Nadie, absolutamente nadie, nace aprendido. En nada, por cierto. Este mundo al que llegamos tras abandonar el vientre de nuestra madre es completamente desconocido y, por ende, todo lo que hay en él es fuente de aprendizaje. Y, aunque no lo creas, aunque no lo percibas, todos y cada uno de los días de tu vida son parte de un proceso de aprendizaje.

La primera fuente de aprendizaje es la curiosidad. Al bebé lo sorprende, lo inquieta, lo atrae, todo aquello que hay a su alrededor. Una curiosidad que, por supuesto, va de la mano del miedo, porque todo lo que desconocemos nos produce temor. Poco a poco, sin embargo, se familiariza con las personas, con las voces, con las situaciones, con las circunstancias…

Es, como mencioné, un proceso de aprendizaje constante. Que, seguro lo sabes, solo se termina el día en que dejamos este mundo. A medida que crecemos, que tomamos el control de nuestras decisiones, que somos responsables de nuestras acciones, elegimos lo que, a nuestro juicio, queremos y debemos aprender. Una elección que no siempre en acertada, por cierto.

Y, quizás lo sabes, soy un vivo ejemplo de ello. En mi juventud, por mi afinidad con la tecnología, con los computadores, pensé que la mejor carrera profesional para mí era la ingeniería electrónica. Me inscribí y tan solo tres semestres después me di cuenta de que me había equivocado: no quería pasar el resto de mi vida desarmando y armando computadores.

Fue, sin duda, una afortunada equivocación. Y, no, no es una contradicción. ¿Por qué? Porque me dio la oportunidad de descubrir cuál era mi camino y, lo mejor, pude corregir. Me pasé a la sicología, una profesión que ejercí formalmente durante unos años y que ahora es una de mis grandes aliadas en el ejercicio del marketing digital. Sin duda, es una de mis fortalezas.

Cuando apareció esa misteriosa y enigmática tecnología llamada internet, de la que poco o nada se sabía, de la que prácticamente nadie sabía nada, me despertó una gran curiosidad. No la entendía, no sabía bien en qué consistía y cuáles eran sus posibilidades, pero llamó mi atención poderosamente. Por eso, aproveché una coyuntura para explorar ese universo.

Y, dado que las vueltas que da la vida siempre responden a una causa, esa curiosidad por la tecnología, por internet, me llevó a aprender marketing digital. Que, por supuesto, no estaba en mi radar, en mis planes. Fue, sencillamente, una puerta que se abrió en algún momento y en la que descubrí el propósito de mi vida: servir y ayuda a otros con mis conocimientos.

Ahora, algo que es muy importante: por lo que nos enseñan, asumimos que esos valiosos aprendizajes, pequeños y grandes, insignificantes o impactantes, los archivamos en el cerebro. Sí, como si fuera un cuarto de San Alejo al que llevamos todo aquello que usamos una vez y luego lo desechamos, quizás con la idea de que algún día lo volveremos a usar.

El problema, porque siempre hay un problema, es que el conocimiento, todo lo que la vida nos da la posibilidad de aprender, no es un objeto, una cosa. ¿Entonces? Son experiencias. Es decir, es información valiosa, de calidad, que ya fue testeada, que ya fue validada, que ya fue sufrida, que ya fue gozada. Información que nos sirve para cada día de la vida.

El diccionario, que seguro lo sabes es una fuente ilimitada de aprendizaje, nos dice que experiencia es “el hecho de haber sentido, conocido o presenciado a alguien o algo”. También, que es “práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo” y “conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situaciones vividas”.

Algunos de los sinónimos que nos ofrece son vivencia, práctica, pericia, maestría, destreza, veteranía, bagaje y mundo.Experiencia proviene del latín experientia, que se traduce como prueba, ensayo y ser experimentado, por lo que la experiencia está emparentada con el intento, la comprobación y el estudio. No sé a ti, pero a mí esto me parece extraordinario.

¿Por qué? Porque confirma que todo lo que hacemos, todo lo que vivimos, todo lo que pensamos y en aquello en lo que creemos es fuente de aprendizaje valioso y, por lo tanto, se traduce en experiencia. Lo que me interesa que entiendas es que en este caso el orden de los factores SÍ altera el producto: primero está la experiencia y luego viene el aprendizaje.


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El conocimiento carece de sentido si no lo conviertes en experiencia a través de hacer, de practicar.


O, dicho en otras palabras, no aprendes si no experimentas, si no pruebas, si no estudias, si no intentas, si no compruebas, si no lo practicas. Así mismo, debes entender que todo el conocimiento del mundo es insuficiente. ¿Lo sabías? Te lo explico con un ejemplo simple: un libro, el mejor libro de la historia, es conocimiento muerto si lo arrumas en tu biblioteca.

