Nunca entendí del todo la dinámica del juego, pero recuerdo que en la adolescencia libré algunos duelos interesantes y entretenidos en el ajedrez. Un vecino era fanático de este juego y a veces me convencía de disputar una partida. Por supuesto, casi siempre ganaba él y mi mayor orgullo, y satisfacción, era cuando conseguía pactar unas tablas.
Juan Carlos, así se llamaba mi vecino, había aprendido con su abuelo, que practicaba el denominado juego ciencia desde niño. Era una tradición familiar, algo que se transmitía de generación en generación. Sabía los nombres de los mejores jugadores del mundo y, cuando estos se enfrentaban, seguía las partidas como el mayor de los fanáticos.
No era común en esa época que un adolescente fuera tan apasionado por el ajedrez, una disciplina que aún hoy muchos no la consideran como un deporte. Alguna vez, no pude contener la curiosidad y le pregunté qué era lo que le generaba tanta pasión por un juego de mesa que pocos entendían, que pocos practicaban y que no ofrecía emociones.
“La estrategia, Álvaro, la estrategia. Eso es lo apasionante del ajedrez. Es un reto constante para tu mente, para tu conocimiento del juego y de las habilidades de tu contrincante. No es solo mover unas piezas y dar el jaque mate. La estrategia es apasionante porque cada partida es distinta y te exige al máximo”, me explicó.
Un día cualquiera, el buen Juan Carlos y su familia se mudaron de barrio. No lo volví a ver, nunca supe más de él. Tampoco volví a jugar ajedrez, no al menos el de las fichas blancas y negras y el tablero a cuadros. Fue muchos años después que a ese mínimo aprendizaje que obtuve de los peones, los alfiles y las torres le encontré sentido para la vida.
Cuando estaba en pleno proceso de formación como emprendedor, mis mentores me volvieron a hablar del ajedrez. En el último escenario que me hubiera imaginado hablar de esta disciplina, descubrí que Juan Carlos tenía la razón. “La estrategia es lo apasionante”, una máxima que tiene validez para el ajedrez y, también, para el éxito en los negocios.
En el juego de mesa, dispones de unos recursos (las fichas), que tienen asignadas unas características específicas y que deben ser movidas de tal manera que, en conjunto, te lleven al objetivo propuesto: la victoria. La inteligencia, el conocimiento, la sagacidad y la estrategia de cada jugador determinan el rumbo de la partida y, también, las emociones.
Hay unas reglas que debes cumplir y la forma de convertirte en un mejor jugador es no solo estudiando las diferentes estrategias, sino analizando el desarrollo de las partidas (métrica para detectar aciertos y errores) y al contrincante (la competencia). A veces se gana, a veces se pierde y en ocasiones se logra salvar las tablas; siempre se aprende.
Parecido a los negocios, ¿cierto? Cuando andaba en el proceso de montaje de mi primer negocio, Juan Carlos siempre estuvo en mi mente. De hecho, hubiera querido hacerle algunas consultas, recibir uno de sus sabios consejos de ajedrecista. Si se dedicó a los negocios, sin duda habrá llegado al éxito, porque era un maestro de las estrategias.
Nunca volví a jugar ajedrez, lo repito, pero estoy seguro de que ahora soy un buen jugador. Lo que aprendí de ese juego me sirve mucho en los negocios. El marketing me enseñó a convertirme en un maestro de las estrategias, a valorar mis recursos, a conocer mis herramientas, a hacer buen uso de mi conocimiento y a disfrutar el proceso.
Recuerdo que, cuando jugábamos, Juan Carlos me decía que no podía distraerme o dejarme llevar por la emoción de la partida y olvidarme de lo verdaderamente importante para buscar la victoria: la estrategia. Y me recalcaba que lo fundamental era tener presentes los conceptos básicos del juego, que eran los pilares de la estrategia ganadora.
Hoy, cada día de mi vida le encuentro sentido a esas palabras. A veces pienso en las precarias condiciones en la que empecé a emprender, con un internet de pedal, casi sin herramientas y sin modelos a seguir o posibilidades de capacitación. Es, entonces, cuando comprendo que sobreviví simplemente porque me apalanqué en los conceptos básicos.
Consciente de que una de las falencias más graves de los emprendedores es la formación, o la formación deficiente, aprovecho el conocimiento que la vida me ha dado la oportunidad de adquirir para compartirlo contigo. Si logro que evites alguno de los muchos inconvenientes que tuve que enfrentar, créeme que me voy a sentir muy satisfecho.
Por eso, hice un corto viaje al pasado y recuperé información muy valiosa para un emprendedor. Conceptos como las famosas ‘4P’, que algunos consideran extintas (pero, no es así), pasando por las ‘nuevas 4P’ y terminando en las revolucionarias ‘4C’. Un viaje apasionante como una buena partida de ajedrez, un kit de herramientas para el éxito.
En esta edición de MG La Revista me concentré en las originales ‘4P’ (producto, precio, plaza y promoción). En la publicación de mayo hablaré de las ‘nuevas 4P’ (persona, proceso, presencia y productividad), y en junio concluiré con las ‘4C’ (cliente, costo, comunicación y conveniencia). Todo, porque el marketing es el juego de la estrategia…
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