Por lo que nos enseñan cuando somos niños y por el ejemplo de lo que vemos durante muchos años, nos acostumbramos a que diciembre es el mes de tomar decisiones radicales. Es posible que las estemos rumiando en la cabeza desde enero, pero solo nos animamos a tomarla en el último mes del año con la idea de que “año nuevo, vida nueva”. Y a veces la medicina es peor que la enfermedad.
Escucha «Marketing y Negocios con Alvaro Mendoza» en Spreaker.
Escúchanos en: Apple Podcast | Google Podcast | Ivoox | Spotify | Spreaker | CastBox | TuneIn | Stitcher | Deezer
Lo primero que tengo que decirte, por experiencia propia y con un mea culpa incorporado, es que el mejor día para tomar una decisión es hoy. No importa la fecha, no importa el mes: lo único que en verdad importa es que sea hoy, en el presente. Si ya estás decidido, ¿para qué esperar? El hoy es lo único que tenemos y, nos guste o no, lo aceptemos o no, no sabemos si vamos a estar mañana.
Diciembre es un mes en el que las noticias vuelan. “¡Nos casamos el año que viene!”, “Papá, ¡vas a ser abuelo!”, “Me voy a vivir al extranjero” o “Me quedé sin trabajo y voy a ser emprendedor”, son algunas de las buenas nuevas que llenan de alegría y regocijo los círculos familiares. Bueno, la última todavía genera bastante resistencia y, más bien, provoca un gesto de desaprobación.
Al que le sigue, por supuesto, la pregunta del millón: “Y, entonces, ¿ahora de qué vas a vivir?”. Fin de la magia. Han pasado más de 20 años y recuerdo cómo se me ponía la piel de gallina cuando uno de mis familiares o un amigo me formulaba este interrogante, después de que les contaba que había decidido viajar a Estados Unidos para aprender sobre internet y ser emprendedor.
Con la mano en el corazón, te confieso que no sabía cuál era la respuesta y hoy me doy cuenta de que ese no era el detalle importante. Lo importante era la convicción, la seguridad, la pasión que me motivaba a dar un paso que implicaba un riesgo inmenso, pero que a la vez me permitía hacerles frente a mis miedos (¡que eran pavorosos!). Y aquí estoy, emprendiendo y aprendiendo.
Por favor, no vayas a creer que fue tan fácil como lo acabo de relatar. De hecho, fue difícil, muy difícil, en especial porque cometí todos los errores posibles, de la A a la Z, sin falta. Y, claro, también porque las épocas eran distintas y, en especial, a finales del siglo pasado no había las herramientas y recursos de hoy, como tampoco las personas de las cuales podías aprender.
Entonces, como bien lo dice el cantante español Joan Manuel Serrat, “se hizo camino al andar”. ¿Cómo? De la manera más artesanal: prueba y error, y así sucesivamente hasta aprender. Fueron experiencias dolorosas, como cuando caminas en la noche, sin luz, y golpeas con tus pies todos los muebles de la sala. Pero, también fueron experiencias muy enriquecedoras, y lo siguen siendo.
Uno de los principales errores que comete una persona cuando pasa del ámbito laboral convencional al informal, el del emprendimiento, es dedicarse a una actividad que no le apasiona. Lo motiva la posibilidad de ganar mucho dinero, de tener un negocio rentable. Hay algunos a los que les ha sonado la flauta, como se dice en Colombia, pero a la mayoría no les sale tan bien.
Cuando haces algo que te apasiona, lo que amas, podrás enfrentar los momentos difíciles, que son muchos. Tendrás persistencia, resiliencia y resistencia, tres condiciones indispensables para no tirar la toalla y desistir. Además, con pasión disfrutarás los pequeños logros, las pequeñas victorias que te indican que vas por el camino correcto. Y también te gozarás el proceso, algo muy importante.