El valor de un libro radica en el mensaje que nos transmite, en el conocimiento que nos ofrece, en las experiencias que el autor nos comparte. Y solo podemos acceder a ellas si lo leemos, una o más veces, y sobre todo si después aplicamos en nuestra vida, en cualquier ámbito, ese aprendizaje. El conocimiento solo es útil en virtud de las experiencias.

Por eso, una máxima con la que identifico al mil por ciento, que incluyo en la posdata de mis correos electrónicos y que comparto repetidamente en mis eventos, en mis formaciones y en mis comunidades, es aquella de la experiencia no se improvisa. No la puedes adquirir en la farmacia o el supermercado, no te la enseñan en la escuela o la universidad: ¡debes vivirla!

Ahora, te voy a mencionar algo que no es nuevo, pero sí es invaluable: el éxito, sea cual sea la idea que tengas de él, sea cual sea el ámbito de la vida en el que quieras ser exitoso, no proviene de lo que haces casualmente, esporádicamente, impulsivamente. ¿Entonces? Es el resultado de tus acciones habituales, recurrentes, conscientes, consistentes. O, mejor de tu experiencia.

¿Y quieres que te diga algo más poderoso? La experiencia no solo no se improvisa, sino que se construye. O, de otra forma, cada uno construye la experiencia que quiere, que necesita, que desea. En el campo de la vida que le gusta, que disfruta, en el que va a obtener los réditos y las recompensas que se merece. Solo tienes que aprender cómo hacerlo.

¿Estás listo para que te revele el secreto? Vamos…

Se trata de una pirámide, algo así como subir un rascacielos, pero no en el ascensor, sino por las escalaras de emergencia. Debes ir paso a paso y, tenlo muy en cuenta, no te puedes saltar los pasos o alterar el orden. Y puedes tomar un descanso cuando necesites respirar, cuando las fuerzas fallen, porque recuerda que la vida, para nada, es una competencia.

1.- Hacerlo UNA vez es APRENDIZAJE.
Siempre hay una primera vez y es el primer paso. Sin embargo, un solo paso no te lleva a donde quieres ir, necesitas avanzar. Si quieres aprender a jugar tenis, pero solo vas a una clase, hay dos opciones: no aprendes nada o lo poquito que aprendiste se te olvidará rápido. Este paso es importante porque nos abre las puertas al ilimitado universo del conocimiento.

2.- Hacerlo DOS veces es REPETICIÓN.
Cuando estudias un segundo idioma, por ejemplo, la mayoría de las veces no te grabas el conocimiento, no aprendes, si no lo repites. Habrá algunos casos en los que con la primera experiencia basta, pero serán la excepción que confirma la regla. A medida que repitas de manera consistente, ese aprendizaje se volverá consciente y tendrás control sobre él.

3.- Hacerlo VARIAS veces es COMPORTAMIENTO.
Algo maravilloso es que cuanto más refuerzas el aprendizaje, cuanto más pones en práctica el conocimiento adquirido, más fácil se hace. Cada vez lo haces mejor, más rápido, con mayor eficiencia y, por supuesto, mejores resultados. ¿Un ejemplo? Cuando adquieres una rutina de entrenamiento físico que complementas con una alimentación sana.

4.- Hacerlo DURANTE meses es HÁBITO.
La vida, seguro lo sabes, no es una carrera de velocidad, sino una prueba (no competencia) de largo aliento. Una ultamaratón. Que no solo te exige conocimiento, sino desarrollar las habilidades complementarias necesarias y, sobre todo, la práctica constante, consciente, disciplinada y metódica a largo plazo. Cada día, sin desfallecer, sin procrastinar.

5.- Hacerlo por AÑOS es un ESTILO DE VIDA.
Es la cima de la pirámide o el techo del rascacielos. Cuando adquieres un estilo de vida, esa tarea que repites una y mil veces deja de ser un compromiso y, en especial, un esfuerzo o un sacrificio y, entonces, se transforma es un propósito. Es decir, lo disfrutas: no solo te gusta hacerlo, sino que quieres hacerlo porque reconoces los beneficios que se otorga.

¿Cómo te parece? Muy poderoso ¿cierto? Y, créeme, esa es la clave del éxito de todas las personas que son número uno, referentes o los mejores de su actividad, cualquiera que sea. La política, el deporte, la música, la medicina y, claro, el marketing. ¿Ahora entiendes bien por qué es tan cierta aquella premisa de que la experiencia no se improvisa, se vive?

Cada uno elige su camino en la vida y lo que obtiene está determinado por lo que aprende y por lo que hace. Lo que no va a suceder, créelo, es que la vida te premie con felicidad, abundancia y prosperidad, con riqueza económica y libertad, si no aprendes y, sobre todo, si no experimentas. Por mi parte, continuaré aprendiendo y, claro, continuaré viviendo nuevas experiencias


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