Vivimos tiempos cambiantes. El mundo, la vida, avanza a una velocidad increíble, al punto que a veces, muchas veces, ni tenemos tiempo para disfrutar lo que recibimos cada día. Es frenético el ritmo de la vida y, lo peor, nos acostumbramos a ello. Y no solo eso: no podemos detenernos. La dinámica del cambio constante, una ley de la vida, nos envuelve como un tenebroso tornado.
Recuerdo que cuando era solo un niño solía visitar al abuelo. Me encantaba escucharlo contar sus historias, que eran apasionantes. Fue una de las principales fuentes de aprendizaje de mi niñez y aún recuerdo algunas. Me relataba cómo había sido la suya, su juventud, cuáles fueron sus sueños y cómo se había convertido en un empresario de éxito. Ah, y me hablaba también de sus fracasos.
Uno de los mensajes que me repetía sin cesar era que había que saber adaptarse a los cambios porque, de lo contrario, el final no sería agradable. Cuando comencé como emprendedor digital, por allá a finales de los 90, recordé las historias del abuelo. Desde entonces, mi vida y mi trabajo son como una montaña rusa, con incesantes subidas y bajadas, con incesantes cambios.
Del internet de pedal a las redes sociales, de la conexión telefónica a la inteligencia artificial y más, mucho más. Cambios frenéticos, innovaciones increíbles, retos apasionantes. Lo he visto todo, o casi todo; lo he probado todo, o casi todo. Y si algo aprendí, y pongo en práctica cada día, es que cambia, todo cambia. Si te resistes a esa dinámica o no puedes adaptarte a ella, lo pagarás.
¿Sabías, por ejemplo, que el 34 % de las empresas creadas en 2019 ya no existen? Decir que sucumbieron a la pandemia sería la salida fácil, pero no es toda la verdad. Otro dato: el 71 % de las empresas que surgieron en 2007 desaparecieron. ¡Aterrador! Cifras que me hacen pensar que hay una nueva pandemia que provoca una alta tasa de muerte de las marcas (empresas y personas).
Cada vez que encuentro informaciones como esta, se me pone la piel de gallina. Me acuerdo de tantas personas y empresas con las que me relacioné en el pasado y ya no están en el mercado. Sucumbieron por múltiples razones y no necesariamente por la tan cacareadas crisis. Más bien, su extinción fue el resultado de malas decisiones, estrategias equivocadas, de asumir altos riesgos.
O, algo quizás más doloroso, la resistencia al cambio y la incapacidad para adaptarse a las nuevas dinámicas del mercado. Vienen a mi memoria los rostros y las historias de decenas de exitosos emprendedores que dejaron huella en el mercado, ganaron mucho dinero y luego, como si se los hubiera tragado la tierra, desaparecieron. Hoy son un tan solo un recuerdo y una estadística.
Por otro lado, pienso en la empresa de mi abuelo, que completa 70 años en el mercado y está firme, como un roble. Ha pasado por épocas difíciles, sin duda, y también enfrentó las mismas crisis que provocaron la extinción de algunos de sus competidores. Sin embargo, lo que comenzó como un emprendimiento familiar, un sueño que algunos tildaron de iluso, goza de buena salud.
Como gozan de buena salud, también, marcas que son parte de nuestra vida desde siempre. ¿Por ejemplo? Coca-Cola, General Electric, Ford, IBM, Nestlé, Rolex, Siemens, Samsung, Toyota, Johnson & Johnson, entre otras. Marcas universales que son referente de su mercado y que, a pesar de las crisis, a pesar de la irrupción de la tecnología, se mantienen firmes. ¡Como si fueran indestructibles!
Todas, sin excepción, estuvieron alguna vez, al menos una vez, atrapados en el tenebroso tornado de las crisis. La Depresión, la Segunda Guerra Mundial, las constantes caídas del mercado bursátil, las burbujas inmobiliarias las retaron, las amenazaron. Luego, la irrupción de internet con cambios drásticos en el comportamiento de los consumidores y la explosión de la competencia.
¿Por qué estas marcas han podido sobrevivir a los vaivenes del mercado?
1.- Diversifican sus productos.
Por muy bueno que sea el producto o servicio que te dio la posibilidad de entrar en el mercado y convertirte en el elegido de los consumidores, recuerda que “nada es para siempre”. Los gustos y las necesidades cambian. Las marcas duraderas han aprendido a ofrecer nuevas alternativas, no solo innovaciones de los productos exitosos. Y también opciones para otros segmentos del mercado.
2.- Su capacidad de adaptación.
La longevidad de las marcas no solo es sinónimo de adaptación, sino de supervivencia. Es decir, son marcas que encontraron la forma de permanecer en medio de las crisis, de resistir los duros golpes de los cambios, de satisfacer nuevas necesidades del mercado. Cayeron una y mil veces y se levantaron para seguir adelante. Un proceso que, inclusive, ha significado tener que reinventarse.
