Cuando comenzamos un negocio, o cuando creamos algo como un libro, un producto o un servicio, todos queremos ser ORIGINALES. Lo escribo en mayúscula porque sé que esa es la prioridad (no una de las prioridades, sino LA prioridad), convencidos de que esa sola característica, por sí misma, nos va a garantizar el éxito y la preferencia de los clientes.
Ser ORIGINALES se convierte en una obsesión, y más si este es nuestro primer negocio, nuestro primer libro, nuestro primer producto, nuestro primer servicio. Queremos que ese hijo tenga nuestro ADN, sea distinto, sea único, sea fácilmente reconocible en el mercado. Que no haya riesgo de que se lo confunda con otro, ni siquiera que se lo compare.
Es una obsesión que nos lleva a invertir tiempo, dinero y recursos para alcanzar ese objetivo, a veces más de lo necesario, a veces por encima de nuestras capacidades. Lo más triste (e irónico) de esta situación es que cuando esa creación ORIGINAL sale al mercado, el público la compara con artículos existentes y echa por tierra la obsesión.
¿Sabes por qué ocurre eso? Principalmente, porque desconocemos la variedad de significados que tiene la palabra originalidad. Nos quedamos con el más común, con el que más nos conviene: “Dicho de una obra científica, artística, literaria o de cualquier otro género: que resulta de la inventiva de su autor”. Pero, hay más acepciones.
La definición que acabo de mencionar es la segunda contenida en el Diccionario de la Lengua Española (DLE). La tercera reza: “Dicho de cualquier objeto: que ha servido como modelo para hacer otro u otros iguales a él”. Y la sexta: “Que tiene, en sí o en sus obras o comportamiento, carácter de novedad”. Hay diferencias, sutiles, pero claro que las hay.
Si nos remitimos a esa obsesión por la ORIGINALIDAD es porque escogimos la segunda acepción. Sin embargo, el mismo diccionario nos da más opciones que desechamos y, por eso, enfrentamos problemas y nos llenamos de malestar e inconformidad. Porque nos cuesta entender (¿o aprender?) que podemos copiar un modelo, modificarlo, mejorarlo.
Sí, esas son opciones válidas. De hecho, el mundo de los negocios nos ofrece varios claros ejemplos de productos o servicios que habitualmente atamos a un nombre, a una marca, que no fue el origen. Hace unas semanas, publiqué la nota 5 exquisitas lecciones del gestor de McDonald’s, muestra de esa realidad que desconocemos o no aprovechamos.
La empresa fue fundada por los hermanos Richard (Dick) y Maurice (Mac) McDonald’s, pero fue Raymon Kroc (Ray Kroc) el que la transformó en el gigante que hoy conocemos. ¿Qué hizo? Tan pronto pudo asumir el control de la empresa, le dio su toque y, gracias a su conocimiento y experiencia, le metió en las grandes ligas, le amplió los horizontes.
Innovación pura, una de las posibilidades de originalidad. ¿Te das cuenta? No hay que ser el primero, no hay que ser el creador, no hay que ser obsesivamente diferente al resto: basta con ofrecer justamente lo que el mercado requiere, con darle solución al problema de los clientes. Eso es algo que, sin duda, los emprendedores deberíamos aprender.
Porque nos evitaríamos problemas, dolores de cabeza y pérdida de tiempo, recursos y dinero. Y a lo mejor obtendríamos ganancias, y reconocimiento, y podríamos darnos la vida que ansiamos en vez de estar peleando con el mercado, enceguecidos por una obsesión. Veamos otros ejemplos que seguro te van a aclarar la mente.
Ejemplos de originalidad
Las redes sociales, tal y como hoy las conocemos, existen al menos desde la segunda mitad de los años 90. Es decir, cumplieron 20 años. En 1995, TheGlobe.com les permitió a sus usuarios personalizar sus experiencias en línea a través de la publicación de contenido y, sobre todo, la interacción con otras personas con intereses afines.
Dos años más tarde, AOL (American On Line) puso en marcha su servicio de Instant Messenger (mensajes instantáneos), otra faceta de la tecnología que hoy nos atrapa. Sin embargo, para muchos de quienes están presentes en las redes sociales, estas surgieron cuando se creó Facebook, más exactamente cuando esta se popularizó.
Fue ya en el siglo XXI, en 2003, que apareció Friendster, la primera conexión en línea de amigos reales, que sumó 3 millones de usuarios en los tres primeros meses. Le siguió MySpace y en 2004 conocimos Facebook, la creación de Mark Zuckerberg, que como sabemos se creó para conectar a los estudiantes de la Universidad de Harvard.
El mérito de Facebook fue haber ofrecido justo lo que la gente, especialmente los jóvenes, buscaba. Y no cesa de evolucionar, de mejorar, de crecer. En 2006 llegó Twitter, con sus 140 caracteres, y ganó otra importante porción del mercado y en 2010 fue el turno de Instagram. Todas han transformado el concepto de redes sociales, ninguna fue la original.
Otro ejemplo: cuando hablamos de buscadores en internet, pensamos en Google. Eso, a pesar de que existen Yahoo, Bing, Ask, Blippex, DuckDuckGo o Archive Wayback Machine, entre otros. Los buscadores fueron una consecuencia de la creación de la web y, como las redes sociales, llegaron para suplir las necesidades de estudiantes universitarios.
