Voy a comenzar por el final: el mundo, este convulsionado mundo del siglo XXI, no necesita más expertos; requiere, sobre todo, líderes capaces de guiar a la humanidad a puerto seguro. Un líder es alguien que, en función de su conocimiento, experiencia y, sobre todo, sus resultados, está en capacidad de mostrarles el camino a otros y acompañarlos a cumplir las metas que se proponen.
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Esta es una premisa que se aplica a cualquier actividad en la vida: un padre es un líder para sus hijos; un maestro es un líder para sus alumnos; un entrenador o técnico es un líder para sus dirigidos, y así sucesivamente. Sin embargo, no es necesario que haya relación de dependencia o de autoridad: tú puedes ser líder de tu grupo de amigos o tu pareja puede ser un líder para ti.
Lo importante es que entendamos que en cada uno de nosotros, en cada ser humano, hay un líder en potencia. Para diferentes objetivos, pero siempre hay uno en nuestro interior. Que se mantendrá dormido mientras no lo despiertes, mientras no le asignes una tarea específica, mientras no tengas a quien liderar. Estas, amigo mío, son las tres condiciones indispensables.
El problema con el tema del liderazgo es que, como en otros casos, se ha distorsionado su esencia. Así, por ejemplo, al líder se lo asocia con un cargo, con un reconocimiento público, cuando en realidad no es necesario. Por ejemplo, la madre Teresa de Calcuta fue una lideresa indiscutible y no ostentaba cargo alguno, más allá de que con su labor humanitaria ganó fue muy reconocida.
Como consecuencia de lo anterior, el común de las personas asume que para ser un líder hay que ser dueño (CEO) de una gran empresa, o un político, o un periodista, o multimillonario. ¡Nada que ver! Un ejemplo: la cantante colombiana Shakira es una lideresa social a través de su proyecto de construcción de colegios públicos para niños de bajos recursos en su natal Barranquilla.
De ahí se desprende otra característica importante del liderazgo: está atado a la vocación de servicio y, en especial, se da de manera espontánea, voluntaria y desinteresada, sin esperar nada a cambio. No es que ayudas a alguien, te tomas la fotografía y luego la publicas en todas las redes sociales para que tus amigos elogien. Eso no es liderazgo, no te confundas; eso es egolatría.
Otro aspecto destacado es que un líder es una persona empática: tiene una sensibilidad especial para conectar con los más necesitados, con aquellos que más ayuda requieren. Y esto es algo que se debe destacar: el liderazgo no consiste en prestar ayuda económica o material, que es un caso, sino que también se manifiesta a través del apoyo sicológico o espiritual y de la enseñanza.
Ser líder es, a la vez, un reto, una responsabilidad y un privilegio. No es tan fácil como decir “Soy un líder” y listo; eso, más bien, dejémoselos a los expertos que pululan por ahí. La investidura de líder no te la otorgas tú mismo, sino que te la brindan tus discípulos, a través de su reconocimiento y de su gratitud por lo que les aportaste. Por esta razón, liderazgo y ego van por caminos distintos.
Me refiero a este tema porque recientemente recibí un email de un orador de liderazgo de network marketing. En aquel correo, hace una reflexión sobre lo que él define como su “tiempo como líder de campo” y se cuestiona de qué manera podría haber generado un mayor impacto.
A partir de una hipotética posibilidad de retroceder en el tiempo, nos presenta cinco lecciones de liderazgo. Veamos cuáles son:
Te comparto cinco reflexiones de liderazgo que te ayudarán a entender cómo, a través de tu conocimiento, experiencia, pasión y vocación de servicio puedes ayudar a otros. El mundo, hoy, necesita más líderes y muchos menos expertos.
1.- No tengas miedo de presionar pausa. Una de las ideas equivocadas en torno del liderazgo es que hay que hacer, hacer todo el tiempo. Sin embargo, lo supondrás, después de un tiempo esto se vuelve agobiante. Es como cuando quieres estar saludable y te inscribes en el gimnasio: en un principio, quieres ir todos los días y estar cada vez más tiempo, exigiéndote cada día más y más.
