Una de las situaciones cada vez más frecuente en mi trabajo es comprobar cómo prácticamente todas las herramientas que utilizo desde hace más de 22 años, cuando me convertí en emprendedor, hoy son ofrecidas como la gran innovación, como la salvación en estos tiempos en los que nos quieren vender la idea de que las redes sociales son la panacea en los negocios.

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A mi viejo y gran amigo el email marketing lo han asesinado varias veces y hasta recuerdo haber asistido dos o tres veces a su funeral. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, está mejor de salud y se consolida como la herramienta más poderosa del marketing digital. Fue el primer recurso que utilicé en una época en la que, de hecho, no había más recursos. Y ahí sigue incólume.

Otro de mis grandes aliados es el marketing de contenidos. Gracias a él, en aquella época, a finales del siglo pasado, pude darme a conocer y posicionarme en el mercado. Ser el mayor proveedor de contenido de calidad gratuito ha sido un sello característico de mi marca a lo largo de 22 años. Me enorgullece que mi blog es uno de los más antiguos del mercado y también, uno de los más vistos.

El marketing de contenidos también tiene grandes enemigos, en especial aquellos que se enfocan exclusivamente en vender. Y está bien, porque se trata de negocios. Sin embargo, hace mucho aprendí que la venta es una consecuencia de mis acciones y decisiones, de la experiencia que les brindo a mis clientes y, sobre todo, del valor que les puedo aportar de diferentes maneras.

Una de ellas, el contenido de calidad. Por eso, hago el esfuerzo de alimentar con frecuencia el blog de MercadeoGlobal.com y los demás canales digitales en los que tengo presencia como YouTube y plataformas de pódcast. Lo que más me agrada es que email marketing y marketing de contenidos van de la mano, ayudándose, impulsándose uno al otro, complementándose, como dos hermanos.

Como te mencioné, el email marketing está vivito y coleando, al punto que muchos de aquellos que lo atacaban y lo querían enterrar hacen uso de él cada día y hasta lo promueven como “la nueva y poderosa herramienta para impulsar tu marketing”. En un mundo globalizado y un mercado que no cesa de crecer, sería imposible hacer negocios sin la ayuda de este aliado.

Así mismo, dada la evolución que caracteriza al ecosistema digital, el marketing de contenidos es indispensable. Ninguna estrategia de marketing alcanzará el impacto requerido si no cuenta con el respaldo de unas buenas y variadas dosis de contenido de calidad. Este recurso es el que permite mantener viva la conexión con tu cliente en el tiempo, después de que te compró por primera vez.

Creo firmemente en el poder, en la utilidad y en la efectividad del email marketing y el marketing de contenidos. Los aprovecho cada día y los defiendo a capa y espada. Sin embargo, debo decirte que ellos no están solos, que hay otro escudero que los acompaña en su cruzada. Es otro de los precursores del marketing digital, otro de los que increíblemente solo ahora es reconocido.

¿Sabes de qué te estoy hablando? De mi buen y querido amigo el marketing de permiso. Este fue uno de los primeros conceptos que aprendí de mis mentores hace dos décadas y, más que una poderosa herramienta o un recurso efectivo, se trata de una filosofía de los negocios y enseguida te voy a explicar por qué. Antes, sin embargo, recalco: no es un invento reciente, ni una innovación.

El marketing de permiso consiste, básicamente, en la acción destinada a recibir la explícita aprobación de tu prospecto para entrar en contacto con él, lo que en la práctica se traduce en comunicarte con él a través de correos electrónicos. Y antes de continuar quiero hacer énfasis en algo fundamental: explícita aprobación significa consentimiento consciente y voluntario.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Cualquier acción intrusiva o abusiva que ejecutes será duramente penalizada por el mercado.


La clave del éxito en los negocios en el siglo XXI radica en tu capacidad para establecer una relación basada en la confianza y la credibilidad. Antes, sin embargo, requieres el consentimiento expreso, consciente y voluntario de tu prospecto. De eso se trata el marketing de permiso.


Durante siglos (y no exagero) el consumidor fue bombardeado por agresivas y, sobre todo, abusivas campañas de publicidad destinadas a generar una venta. Un estilo que se empleó durante mucho tiempo y que fue efectivo, pero que se volvió intrusivo y desagradable con la revolución digital y, especialmente, con la irrupción de redes sociales y otros canales digitales.

Antes, era el productor, el dueño del bien que se ofrecía al mercado, el que decidía cuándo y cómo hacer publicidad. Los medios impresos (prensa, revistas, volantes), la televisión y la radio eran los principales canales. El consumidor poco o nada podía hacer por evitarlos porque ese poder estaba lejos de su alcance, una situación que cambió con la aparición de internet y sus poderosos recursos.

Entonces, con el conocimiento a un clic de distancia, empoderado tras dejar el estado de hibernación en el que estuvo durante largo tiempo y encantado con los beneficios, las aventuras y las experiencias que le brinda la era digital, el consumidor cambió. Se transformó en un agente activo (ya no pasivo) y le encontró el gustito a tomar decisiones, a elegir a quién le compra.

Y en esto último radica la importancia del marketing de permiso: es el consumidor, tu prospecto, el que elige si quiere recibir tus mensajes, el que decide si le interesa establecer una relación contigo. En otras palabras, el consumidor actual no desea, no quiere y no acepta que un extraño entre a su vida, lo abrume con mensajes no solicitados, lo acose hasta el cansancio y lo importune.

La acción clave del marketing de permiso es pedirle a tu prospecto los datos de contacto (por lo general, nombre y correo electrónico) a cambio de algo que ofreces. Por ejemplo, un webinar en el que compartirás contenido de calidad, un lead magnet, que se conecte a una transmisión en vivo, que asegure su cupo en un evento presencial o cualquier otro de los señuelos conocidos.

Una vez que esa persona te entregue las llaves de su vida y te permita entrar en ella, depende de tu habilidad y de tu conocimiento que la relación pueda surtir los efectos deseados. Si te conviertes en un intruso, en una molestia porque solo envías correo basura, él tiene la solución a un clic de distancia: se da de baja de tu lista. Y, seguramente, le dirá al mercado qué clase de tipo eres.

Si, por el contrario, utilizas tu conocimiento y experiencia, tus dones, talento y pasión para ofrecerle contenido de valor, no solo será muy factible que te compre, quizás más de una vez, sino que además te referirá con sus amigos y conocidos. Será el momento en el que mis viejos y queridos amigos el email marketing y el marketing de contenidos entran al campo de juego.

El éxito en el marketing del siglo XXI se basa en tu capacidad para establecer una relación de confianza y credibilidad con tu prospecto y, a través de diferentes estrategias y herramientas, enriquecer y fortalecer el vínculo a largo plazo. Para dar el primer paso, sin embargo, requieres el consentimiento expreso, consciente y voluntario de esa persona para recibir tus mensajes.

La confianza y la credibilidad surgen del respeto por tu cliente, de que cumplas las promesas que le haces, de que demuestres con tus acciones que tu real interés es ayudarlo a cumplir sus sueños y no simplemente sacar unos billetes de su cuenta bancaria. Por lo tanto, ni se te ocurra comprar una base de datos y comenzar a enviar email sin ton ni son: el mercado te castigará con dureza.

Un cliente solo te comprará si puede brindarle una experiencia positiva, agradable y constructiva, y eso solo se consigue a través de lo que puedes compartir con él mediante tus estrategias de marketing de contenidos y de email marketing. La calidad de esa experiencia dependerá de qué uso haces de ese privilegio que él te concede al entregarte sus datos. ¡No lo eches a perder!