La historia cuenta que fue por allá en 1994 que surgió la primera versión, la de los buscadores jerárquicos o arañas, que buscan páginas de acuerdo con su contenido. Se denominaba WebCrawler y su creador fue Brian Pinkerton, estudiante de la Universidad de Washington. Un año más tarde, lo vendió AOL y en 1996 lo adquirió Excite!
Lycos, Excite!, AltaVista, Yahoo!, Inktomi y HotBot, algunos de ellos verdaderos dinosaurios de la red, antecedieron al gran señor Google, que apareció en 1997. Fue el proyecto de investigación de Larry Page y Sergey Brin, en la Universidad de Stanford. La utilización del algoritmo Open Directory, que filtra los resultados, lo convirtió en el rey.
No fue el primero y, de hecho, cuando comenzó era prácticamente igual a los demás. Sin embargo, su estructura y su arquitectura, que facilitan búsquedas precisas, lo pusieron en el primer lugar y, por eso, muchos creen que fue el pionero. Google aprovechó los avances tecnológicos, mejoró lo que existía y hoy es el dictador más querido de la web.
Cuando estás en la etapa inicial de tu negocio, inclusive, cuando estás en la fase de creación de tu negocio (tienes una idea y quieres cristalizarla), no te obsesiones por ser ORIGINAL. Mira a la competencia, analízala, estúdiala, desmenúzala, y toma lo que creas que te sirve. Luego, adáptalo, modifícalo, combínalo, conviértelo en un mejor producto.
Recuerda: para ser exitoso basta con ser ORIGINAL, según la tercera y sexta acepciones del término. No es indispensable ser el pionero, sino la solución perfecta. La originalidad consiste en el toque personal que tú les imprimes a tus obras, ese ADN único, así que enfócate en esa característica se convierta en una oferta irresistible para el mercado.
Bueno como usted vive lo que predica, precisamente nos transmite ese mensaje de transformación y búsqueda del camino del éxito utilizando lo mejor del arsenal disponible y claro sin hacer improvisaciones, ni ignorando lo ya existente, me alegra tenerlo como mentor, veremos si al integrarme al grupo avanzo con la suficiente velocidad que se requiere y sobre todo adquiero la habilidad de ser y mantener productivo.
Gracias Don Alvaro por guiarme a ver desde otro angulo. Excelente articulo.
Excelente Don Alvaro, Gracias por guiarme a ver desde otro angulo.
Excelente artículo álvaro (Padrino!!!) Con la calidad a la que nos tienes acostumbrados. La clave es la diferenciación, como bien dices, ser originales, lo cual no necesariamente significa ser el primero, como bien expones en este interesante post. Nunca había visto lo de las redes sociales de esta forma en que lo expones, tienes todo un arsenal de conocimientos, jaja. Eres un crack.
Un ciber abrazo
Gracias Álvaro , tus artículos , charlas y otros recursos de tu empresa han sido de mucha utilidad para mi un pensionado que desea ampliar un negocio por Internet aprovechando un número razonable de contactos que tengo desde hace varios años en Facebook
Muy interesante
Excelente. Muchas gracias por esta información.
Un artículo que todo emprendedor necesita leer. Muchas gracias Álvaro por tu esfuerzo Saludos
Muchas gracias Alvaro por compartir. Cabe destacar que la diferencia es el resultado de una cadena de procesos que involucra muchos aspectos, y para que esto ocurra, hace falta una organización capaz de proveer los recursos necesarios para llevarlos a cabo. Es un ámbito donde se trata de ayudar la parte de cada quien que nos compete mejorar.
En general el diferenciarse es más un arte; podemos establecer qué funciona y qué no funciona, tanto para nosotros como para la competencia. Ser pionero es una ventaja, pero cuando el éxito comienza a ser visible pronto entran competidores y una de las grandes habilidades es saber interpretar a quien consume. Muchas veces la pasividad o falta de imaginación de quien va a la cabeza es un riesgo, pero si el equipo de trabajo tiene visión y voluntad, hay condiciones para desarrollar y ensayar en forma progresiva.
Generalmente las organizaciones con un buen manejo en el tiempo son aquéllas que tienen una mezcla equilibrada del desarrollo del equipo de trabajo… ese activo interno en el liderazgo y la estimulación y la diferencia que proviene del público externo. El capital intelectual es todo lo que hace y sabe la gente, es la cultura, la manera en que la gente aprende y se desarrolla… cómo actúa.
En el mercado el capital humano es inigualable. El gran tema es qué van a ser los que llevan la batuta y como puedan mover a la empresa a un lugar competitivo; «la estrategia competitiva, es un juego en donde sólo los más brillantes sobreviven…” Michael Porter.
El crear, el pensar y el innovar puede darnos parte del crecimiento de esa diferencia frente a otras instituciones. Te deseo lo mejor!
Excelente articulo.
GRACIAS MUCHAS GRACIAS POR HACERME VER OTRO PUNTO DE VISTA QUE NO TOMAMOS EN CUENTA POR CERRARNOS EN UN SOLO ENFOQUE. MIL GRACIAS Y ESTARE AL PENDIENTE DE
CUALQUIER NUEVA ENSEÑANSA QUE NOS COMPARTAS.
Muy buen artículo Alvaro, me gustó sobremanera y estoy completamente de acuerdo. Un abrazo
SUPER