Hace unos días, recibí un correo de un lector que me dejó reflexionando. Su pregunta era corta, directa y expresaba una frustración que muchos emprendedores conocen demasiado bien:
“¿Por qué mi competidor vende más que yo cuando sé que mi producto es mejor?”
Tal vez tú también has sentido ese nudo en el estómago. Has invertido meses, incluso años, perfeccionando tu producto o servicio. Le pusiste corazón, pasión y conocimiento. Probaste, corregiste y refinaste. Cada detalle ha sido cuidadosamente diseñado. Estás convencido de que lo que ofreces es excelente. Y, sin embargo, los resultados no reflejan ese esfuerzo.
Miras a la competencia y no lo entiendes. Su producto no es tan bueno, no parece estar tan cuidado. Pero ahí están: creciendo, vendiendo y expandiéndose, mientras tú sigues esperando ese gran «break».
La pregunta es inevitable: ¿Qué estoy haciendo mal?
La historia del Sr. Pérez y la Sra. González
Permíteme responder con una historia que refleja esta situación a la perfección: la historia del Sr. Pérez y la Sra. González.
El Sr. Pérez era un artesano moderno, perfeccionista y detallista, obsesionado con la calidad. Su producto era excepcional, una verdadera joya. Sin embargo, cometió un error que muchos consideran menor… hasta que les cuesta el negocio: creyó que “el buen producto se vende solo”.
Abrió su tienda con ilusión, colocó su mercancía en los estantes como quien exhibe una obra maestra en un museo. Y esperó. Esperó que el mundo lo descubriera, que el boca a boca hiciera su magia, que los clientes se enamoraran por intuición.
Spoiler: eso no sucedió.
La Sra. González, en cambio, tenía un producto correcto. No era revolucionario, pero cumplía con su promesa. Ella entendía algo fundamental: el marketing no es una opción, es una obligación.
Mientras el Sr. Pérez perfeccionaba su producto, ella afinaba su mensaje. Mientras él esperaba visitas, ella salía a buscarlas. Hablaba con su audiencia, compartía su historia, creaba contenido, resolvía dudas, mostraba resultados y, sobre todo, no dejaba que nadie olvidara quién era ni qué ofrecía.
Y lo predecible ocurrió: la Sra. González prosperó, mientras el Sr. Pérez, con su genialidad silenciosa, apenas sobrevivía.
No gana el mejor producto, gana el más conocido
Este principio es doloroso para muchos creadores, pero también liberador, porque nos recuerda una verdad incuestionable del mercado:
No siempre gana el mejor producto. Gana el producto más visible.
Y eso no es injusto. Es una invitación a despertar.
Puedes tener el mejor café del mundo, pero si nadie sabe que existes, Starbucks seguirá ganando. Puedes ser el mejor coach, el mejor diseñador o el mejor desarrollador, pero si no te das a conocer, el mundo seguirá eligiendo lo que conoce.
La visibilidad no es un lujo. No es un extra. Es el punto de partida.
¿Estás esperando a que te descubran?
Muchos emprendedores viven en modo “Sr. Pérez”, esperando ser descubiertos. Creyendo que su excelencia es suficiente. Pero en un mundo saturado de estímulos, eso es ingenuo y, francamente, peligroso.
Hoy, la atención es la moneda más escasa y valiosa. Y si no estás activamente cultivando tu visibilidad, estás siendo invisible por defecto.
Hazte estas preguntas:
- ¿Estoy esperando ser descubierto o estoy tomando el micrófono?
- ¿Mi comunidad sabe quién soy y cómo puedo ayudarles?
- ¿Estoy priorizando la visibilidad tanto como la calidad?
Porque, por más bueno que sea tu producto, si no logras que te vean, te entiendan y te recuerden, no venderás.
El marketing no es manipulación, es conexión
Aquí es donde muchos se equivocan. Creen que “hacer marketing” es manipular, exagerar o “vender humo”. Pero el buen marketing no es eso. El buen marketing es contar la verdad… de forma que importe.
Es ayudar a que tu mensaje llegue, resuene y transforme. Es conectar tu producto con las personas que lo necesitan. Es visibilidad con propósito.
Y lo mejor de todo: se aprende.
Puedes no saber cómo hacerlo hoy. Puedes sentir que no tienes las herramientas, la experiencia o el tiempo. Pero eso tiene solución. Existen estrategias, recursos y mentores. No necesitas ser un genio, necesitas compromiso y acción.
¿Qué puedes hacer hoy?
Cuenta tu historia. La gente no compra productos, compra significados. ¿Por qué haces lo que haces? ¿Qué problema resuelves? ¿Qué te hace distinto?
Habla con tu audiencia. Escúchalos. Responde preguntas. Sé útil. Crea comunidad antes que clientes.
Muestra tu proceso. No escondas el detrás de escena. Humaniza tu marca.
Invierte en visibilidad. Publicidad, redes, colaboraciones, SEO… elige tus batallas, pero no te quedes en silencio.
Aprende marketing. No para volverte un gurú, sino para dejar de ser invisible.
¿Vas a seguir siendo el Sr. Pérez?
La próxima vez que te preguntes por qué el mundo no te reconoce, recuerda esto: la calidad sin visibilidad es como un tesoro enterrado.
Tienes algo valioso. Ahora solo falta que el mundo lo sepa. Tú decides si sigues esperando o tomas el micrófono.
¿Y si hoy fuera el momento perfecto para comenzar a cambiar tu historia? Haz clic aquí y descúbrelo por ti mismo.
— Álvaro Mendoza
P.D.: Recuerda, no se trata solo de tener un gran producto… se trata de convertirlo en una gran elección para tu mercado. Y eso empieza por ser visible.