, que pensaran que todo seguía igual. Cuando el cambio se consumó, reuní a la familia y le compartí mi decisión. ¡Y ahí fue Troya! Me dijeron que estaba loco, que a mí lo que me gustaba era la tecnología, que esas carreras eran como agua y aceite, ¡que iba a fracasar!
Tomé un camino convencido de que era el correcto, pero entendí que me había equivocado. Y dado que mis padres me enseñaron que en la vida debía hacer solo aquello que me hiciera feliz, me fui por otra ruta. Hoy, si bien no ejerzo la Psicología de la forma tradicional, la practico cada día en mi negocio porque sus postulados son pilares de la relación con mis clientes, con el mercado.
En otras palabras, soy un psicólogo ‘retirado’ que ejerce la psicología a través del marketing. Un nuevo camino que disfruto al máximo, que está conectado con mis dones y talentos, con mis principios y valores, y que me brinda invaluables satisfacciones. Amo la psicología y amo también lo que esta profesión me aporta en mi quehacer como emprendedor. ¡: 400;»>En 2021, Tony Robbins y Peter Mallouk publicaron el libro El camino: acelera tu viaje hacia la libertad financiera. Robbins, uno de los autores y oradores más reconocidos de las últimas décadas, no necesita presentación. Mallouk, por si no lo conocías, es el único hombre considerado el mejor asesor financiero de Estados Unidos durante tres años seguidos.
A lo largo de más de 300 páginas, los autores explican paso a paso el proceso para recorrer el camino hacia la libertad financiera. Recalcan, sin embargo, que el éxito sin satisfacción es un fracaso. Apuntan que la libertad financiera no solo tiene que ver con el dinero, sino que se relaciona con sentir una profunda satisfacción con la senda que has elegido para ti y tu familia.
Estos son los siete pasos sugeridos que te ayudarán a vivir una vida extraordinaria:
1.- ¿Qué quieres?
Es una pregunta pertinente, créeme. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces, casi siempre, NO sabemos qué queremos. Lo intuimos, lo deseamos, lo imaginamos, lo asumimos, pero no lo sabemos. Es decir, no somos conscientes y, lo más importante, no hemos diseñado un plan de acción que nos permita cumplir con ese objetivo. Querer no es poder, si no hay un plan.
Según Robbins, el origen del éxito no es la inteligencia o el talento, ni siquiera la habilidad. ¿Entonces? El hambre insaciable, interpretado como el deseo de hacer más, de ser más y de crear más. Es decir, aprovechar lo que tienes en el momento, hoy, y actuar, hacer. Y una vez lo hayas hecho, ir por más, y así sucesivamente. No es ambición: es creer profundamente en lo que te motiva.
2.- Enfrenta tu verdad.
Que, por supuesto, es única, es tuya. Es distinta de la de todos los demás seres humanos. Implica un autoconocimiento profundo, una aceptación genuina y una tolerancia al error (o, de otra forma, a tus limitaciones). La mayoría de la veces, nos quedamos en el ‘quiero hacerlo’ y en el ‘puedo hacerlo’, pero cuando nos enfrentamos a la realidad nos damos cuenta de que no es posible.
¿Por qué? Por las creencias limitantes, por los miedos, por las experiencias fallidas del pasado, por los malos hábitos cultivados, porque carecemos del conocimiento adecuado o porque nos resulta más cómodo permanecer en esa zona de confort que es la procrastinación. No alcanzarás lo que deseas en la vida (o los negocios, o las relaciones) si antes no enfrentas tu verdad con honestidad.
3.- Entra en acción.
Los autores señalan que la clave para conseguir lo que quieres es la creación de un plan de acción masivo (PAM). Se trata de entender que no hay una sola acción que, por sí misma, te garantice el éxito y que este, más bien, es el resultado de la sumatoria de múltiples acciones. De pequeñas acciones que se traducen en grandes transformaciones, en cambios profundos, en sueños realizados.