Pero, lo sabemos, esto no es posible, ni saludable. Hay que fijar un plan con un objetivo claro, con metas específicas, con actividades (tareas) específica y medibles y, además, hay que disponer de un plan B, por si este falla. Ser un buen líder implica también saber cuándo bajar las revoluciones, cuando detenerse a revisar, a reflexionar, a corregir. Recuerda: no se trata de una competencia.
2.- No tengas miedo de cometer errores. Otra terrible creencia limitante: asumir que el líder es una persona perfecta. Y, no, nadie es perfecto, ningún líder es perfecto. Y en esa condición radica, precisamente, parte de su poder: es una persona que sabe reconocer sus fallas y cómo superarlas. El valor de un líder se manifiesta, entre otras formas, por su humildad para entender sus límites.
Te lo expreso a través de un ejemplo: un sacerdote es un líder para su comunidad. Sin embargo, a pesar de su investidura, de las responsabilidades que implica su labor, es un ser humano como otro cualquiera. Es decir, se equivoca, tiene miedo, se enferma, en fin. Que seas un líder no significa, de manera alguna, que seas perfecto, así que no te impongas esta pesada carga.
3.- No te preocupes por tener todas las respuestas. Un líder, entiéndelo, no es un sabio, alguien que se las sabe todas. De hecho, nadie se las sabe todas. Lo que diferencia a los líderes de las demás personas es que tienen la humildad para reconocer que hay temas que no saben y, además, para buscar la respuesta adecuada con el fin de compartirla con sus discípulos.
“Los líderes más importantes están adoptando la idea de que las preguntas correctas son más importantes que las respuestas correctas”. ¿Esto qué quiere decir? Que cuando crees saber todas las respuestas, te estancas, mientras que cuando tienes una mentalidad abierta y una actitud de curiosidad siempre estás dispuesto a aprender más.
4.- No evites salir de tu zona de confort. Este, sin duda, es el mayor riesgo al que se enfrenta un líder en el día a día. Creer que ya llegó a la cima y querer quedarse allí, a la espera de que lleguen sus discípulos a solicitar ayuda. Esta actitud no solo es equivocada, sino que también encierra una dosis de soberbia que no es propia de un líder. Zona de confort es un concepto opuesto a liderazgo.
Si bien en el comienzo del proceso de liderazgo tu tiempo se enfoca en una cantidad de tareas operativas, a medida que avanza el proceso tu labor consiste en ser luz, en ser guía, en pensar y analizar aquellos aspectos que para otros pasan inadvertidos. Eso implica aprender cada día, en subir el listón y ponerte retos más fuertes y metas más ambiciosas. Un líder nunca es perezoso.
5.- Nunca olvides entrenar y desarrollar a otros. Una de las características de un buen líder es que entiende que nunca es suficiente, que siempre hay espacio para crecer más. En lo personal, en lo profesional, en lo espiritual, en lo económico. El ser humano es como una cinta elástica: cuanto más la tenses, cuanto más la exijas, más provecho podrás obtener de ella. No hay límites.
Por otro lado, el éxito de un líder no se mide por la cantidad de personas que se acercan a él o por cuántas lo siguen en redes sociales o acuden a sus eventos. El éxito de un líder, el valor de un líder, se mide por los resultados que sus discípulos hayan conseguido, por las dificultades que superaron y por el conocimiento que adquirieron y las habilidades que desarrollaron para ser autónomos.
Ser líder, como mencioné antes, es un reto, una responsabilidad y, sobre todo, un privilegio. Lo mejor es que todos podemos ser líderes, tú puedes ser líder, y guiar a otros a transitar el camino de la vida, que muchas veces no es fácil, ni agradable. Este convulsionado mundo del siglo XXI no necesita más expertos; requiere, sobre todo, líderes capaces de guiar a la humanidad a puerto seguro.
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