“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, afirmó el escritor y sacerdote español Baltasar Gracián, en su obra Oráculo manual y arte de prudencia, publicada en 1647. Hoy, casi 400 años después, podemos parafrasearlo y trasladar su poderoso mensaje al ámbito del marketing con la premisa “Lo efectivo, si simple, dos veces efectivo”. ¿Te parece?

Estamos en la era de la tecnología y disfrutamos de maravillosas y poderosas herramientas que nos facilitan la vida y el trabajo. Piensa, por ejemplo, que hace 25 años era una utopía, un privilegio de series y películas de ciencia ficción, una aplicación de mensajería instantánea como WhatsApp a través de la que podemos hablar, gratis, con alguien a miles de kilómetros de distancia

O, para no ir muy lejos, la inteligencia artificial generativa. Si bien desde la juventud he sido un apasionado de la tecnología, tengo que confesar que herramientas como ChatGPT y otras más me vuelan la cabeza. Son, sencillamente, increíbles. De hecho, la prevención que tenía cuando la comencé a utilizar se transformó pronto en admiración y de inmediato la adopté.

El problema, porque siempre hay un problema, es que vivimos la era de los vendehúmo, de los farsantes digitales, hábiles en el juego de las artimañas y el engaño. Primero, quieren convertir todo en una ‘fórmula mágica’, lo cual es imposible, y segundo pregonan ‘soluciones ideales’ que, a la postre, son mentira. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que lo complican todo.

Entiendo perfectamente que el marketing no es fácil cuando apenas llegas, cuando sabes poco o nada. Sin embargo, también sé, porque además lo viví, que se puede aprender. Al final, te das cuenta de que es como cualquier otra actividad: en un comienzo se antoja compleja, pero a medida que aprendes pierdes la prevención y luego hasta lo disfrutas.

Una de las razones es que quienes llevamos tiempo en el marketing, en especial aquellos que somos discípulos de mentores estadounidenses, enredamos la pita con términos en inglés. Que, la mayoría, están traducidos al español y aprobados por la Real Academia de la Lengua Española. Sin embargo, esos términos en inglés dan caché, te permiten posar como experto.

Pero, también intimidan. Es algo que percibo con frecuencia, en especial cuando realizo un evento, presencial o virtual, en el que la audiencia está compuesta por personas nuevas. De las que fruncen el ceño y abren los ojotes cuando se me escapa un funnel, o un optin, o una landing page. Inclusive, cuando menciono las cartas de ventas, la sorpresa es generalizada.

Por otro lado, ya no como un ser humano común y corriente o como un emprendedor digital, sino como sicólogo, sé muy bien que las personas tendemos a lo ‘complejo’. Quizás sea porque creemos que nos hará ver como expertos, o porque nos hace sentir superiores a los que no entienden, o porque tenemos miedo de perder la aprobación de los ‘expertos’.

Si eres uno más de tantos que piensan así, permíteme decirte que estás equivocado. Y te doy una razón, solo una, porque es suficiente: la premisa básica del marketing, hoy, es establecer una relación a largo plazo con el mercado a partir vínculos de confianza y credibilidad que se deriven en un intercambio de beneficios. Es decir, se trata de unir, de atraer, no de repeler.

Y cuando tú posas de ‘experto’, de sabelotodo; cuando quieres impresionar utilizando esos términos que intimidan a los principiantes, lo único que consigues es repeler a esas personas. Construyes barreras, levantas obstáculos, promueves las distancias. El mensaje que transmite es “yo estoy acá, arriba, y ustedes, los demás, están abajo”. ¿Entiendes?

Lo que preocupa es que, cuando conozco a personas que se acercan a mí con la intención de aprender, con la intención de avanzar en el camino del emprendimiento, ya están ‘contaminadas’. ¿Eso qué quiere decir? Que ya sufren por culta del ‘síndrome de la complejidad’. Y lo peor: no de los términos, sino de las estrategias, de los procesos.


principio-Kiss

No se concluye una maratón de 42 km en unas cuantas zancadas. Hay que ir paso a paso…


En la práctica, eso se traduce en procrastinación porque “mi producto todavía no está listo”, “todavía no está como lo quiero (perfecto)” o “tengo que hacerle algunos ajustes”. También, “es que tengo que hacer otro curso de…”, “no puedo pagar esa herramienta que necesito…”, “es que alguien me dijo que, si no tengo una página web, no vendo, y no lo la tengo…”.

