¿Seguidores? ¿Fans? Esos déjaselos a las estrellas de Hollywood, a los artistas, a los deportistas. Si tú tienes un negocio, seguidores y fans, no importa que se cuenten por millones, son un cero a la izquierda. Discúlpame si eres uno de tantos que se preocupan por cultivarlos, pero la verdad es que no aportan nada a tu negocio y, lo peor, provocan que desperdicies tu valioso tiempo.

Cuando comencé a hacer negocios por internet, hace más de 22 años, el concepto de seguidores y fans no existía. No, al menos, en el ámbito del marketing. Recuerdo que los referentes del mercado en EE. UU., algunos de los cuales fueron mis mentores, tenían alumnos, clientes o discípulos. Que, además, eran multiplicadores de su impacto, de su conocimiento, de su obra.

Claro, hablo de épocas en las que todavía no habían aparecido las redes sociales, en las que lo realmente importante era qué podías ofrecerle al mercado, qué problema podías solucionar, y no qué tan popular eres, como ahora. Épocas en las que el mercado se preocupaba más por el otro y no tanto en sí mismo, en las que de hecho estaba mal vista la egolatría que hoy pulula por doquier.

Concentrarse en acumular seguidores y fans tiene varios problemas. Primero, por norma general ellos no te compran. Están ahí simplemente porque eres una figura reconocida del mercado, porque quieren que algún día respondan un comentario suyo o des like a una de sus publicaciones, pero tan pronto intentes venderles se van a volver invisibles. Se esfumarán como por arte de magia.

Segundo, tampoco son personas activas que puedan hacer un comentario o darte retroalimentación valiosa, algo que te sirva para mejorar. Tercero, son de aquellos que de un día para otro se convierten en detractores, en haters, quizás porque no les prestaste atención o porque se sintieron menospreciados. Son esos que comúnmente llamamos enemigos gratuitos.

Como no te aportan nada, en ningún sentido, a la larga son solo un estorbo (y perdona si el término se antoja duro). Además, el furor de los seguidores y los fans ya pasó de moda, es decir, ya prácticamente nadie, no al menos alguien serio, les presta atención. Inclusive, ahora producen el efecto contrario: la gente desconfía de quien se presenta como alguien con muchos seguidores y fans.

El arte del éxito en el marketing de hoy consiste en conformar comunidades o lo que algunos prefieren llamar tribus. No importa cuál de los términos elijas, porque lo realmente valioso es el fondo del concepto. ¿Cuál? Son grupos de personas que comparten intereses, objetivos, ideales y que, además, están dispuestas a trabajar mancomunadamente por el beneficio colectivo.

En principio, varias diferencias con los seguidores y los fans. Primero, lo que los mueve, lo que los unió, es el bienestar de todos, de la comunidad, no el beneficio particular, el ego. Segundo, por esta razón, son protagonistas del proceso, es decir, agentes activos que contribuyen a alcanzar una transformación que los beneficie a todos. Tercero, siguen al líder por convicción, porque creen en él.

Cuando una persona acepta tu invitación para formar parte de tu comunidad o tribu no siempre es alguien que ya te compró. Quizás escuchó hablar de ti, quizás te vio en un evento, quizás leyó uno de tus libros, quizás es cercano a alguno de tus casos de éxito y quiere ser el próximo. Entiende que a tu lado puede adquirir conocimiento valioso y que puedes llevarlo a donde quiere estar.

Esto último es muy importante: jamás conseguirás construir una comunidad o una tribu si tus resultados no son ciertos, no son comprobables, si no están respaldados por testimonios verídicos de tus alumnos, clientes y discípulos. Esa es la razón por la cual los vendehúmo del mercado se escudan en su multitud de seguidores y fans: no pueden acreditar que hacen lo que dicen.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Una comunidad exitosa se rige por la búsqueda del bien común, de los intereses colectivos.


Muchos emprendedores y dueños de negocios se concentran en sumar ‘seguidores’ y ‘fans’, pero al poco tiempo se dan cuenta de que es un error, principalmente porque no avanzan, no venden. La clave está en conformar una comunidad para alcanzar las metas y producir resultados ciertos.


En marketing hay una premisa que algunos desconocen y que otros omiten: tú tienes que ser tu primer caso de éxito comprobable. Es decir, si le dices al mercado que ofreces una fórmula para ganar millones de dólares en un mes, tienes que haberlo hecho, tienes que ser millonario. Si lo que vendes vale 5.000 dólares, en algún momento de tu trayectoria debes haber comprado algo por ese valor.

De lo contrario, no tendrás autoridad moral y tu discurso no será más que una cantidad de palabras vacías y tarde o temprano se descubrirá la mentira. Entonces, por supuesto, ya no podrás hacer nada por evitar el desastre. Por eso, si quieres conformar una comunidad, tú debes ser parte de una, o de varias, con tus mentores, con colegas que estén en tu mismo nivel de éxito.

Quizás en alguna oportunidad me hayas escuchado decir o hayas leído algún artículo en el que afirmé que “Servir es el mejor negocio del mundo”. Bien, el escenario más adecuado para servir, para que tu mensaje y tu poder de transformación lleguen a más personas, son las comunidades, las tribus. En la medida en que los miembros crecen y cumplen sus metas, el grupo avanza.

Una de las claves para que la comunidad se convierta en un ente dinámico, con vida propia y que sus integrantes puedan cumplir los objetivos propuestos es que la comunicación sea fluida. Para eso, contamos con las poderosas herramientas que nos ofrece internet, como los grupos de redes sociales, WhatsApp, Telegram o Zoom, además de canales propios como blog o una página web.

Es importante, así mismo, entender que una comunidad no es como una congregación o una iglesia a la que los fieles acuden para escuchar al pastor, para aprender de él. En esta, más bien, se trata de un intercambio de beneficios, de una permanente retroalimentación, de aprendizaje mutuo. Por eso mismo, los vendehúmo no tienen comunidades: creen que se las saben todas.

La comunidad pierde sentido el día que no hay discusiones, que no hay voces distintas a las del líder, que no hay variedad de creencias, de experiencias, de formas de hacer las cosas. Cuando el aprendizaje se detiene o cuando priman los intereses particulares sobre los colectivos, la comunidad pierde su razón de ser y comienza a transitar el camino a una muerte lenta y dolorosa.

“Si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos”, reza un popular proverbio chino. En el mundo de los negocios, en el emprendimiento, tú puedes elegir estar solo, pero es muy probable que jamás alcances las metas que te propones. La competencia, el desgaste de luchar contra la corriente y la falta de apoyo emocional, logístico y operativo te llevarán al fracaso.

A lo largo de mi trayectoria, podrás suponerlo, viví momentos difíciles. Tanto en el ámbito de los negocios como en mi vida personal. Lo que aprendí de aquellas dificultades es que lo que me permitió mantenerme a flote, adaptarme a las nuevas condiciones y seguir adelante fue la mezcla de mis valores y principios y el aliento con la motivación y las enseñanzas de los miembros de mi comunidad.

Si tu negocio está en etapa de formación, si ya comenzaste, pero no avanzas como te gustaría, concéntrate en formar una comunidad y olvídate de los seguidores y de los fans. Aporta valor, transmite conocimiento, contagia pasión y sirve a tantas personas como sea posible. Más pronto que tarde el mercado te retribuirá lo que haces por él y la recompensa que recibas será maravillosa.


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