¿Has estado alguna vez en un laberinto sin salida? Es una de las experiencias más angustiosas que pueda vivir el ser humano. Cuando entras en él, a veces sin darte cuenta, estás seguro de que vas a encontrar la salida. Sin embargo, a medida que avanzas te sientes más perdido y, entonces, la angustia se apodera de ti.
Y pierdes la paciencia, y la orientación, y se nubla tu mente, y no te queda más remedio que gritar pidiendo auxilio. Eso mismo ocurre cuando te sientas cómodamente en ese sillón de fino cuero que es la zona de confort. Al comienzo, te agradan la suavidad, la tranquilidad y la seguridad. Estás en un ambiente en el que no hay amenazas.
Crees saberlo todo sobre ese lugar, crees que tienes el control de las situaciones y eso, por supuesto, te brinda una sensación de felicidad que, a la postre, no es más que una ilusión efímera. La zona de confort es un hábito y, como tal, es aprendido. Eso significa que también puede ser desaprendido, modificado, suplantado por uno útil y positivo.
Se adquiere en casa y se refuerza fuera de ella. Dada la inseguridad y los peligros a los que el ser humano se enfrenta en la caótica realidad actual, la zona de confort se ha convertido en el escudo para evitar esos riesgos, para no sufrir los golpes de la vida. Un escudo que tiene múltiples manifestaciones que a veces no identificamos.
Es zona de confort cuando a un joven sufre una decepción amorosa y se lo anima a evitar otras relaciones, aunque ese tropiezo es parte vital del aprendizaje. Es zona de confort cuando el empleado pierde el trabajo y se refugia en su casa, cual víctima, porque “no valoran mi conocimiento y mi experiencia”, y no reconoce limitaciones o problemas propios.
Es zona de confort cuando tu negocio no funciona, pero la culpa es de la cotización del dólar, del precio del petróleo, de los vaivenes de la economía, del terrorismo, y no se ven y no se aceptan los errores estratégicos. Es zona de confort cuando dejas que tu vida pase, pero no la vives a plenitud, no aprovechas las oportunidades.
“Él es muy celoso, y me controla todo el tiempo, pero lo hace porque me quiere”, es una frase que escuchamos con frecuencia de mujeres víctimas de maltrato, pero que justifican las agresiones. Una frase que encierra la aceptación de una zona de confort dañina que les brinda algún bienestar material, que para algunas personas es lo único importante.
Que no se vaya a creer que la zona de confort siempre tiene connotación negativa. Hay zona de confort cuando te acostumbras a la rutina, a pesar de las molestias que te provoca, y te quedas ahí. Por ejemplo, cuando te resignas al sometimiento, al acoso y la falta de respeto de tu jefe, o a perder horas en el tráfico, o a no tener tiempo para ti.
Todos, alguna vez, estuvimos en una zona de confort. Asumámoslo como una parte del proceso, como un aprendizaje de lo que NO debe ser la vida, de lo que NO deseamos que sea la vida, y salgamos de allí. ¿Por qué hacerlo? Porque si estás allí pierdes experiencias, conocimientos, relaciones y emociones que te harán feliz, que te enriquecerán espiritualmente.
Un hábito negativo
Para salir de la zona de confort solo se necesita una condición: DE-CI-SI-ÓN. Sí, que honestamente desees construir tu mejor versión. Empezar por un análisis de tu pasado y determinar qué te gusta y qué te disgusta, y lo mismo con el presente. Dentro de la zona de confort hay aspectos positivos, y debes preocuparte por no perderlos porque ese sería otro error.
Eso sí, lo malo, lo dañino, ¡bótalo, quémalo, desaparécelo! La decisión es el primer paso, pero luego viene lo difícil: requieres confiar en ti, en tus instintos, en tus corazonadas, y seguirlas. Necesitas trabajar duro cada día, porque la zona de confort tiene poderosos y largos tentáculos que intentarán llevarte de regreso allí. ¡Será una lucha difícil!
Y debes darte la oportunidad de soñar despierto: sí, imagina tu mejor versión, tu yo exitoso y feliz, próspero y abundante, y no te detengas hasta que lo alcances. Lo que debes saber es que se trata de una lucha que vale la pena dar, de comienzo a fin, porque la recompensa es gratificante. En cambio, el precio de no darla puede ser muy costoso.
Alrededor de la zona de confort está la zona de aprendizaje: es el escenario que te permite ampliar tus horizontes, cultivar tus sueños. Allí, la vida te permite disfrutar viajes, idiomas distintos, relaciones, culturas desconocidas, clientes fieles. La actitud adecuada se refleja en permanente observación, experimentación, aprendizaje y comparación.
Es la vida que te estabas perdiendo en el pasado. Por eso, necesitas salir de la zona de confort, aunque eso implica riesgos: es la razón por la cual muchos prefieren seguir ahí, porque tienen miedo de enfrentar sus miedos. Allí, en la zona de pánico, te ves al desnudo: observas lo que eres, lo que sientes, lo que quieres, lo que temes, lo que te estanca…
Es un paso indispensable, porque es justamente donde puedes determinar qué desechar, qué potenciar y qué ir a buscar. Es un período en el que vivirás una lucha interna entre la tensión emocional, que te quiere de regreso en la zona de confort, y la tensión creativa, que te impulsa hacia el desarrollo personal. ¡Será una feroz lucha con tu yo interior!
Tendrás que vértelas con el qué dirán, con el miedo a fallar y al ridículo, pero podrás respaldarte en la motivación de vivir experiencias enriquecedoras como disfrutar de tu familia, contar con tiempo libre para darte gusto y viajar. Ese es el momento decisivo: como en el boxeo, cuando el árbitro levanta la mano del ganador ya no hay vuelta atrás.
Si permites que te dominen las tensiones emocionales, tarde o temprano descubrirás que la zona de confort es, más bien, una cárcel. Si consigues que el triunfo se lo adjudiquen las tensiones creativas, ingresarás a un universo ilimitado de posibilidades, de oportunidades, de éxito y felicidad. Ese es el lugar donde se incuban el éxito y la felicidad.
Entonces, de un estado en el que dejas pasar la vida vas a otro en el que eres el protagonista de tu existencia: tú decides, superas tus miedos, fortaleces tu autoestima. Buscas un qué de motivación, identificas la verdadera misión de tu existencia, determinas para qué quieres alcanzar tus sueños y, lo más importante, PASAS A LA ACCIÓN.
Esa es la gran ganancia de salir de la zona de confort, es el beneficio. Si llegas hasta ahí, estás en tierra firme. No significa, sin embargo, que sea el final. Experimentarás incertidumbre porque no sabes cómo hacerlo, te asaltarán las dudas, pero la fuerza de tu pasión, de tu convicción, de tus sueños, es más poderosa y evitará que des marcha atrás.
Ten en cuenta que si estás en la zona de confort ese es un camino que solo te conduce a la infelicidad. Comienza ya el proceso de construir esa vida feliz y próspera que soñaste, una etapa que requerirá estrategia, paciencia y perseverancia, pero que te brindará recompensas inconmensurables. ¡Recuerda: el premio es tu felicidad!