Todo en la vida, incluida la vida misma, es un proceso. Un paso a paso que hay que respetar, que hay que aprender, que hay que sortear. “Es tomar medidas decididas” cuando sea necesario, nos dice Robbins. Saber dónde estás, cuánto has avanzado y, sobre todo, qué te hace falta para llegar a la meta que te propusiste. Implica la capacidad de improvisar, de encontrar soluciones rápidas.
4.- Hacer lo difícil.
Los seres humanos, por lo general, imaginamos la vida como un camino lineal, corto y, sobre todo, sin dificultades. Y la vida es, seguro lo sabes, una maratónica montaña rusa salpicada de tropiezos, dificultades, errores y aprendizajes. No es un viaje cómodo, sino una aventura retadora. Lo que nos cuesta trabajo aceptar es que la vida es así y no la podemos cambiar: solo aceptarla y disfrutarla.
Lo que la vida nos quiere enseñar es que el éxito, cualquiera sea la idea que tengas de él, es un privilegio de los que hacen lo que haya que hacer. En especial, lo difícil, lo incómodo, lo que nos reta y nos confronta. Eso implica desarrollar la habilidad de desaprender y volver a aprender, así como la de soltar (recuerdos, miedos, personas, experiencias, miedos). Eso es lo más difícil.
5.- El hábito te convertirá en maestro.
Los seres humanos, todos, sin excepción, somos el resultado de los pequeños actos, o hábitos, que hacemos cada día. Es inevitable. Muchos quieren bajar de peso y estar saludables, pero no pueden dejar las bebidas azucaradas, fuman, consumen comida chatarra en exceso, viven presos del estrés y no descansan. ¡No hay coherencia entre el objetivo propuesto y las acciones que se realizan!
La vida que tienes es reflejo de cómo vives la vida. Entonces, no hay más remedio: debes ser consciente de tus hábitos, de esas pequeñas acciones que se convierten en obstáculos, de esas decisiones que te impiden avanzar. Ten cuidado, entonces, de cuáles hábitos cultivas. La vida no es solo trabajo, como no es solo placer. Procura el equilibrio, haz de ti la prioridad de tu vida.
6.- No te conformes con menos de lo que mereces.
Otra de las características de los seres humanos es que somos conformistas. La mayoría de las veces nos conformamos con menos de lo que merecemos, con menos de lo que deseamos. ¿Por qué? Porque avanzar, porque alcanzar la meta, significa salir de la zona de confort y también nos exige desaprender malos hábitos y cambiar. Y somos expertos en el arte de resistirnos al cambio.
Además, nos cuesta exigirnos porque pensamos que ser mejores que otros hará que ellos se sientan mal, que nos desaprueben. La grandeza del ser humano, dicen Robbins y Mallouk, radica en el crecimiento constante. Esto implica evaluar el progreso alcanzar, ajustar los estándares (subir la vara) y buscar ayuda idónea de alguien que ya esté donde tú quieres estar, que ya cumplió sus sueños.
7.- ¿Recibiste? Entrega…
De los siete consejos sugeridos por Robbins y Mallouk este es, sin duda, con el que más me identifico. Basta que abras los ojos y mires a tu alrededor para constatar cuán afortunado eres. Tienes más de los que imaginas, más de lo que en verdad necesitas. Dicen los autores que el secreto del éxito consiste en devolverle a la vida algo de lo que con generosidad de brindó.
“Lo que no se comparte, no se disfruta”, le aprendí a un amigo. La vida es un regalo, pero lo que recibes carecerá de sentido, y de valor, si no lo retornas, si no lo compartes con otro. Lo que quizás no has entendido es que aquello que recibes y luego compartes con otros está enriquecido por lo que eres. Así mismo, la vida te retornará, enriquecido, todo aquello que tú les brindas a otros.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” escribió el poeta Antonio Machado, una frase genial que la mayoría conocimos a través de voz de Joan Manuel Serrat. Cada día es un paso y no puedes saltarlo. De lo que se trata, entonces, es de entender que la aventura de la vida es el fruto del camino que eliges, que construyes. Y la sabiduría consiste en descubrir nuevos caminos…
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