El punto en el que te encuentras hoy no te define de manera alguna y tampoco es el final del camino. No, si tú haces lo necesario para avanzar hasta donde deseas y cambias esa versión que no te hace feliz. Y, por supuesto, es importante que no te quedes en esa fase de lamentarte por lo que ya fue (el pasado) y añorando lo que no llegó y no sabes si podrás disfrutar (el futuro).
Uno de los frenos más poderosos a los que se enfrentan quienes quieren ser emprendedores o, inclusive, que ya lo son, pero están en la fase inicial de su proyecto, es la incertidumbre. El famoso “¿Y qué pasaría si…?” que da vueltas y vueltas en su cabeza y los atormenta. Entonces, miedo se apodera de ellos y se quedan como columnas de concreto, inmóviles, y renuncian a sus sueños.
Además, se enfocan más en lo que sueño con hacer de su vida que en lo que hacen con su vida. ¿Me explico? Están pensando constantemente en el futuro, en lo que les gustaría vivir cuando tuvieran la vida que desean, en dinero que anhela, en reconocimiento que esperan. Sin embargo, difícilmente, por no decir jamás, van a llegar allí porque hoy, en el presente, no hacen nada.
No me canso de referirme a esa época en la que mi vida no era feliz. Lo tenía todo (casa, comida, familia, amigos), pero me faltaba lo más importante: descubrir el propósito de mi vida. Que no se dio producto de una búsqueda, sino que me lo encontré en el camino: quería aprender de internet porque me causaba curiosidad el potencial de la herramienta y terminé como emprendedor.
Y como emprendedor descubrí que el propósito de mi vida, la razón por la cual llegué a este mundo, es servir a otros a través de mi conocimiento, mis experiencias y mi pasión. Y a eso es justamente a lo que me dedico desde hace más de 23 años. Y, ¿sabes qué es lo mejor? Soy feliz, inmensamente feliz, lo que no significa que no haya dificultades, fracasos o momentos negativos.
Otro factor importante es el afán, la obsesión con el éxito exprés: las personas quieren eludir el proceso, quieren brincar del punto A (el de partida) al B (el de aterrizaje) de un día para otro y eso no es posible (a menos que te ganes la lotería). A mí me costó mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucho sacrificio y mucha paciencia, además de muchos errores, llegar adonde quería estar.
Sin embargo, lamentablemente, los mensajes que pululan en internet y en los medios de comunicación alimentan esa obsesión. Y todas, absolutamente todas, son mentira. Ni siquiera los referentes empresariales de hoy, los modelos que los emprendedores quieren emular, tuvieron éxito exprés. Ellos, de hecho, pasaron por etapas difíciles y realizaron trabajos que no deseaban.
Por ejemplo, el surafricano Elon Musk, uno de los dos hombres más ricos del planeta (se turna la posición con el estadounidense Jeff Bezos), trabajó como jornalero en la finca de un primo en Swfit Current (Canadá), en la provincia de Saskatchewan, no muy lejos de la frontea con EE. UU. Allí llegó tras cumplir los 18 años y cuando trataba de descubrir cuál era el camino de su vida.
Desempeñó ese trabajo durante un año, antes de trasladarse a Vancouver, en el extremo occidental de ese país, sobre la costa pacífica, donde aprendió a cortar troncos con motosierra. La ciudad colinda con las Montañas Costeras, en las que abundan los bosques naturales. Sin embargo, el agotador trabajo y la mala paga hicieron que Musk buscara nuevas alternativas.
Elon Musk, Warren Buffett y Michael Bloomberg son algunos de los millonarios más famosos del planeta y un modelo que muchos quieren imitar. En su juventud, en sus comienzos, trabajaron en oficios precarios que les dejaron grandes enseñanzas. ¿Qué puedes aprender de cada uno?
Preguntó por el mejor remunerado y en la oficina de trabajo le ofrecieron uno para limpiar la sala de calderas de un aserradero a cambio de 18 dólares la hora. Treinta trabajadores comenzaron la semana, pero solo Musk y otros dos la terminaron y se quedaron más tiempo allí. El resto de la historia de persistencia, resiliencia y disciplina es la que todos conocemos, la punta del iceberg.
Por su parte, el estadounidense Warren Buffett, empresario, inversionista y dueño de decenas de periódicos y medios de comunicación, desempeñó varios oficios, incluido el de cadi de golf. No lo hizo por necesidad, gracias a que su familia era acomodada por el trabajo de su padre, que tenía una empresa de corretaje en Nebraska (Omaha), sino porque era un chiquillo muy inquieto.
En 1942, cuando era un niño, la familia se trasladó a Washington DC, donde concluyó la primaria. Si bien soñaba con ser “corredor de bolsa”, como su padre, el camino para llegar hasta allá tuvo escalas imprevistas. Comenzó vendiendo dulces, Coca-Cola y golosinas puerta a puerta y, en la adolescencia, fue repartidos de periódicos, que significó su primer contactos con los medios.
También lavaba autos, trabajó como dependiente en el supermercado de su abuelo y, junto con su amigo Russell, cargaba talegas de golf a cambio de $ 3. Después, con su inteligencia y su gusto por los números, compró una máquina de pinball (el conocido juego electromecánico), sus primeros pinitos como emprendedor. Hoy, lo sabemos, es un multimillonario famoso y muy admirado.
Por último, el caso de Michael Bloomberg, reconocido político y empresario de los medios, a quien como de Nueva York después le correspondió recuperar la normalidad tras los ataques terroristas a las Torres Gemelas, en 2001. Criado en el seno de una familia judía de clase media, su padre era agente de bienes raíces y vivió su niñez en una época difícil: la posguerra de los años 50 y 60.
Eran tiempos en los que la economía estaba deprimida y en la que las oportunidades para los jóvenes no abundaban. Para poder costear sus estudios en la reconocida Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Maryland), tuvo que trabajar como encargado en un estacionamiento público y, gracias a las propinas que recibía, ayudar a costear sus estudios, pues la beca no alcanzaba.
Con disciplina, persistencia, educación continua, buenas relaciones y mucho trabajo, la fórmula del éxito sostenible, Bloomberg logró construir un imperio, paso a paso, hasta convertirse en un multimillonario. Pasó momentos difíciles y sufrió fracasos estruendosos, especialmente en sus aspiraciones presidenciales, pero nunca renunció a sus sueños y cumplió muchos de ellos.
Lo dicho: siempre y cuando no te quedes estático, el punto en el que te encuentras hoy no te define de manera alguna y tampoco es el final del camino. Todos, absolutamente todos los que cumplimos nuestros sueños pasamos dificultades y vivimos épocas aciagas. La diferencia con el resto, con los que aún no despegan, es que dejamos de lamentarnos y tomamos acción.
El camino hacia el éxito es un proceso, usualmente largo, pero será más largo si que te quedas donde estás, si no das el primer paso. La educación continua es una llave maestra que te abre puertas y el resto dependerá de tu actitud, de sus acciones y decisiones. No te fijes en el modelo de éxito que encarnan Musk, Buffett y Bloomberg hoy, sino en lo que hicieron para superar las dificultades. Ahí está clave…
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Dime, ¿cuál es el propósito de lo que haces?
No sabía que estos multimillonarios habían tenido esos oficios precarios. ¿De qué están hechos en entonces? ¿Qué les inspiró a salir de su situación?