Por cuenta de las creencias populares y los mitos que pululan en el mercado, muchas personas cometen graves errores cuando deciden dar el paso de un empleo convencional a emprender su propio negocio. Te comparto los más comunes, que a mí me costaron dolores de cabeza, y más.
Otro error crítico es no entender que necesitas invertir en ti y en tu negocio. Son muchas las personas que creen que basta con abrir una página en internet, un perfil en redes sociales, y ofrecer productos. Eso no es emprender, eso es botar tu dinero y malgastar tu tiempo. Si en realidad quieres ser emprendedor, debes capacitarte, debes adquirir recursos y herramientas.
No se trata de hacer los mil y un cursos que ofrecen por internet, sino aquellos indispensables para comenzar, solo para comenzar. El resto lo aprenderás en el camino. Y, por supuesto, debes contar con una infraestructura básica para ser visible en el mercado, para garantizar que tu mensaje les llegue a las personas correctas. Tendrás que invertir, así que no te hagas el difícil.
La tercera equivocación frecuente es no cambiar el chip. La mentalidad es la diferencia entre el éxito y el fracaso. El problema es que la gran mayoría de las personas emprende sin haberse despojado de la mentalidad de empleado. ¿Eso qué significa? Que quiere recibir una asignación mensual fija, con todos los beneficios que brinda la ley, con estabilidad, con bonos y estímulos.
Si eres de los que piensan así, por favor, no emprendas. ¡Sería el peor error de tu vida! Cuando decides ser emprendedor te subes a la más temible montaña rusa, con subidas cortas y caídas pronunciadas y atemorizantes. Un mes podrás recibir más dinero que en toda tu vida, pero nadie te garantiza que vueltas a recibir algo similar en el siguiente, o en el resto de ese año. ¿Entiendes?
Emprender es como sembrar un árbol: primero tienes que sembrar la semilla en terreno fértil y luego trabajar para que crezca y dé frutos. Es un proceso que requiere tiempo y mucha paciencia, mucha. Y, además, debes saber que tu proceso es único y, por ende, distinto al de cualquier otra persona, sea tu padre, tu pareja, tu amigo o un conocido. Recuerda: “se hace camino al andar”.
Fruto de esa mentalidad de empleado, surge el cuarto error: no planificar. Si el resultado que ansías es distinto al fracaso rotundo, debes cumplir con dos tareas indispensables: planificar, primero, y crear un sistema que te permita replicar lo bueno una y otra vez, al tiempo de corregir lo malo. Debes trazar objetivos a corto, mediano y largo plazo y estrategias para alcanzarlos.
Planificar y ejecutar te protegen de otra equivocación: ser cortoplacista. En marketing, dentro o fuera de internet, en un emprendimiento, los resultados se dan a largo plazo. Al menos, los que son consistentes, lo que pueden garantizar que tu negocio sea sostenible en el tiempo. Dejarse llevar por la ansiedad de los resultados a corto plazo es abrir la puerta que te conduce al fracaso.
Podría mencionarte muchos otros errores, pero no quiero espantarte. Ser emprendedor es la mejor decisión que tomé en la vida y si volviera a nacer la tomaría más temprano. Es la segunda mayor alegría de mi vida, después del nacimiento de mis hijas. Amo lo que hago, disfruto lo que hago cada día y lo haría por el resto de mi vida, aun si no recibiera compensación económica por ello.
Te lo repito: no fue fácil al comienzo y hoy no es fácil. Pero, esa es, precisamente, una de las características del emprendimiento que me apasionan: nunca se deja de aprender, cada cliente y cada día son distintos y me ofrecen conocimiento y satisfacciones de muchas maneras. Y, para que no te sientas mal, todavía cometo muchos errores. De eso, justamente, se trata todo esto…
Otro interesantísimo podcast con conceptos que están hechos a la medida para alguien que a sus casi 61 años está pensando en un emprendimiento por Internet y con muchas dudas e incertidumbres. Muchas gracias Álvaro