3.- Son útiles.
Este es un factor que a veces, muchas veces, las marcas y los emprendedores pasan por alto. ¿Por qué? Se enfocan en los resultados, olvidando que estos son consecuencia de sus acciones y de sus decisiones. De lo que hace y de cómo lo hacen. Y, en especial, de cuán relevantes son para sus clientes, de cuán útiles son, de cuántos problemas o necesidades están en capacidad de solucionar.
4.- Cultivan relaciones.
Son marcas que entendieron que la rentabilidad de un negocio, cualquiera que sea, está en la recurrencia. Es decir, en la capacidad para conseguir que sus clientes compren una y otra vez, que adopten sus nuevos productos y servicios. Son expertas en el arte de cultivar relaciones sólidas porque desarrollan exitosas estrategias de fidelización. No es vender más, sino vender mejor.
5.- Son competitivas.
Una consecuencia de la sumatoria de las anteriores. Aunque hay más competencia, aunque han tenido que adaptarse una y mil veces, son relevantes. Han aprovechado las crisis para volverse más fuertes, para llegar a nuevos segmentos, para satisfacer más y nuevas necesidades del mercado. Y algo muy importante: son consciente de que la mejor forma de competir es no dejar de aprender.
Un claro ejemplo de esto es el The New York Times, uno de los medios de comunicación más importantes del mundo. Su primera publicación se realizó el 18 de septiembre de 1851, es decir, hace 174 años. Acredita 600.000 suscriptores en el impreso y más de 10 millones en la versión digital. Posee más de 40 publicaciones diferentes y es, sin duda, el diario preferido de los estadounidenses.
Sobrevivió a dos cambios de siglo, a la Depresión, a dos guerras mundiales y a infinidad y variedad de crisis. Como todos los medios de comunicación, en especial los impresos, tambaleó luego de la meteórica irrupción de internet. Sin embargo, supo encontrar un lugar en el ecosistema digital, echó raíces y hoy se mantiene como un referente del periodismo y la libertad de expresión en el mundo.
El caso de The New York Times nos ofrece otra poderosa lección. ¿Sabes cuál es? A pesar de las crisis, de los cambios, de la competencia y de los duros golpes que recibió, no solo supo cómo adaptarse a las nuevas condiciones del mercado, sino que lo hizo sin resignar a su esencia. Sus principios y valores son los mismos que forjaron su historia, así como su vocación de servicio.
Las marcas (empresas y personas) que consiguen perdurar en el tiempo tienen una característica que las identifica: aprendieron a actualizar su modelo de negocio. Así, no solo consiguieron mantenerse en la cima de su industria, como referentes del mercado, sino que también lograron captar nuevos nichos del mercado. Su crecimiento está respaldado por decisiones acertadas.
Y no solo eso: de manera fundamental, por las estrategias adecuadas. Estas marcas entendieron que evolucionar, que adaptarse no significa borrón y cuenta nueva. Más bien, aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para potenciar sus fortalezas y superar sus debilidades. Son especialistas en el arte de la transformación, una misión que a muchos les produce pánico.
A mi juicio, sin embargo, hay otro factor clave. ¿Sabes a cuál me refiero? A que todas estas marcas se distinguen por ser estratégicas. Es decir, no toman decisiones a la ligera, al vaivén de los ciclos del mercado o de las emociones de sus directivos. Investigan, prueban, analizan, crean y asumen riesgos controlados. Saben qué quieren y cómo conseguirlo: la improvisación no está en su vocabulario.
Comencé mi trayectoria como emprendedor digital cuando internet era un bebé, es decir, desde siempre. Han pasado casi tres décadas y cuando miro el espejo retrovisor de mi vida no puedo dar crédito a cuánto ha cambiado, a cuánto he cambiado. Y no te quepa la duda de que he enfrentado múltiples crisis, que he recibido golpes muy duros, que he caído muchas veces y fracasado, otras más…
Sin embargo, gracias a lo que aprendí en mis charlas con el abuelo, a lo que me transmitió mi mamá, la señora Julita, y a lo que me enseñaron mis mentores, he construido una marca fuerte. De aquellas capaces de sostenerse en el tiempo, de romper paradigmas, de diversifica sus ofertas. Son ya 27 años de una apasionante aventura y, con ilusión, espero que este sea apenas el comienzo…
Lecturas recomendadas:
¿Qué hacer si el mercado no quiere pagar por la experiencia, tu diferencial?
5 formas comunes de fracasar que pueden llevarte al éxito
La sabiduría budista que, aplicada al marketing, soportará tu éxito