Estas, y otras muchas más, son frases que seguramente has escuchado o, quizás, tú mismo las has dicho. No importa. Lo que sí importa es que todas, absolutamente todas, son simples excusas, creencias limitantes que te han metido, que te has metido en la cabeza. Y no te has dado cuenta de que, en últimas, todas son mentiras. Es ‘el síndrome de la complejidad’.

Nunca has hecho un embudo de ventas (funnel), pero eliges uno complicado porque viste la masterclass de un gurú que decía que te llevaría a ganar millones de dólares. O aún no lanzas tu curso porque “no he terminado de preparar los 45 módulos” (que se traducen en un año). O tu libro está en proceso de corrección, esta vez con el décimo corrector de estilo…

Esta historia es probable que la hayas escuchado antes, pero la reitero porque es didáctica: mi segundo producto fue un libro digital (en pdf). Era sobre estrategias de marketing digital, un tema que para ese momento, 1999, era novedad. Duré un año escribiéndolo y, ¿sabes qué ocurrió? A los tres meses estaba completamente desactualizado. Es decir, ya no servía.

¿Por qué? Porque el marketing avanza muy rápido, porque aparecieron herramientas a las que yo no me refería, en fin. Fue, entonces, cuando aprendí aquello de “es mejor hecho que perfecto”. Desde entonces, me enfoco en hacer, en lanzar, en probar. Y en equivocarme y aprender, claro. Luego corrijo, luego ajusto, luego mejoro y lo vuelvo a lanzar. Así funciona.

El mensaje que me interesa que te grabes está resumido en estas cinco premisas:

1.- Nada es perfecto, nunca algo está perfecto

2.- Date permiso de equivocarte, o nunca vas a aprender

3.- La gente necesita soluciones HOY, YA, no cuando tú estés listo

4.- Siempre es posible mejorar después, corregir después, rehacer después

5.- Lo único importante es comenzar YA, comenzar HOY

Por favor, no repitas el error que cometí hace más de 25 años, aquel de comenzar con un producto grosso. Hazlo con algo sencillo, da un primer paso cortito, con bajo nivel de riesgo, en un escenario en el que tengas el control. Si lo haces bien, si aprendes, si no te rindes, va a llegar el momento, el día, en el que puedas lanzar ese ‘producto maravilloso’ de tus sueños.

Por supuesto, es muy mala idea comenzar con este. Recuerda: primero gateas, luego caminas, después trotas y, por último, corres. Ese es el proceso y no lo vas a cambiar. De igual forma, en marketing el proceso es empezar por lo simple, lo que en la práctica significa despojarte del ego de tratar de ser el nuevo objeto brillante, y fugaz, del mercado.

El mejor consejo que puedo darte es que crees una minioferta, un producto o servicio sencillo (que no excluye lo poderoso) que resuelva efectivamente un problema básico del mercado. Si funciona, si el mercado lo valida, puedes dar el siguiente paso: un producto de mayor valor. Así, entonces, puedes avanzar en la escala de valor, paso a paso.

Comenzar por este camino no solo te permitirá ganar tus primeros dólares en internet (no hacer multimillonario, que quede claro), pero además te dará la posibilidad de cumplir con la tarea más importante. ¿Sabes cuál es? Crear tu lista de suscriptores. Que, por si no lo sabes, es la primera piedra de un negocio sólido, el activo más valioso que puedes atesorar.

Moraleja: “lo simple, si efectivo, dos veces efectivo”, parodiando la frase de Baltasar Gracián. Y, por si fuera poco, por si faltara algo, está el principio Kiss. ¿Sabes cuál es? Es un principio del diseño (de aviones, en específico) que significa ¡Keep it simple, stupid! (¡Hazlo simple, estúpido!). Aunque el tono imperativo pueda ser odioso, el mensaje es poderoso… ¡Y efectivo!


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