El miedo a estar solo, que tanto atormenta a los emprendedores, hoy ya no es un problema si haces uso de una de las estrategias más poderosas que existen: el networking. La finalidad es ayudar a otras personas y apalancarte en el conocimiento y las experiencias de otros, que te permiten potenciar fortalezas y minimizar debilidades. Relaciones reales en escenarios virtuales.

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El ser humano, por definición, es un ser social. ¿Eso qué significa? Que estamos hechos para estar acompañados, para estar con otros, para vivir rodeados de otros seres de la naturaleza. Sin embargo, en este caótico mundo moderno del siglo XXI el ser humano es cada vez más solitario: su comportamiento dista de lo social y parece como si su naturaleza fuera la de ser un ermitaño.

Durante siglos, el hombre trabajó para acortar las distancias, para derribar las barreras y para superar los obstáculos que le impedían comunicarse con sus similares. Y poco a poco lo consiguió, hasta que llegamos a este momento en el que podemos conversar a través de internet con una persona que está del otro lado del mundo, que está de noche mientras nosotros estamos de día.

Es tal increíble el avance de las comunicaciones, el poder de las herramientas, que hoy puedes cursar una maestría en una universidad que está a miles de kilómetros de tu casa, o puedes enviar dinero que se depositará en la cuenta bancaria del destinatario en cuestión de segundos. También es posible transmitir por internet, en vivo y en directo, vía streaming, un evento presencial.

Recuerdo que cuando comencé a trabajar en internet, hace ya más de veinte años, una de las experiencias que más impacto me causó fue la de aceptar y gestionar mis amigos virtuales. A finales de los años 90, internet era muy distinto al actual, no había cámaras digitales, no había teléfonos celulares, no había posibilidad de usar video o hacer transmisiones en vivo.

Todo se hacía a ciegas, es decir, sin poder ver a la otra persona, sin hablar con ella, sin conocerla. Era algo fascinante y misterioso, porque comenzabas a cruzar mensajes con esa persona a través del correo electrónico y aunque estuviera en tu país, era como si viviera en otro planeta. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera verle la cara real a uno de mis amigos virtuales.

Fue algo indescriptible, porque cuando tú intercambias mensajes con una persona a la que jamás has visto, o cuando escuchas su voz, te haces una imagen de ella. Y, la verdad, la mayoría de las veces es muy distinta a la realidad y, por eso, cuando le ves la cara por primera vez te llevas una sorpresa. Es el fin de una relación imaginaria y el comienzo de una de verdad, de carne y hueso.

Luego, cuando llegaron las poderosas herramientas que nos trajo consigo la revolución digital, cuando las cámaras digitales se incorporaron al teléfono móvil, cuando apareció el internet de banda ancha, cuando la configuración de los computadores permitió el video y las transmisiones en vivo, fue otra historia. Hoy, el mundo entero está a la distancia de un clic, pero no se perdió el encanto.

De hecho, son muchos los clientes que todavía no conozco en persona. Quizás somos amigos en Facebook, quizás asistieron a algún evento virtual que realicé y, por eso, sé cómo son sus caras. Pero, aún no estreché su mano, ni les di un abrazo. A otros muchos, en cambio, los desvirtualicé cuando nos encontramos en un evento presencial y la experiencia fue genial, emocionante.

Hace poco, por ejemplo, me visitó en mi casa mi amigo Pablo Vallarino, miembro de Círculo Interno, mi comunidad privada de emprendedores. Él vive en Tandil, una ciudad intermedia de Argentina, y vino a los Estados Unidos con su esposa y sus dos hijos. Fue algo increíble, a pesar de que cada semana nos veíamos por internet: fue como reencontrarme con un amigo de toda la vida.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Hace poco desvirtualicé a mi amigo Pablo Vallarino, miembro de mi comunidad del Círculo Interno.


Cuando era un joven y vivía en Colombia, hubo una época en la que estuvo de moda el tema Yo solo quiero, más conocido como Yo quiero tener un millón de amigos. No sé si llegué a un millón, pero lo cierto es que mi trabajo a través de internet me ha permitido conocer a miles de personas, muchas de las cuales no son solo clientes, sino amigos y a muchos ya los desvirtualicé.

Esa es, seguramente, la razón por la cual el miedo a la soledad, que les provoca pánico a tantos emprendedores, a mí nunca me preocupó. Tenía tantos amigos por todo el mundo que jamás me sentí solo. Ni siquiera en aquella época en la que no podíamos vernos, ni hablar, ni comunicarnos por una vía distinta al correo electrónico. Desde entonces, conformamos una tribu muy especial.

Hoy, uno de los efectos de mi trabajo que más agradezco es el de haber podido conformar una comunidad ya no de clientes, sino de colegas y de amigos. No recuerdo quién fue el primero y tampoco tengo claro quién fue el último en unirse, pero de lo que sí soy consciente es que esas relaciones, antes virtuales y ahora digitales o reales, son la mayor ganancia que he obtenido.

Quizás alguna vez, o varias veces, me escuchaste decir o leíste que nadie, absolutamente nadie, se hizo solo en la vida o en los negocios, nadie triunfó solo. Dicho de otra forma, todos necesitamos de otros para alcanzar lo que deseamos, para acortar la curva de aprendizaje por un camino seguro y no por un riesgoso atajo Ese, amigo mío, es el infinito poder del networking, de las relaciones.

Una de las tareas que llevo a cabo a diario en mi trabajo es la de establecer, alimentar, fortalecer y estrechar relaciones con amigos, colegas y clientes, es decir, mi comunidad, mi tribu. Y no por el dinero que se pueda derivar de esas relaciones, sino por la gran cantidad de variados beneficios que recibo tanto en el aspecto personal como en el laboral. Ese, sin duda, es mi gran tesoro.

El networking no solo te permite darte a conocer y que otra personas sepan qué haces, sino que amplía tus horizontes sin límites: son personas que comparten la pasión por el emprendimiento, pero en áreas del conocimiento distintas a la tuya. Así, entonces, se complementan, se ayudan, se impulsan unas a otras. Es, como dice la vieja canción ranchera, que vas tejiendo la red.

Atraer a un desconocido y convertirlo en un amigo. Transformar a ese amigo en un cliente que te compre una y otra vez y luego fidelizarlo para que sea un evangelizador de tu marca y de tus productos o servicios. Esa es la definición de marketing con la que más me identifico y, por si no lo has descubierto, el secreto detrás de esa estrategia es el networking, el poder de las relaciones.

No se trata de acumular seguidores en las redes sociales, sino de establecer vínculos de afinidad con personas reales, de modo que sea posible un intercambio de beneficios. Si aún no le dedicas tiempo al networking o ves esta actividad con desprecio, aún estás a tiempo de corregir ese error. Recuerda: nadie, absolutamente nadie, alcanzó el éxito en la vida o los negocios en solitario.