“En esta esquina…, el Santo. En esta otra…, Blue Panther, Blue Demon, Mil máscaras, Atlantis, Místico, Rey Misterio Jr., Negro Casas…”. Si eres mexicano, estoy seguro de que se te pone la piel de gallina al escuchar estos nombres. Son algunos de los más populares exponentes de la lucha libre, una disciplina que bien podría considerarse el deporte nacional en ese lindo país.
Cuenta la leyenda que la lucha libre llegó a México desde Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Se libraban fieros combates en la calle, las plazas públicas, los teatros, las plazas de toros y en las arenas de boxeo, otro espectáculo que germinaba en el ambiente. Se realizaban demostraciones de lucha grecorromana, judo y jiu-jitsu(lucha sin armas). Pronto, acapararon la atención de los ciudadanos.
Tanto, que ni siquiera durante la invasión francesa al territorio mexicano, entre 1986 y 1967, se interrumpieron los espectáculos. A comienzos del siglo XX, de la mano de promotores extranjeros, se organizaron las primeras veladas de lucha libre en Ciudad de México. Sin embargo, fueron intentos aislados que no prosperaron, aunque la semilla había sido sembrada y pronto germinaría.
El protagonista de la historia se llama Salvador Lutteroth González. Fue miembro del ejército de Álvaro Obregón durante la Revolución Mexicana y fue el responsable de que la lucha libre se adhiriera al ADN de los mexicanos. En 1929, fue invitado por unos amigos a El Paso (Texas), donde presenció una función de lucha libre. De inmediato, se dio cuenta de que era una oportunidad.
¿De qué? Entendió que México, después de la Revolución, entraba en una etapa moderna, en la que la población tenía cada vez más posibilidades de una vida pública activa, de actividades distintas a las habituales. Antes de la Revolución, la vida pública era intensa, pero reservada solo a clases altas y la masa, el pueblo, la mayoría, necesitaba una válvula de escapa de la realidad.
Lutteroth había fracaso con su primer emprendimiento, una fábrica de muebles y de mesas de billar. Sin embargo, el bichito de los negocios lo había picado y apostó su capital para fundar la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL), hoy CMLL, que institucionalizó este deporte en el país. Se asoció con los empresarios Mike Corona y Francisco Ahumada, que conocían el negocio de EE. UU.
Dado que se enteró de que algunos luchadores mexicanos la pasaban mal en EE. UU., creyó que serían un atractivo para el público. En ese momento, los luchadores eran extranjeros, la mayoría, de Siria y China. Además, se dedicó a formar nuevos luchadores, dotados con buena técnica y capaces de brindar un buen espectáculo, la razón por la cual el público asistía a las peleas.
La primera gran cartelera organizada por EMLL se realizó el 21 de septiembre de 1933, de ahí que ese día que se considera como el que ‘nació’ la lucha libre en México. A partir de este momento, el espectáculo de las acrobacias, los golpes terribles, las volteretas y las llaves se convirtió en una de las principales pasiones de los mexicanos. Y no tardó en convertirse en un símbolo de su cultura.
Con el paso del tiempo, y luego de que la pasión por la lucha llegara a los cuatro puntos cardinales mexicanos, se trasladó a otros países latinoamericanos. Los luchadores, entonces, se convirtieron en celebridades cuya fama traspasó fronteras. Además, se transformaron en estrellas del cine como protagonistas de películas que hoy son consideradas verdaderas joyas cinematográficas.
Supongo que a estas alturas tienes curiosidad por saber a qué viene este tema. Y no, no soy un aficionado a la lucha libre. Recuerdo que cuando era adolescente y vivía en Colombia era un deporte-espectáculo que concitaba la atención de mucha gente. Era tan popular, que en las noches la televisión transmitía en directo los combates y los luchadores eran una especie de superhéroes.
Sin embargo, si me conoces, sabrás que acostumbro mirar las cosas con otros ojos, con los ojos del marketing. Y por supuesto un espectáculo como este de la lucha libre, que aún hoy, en pleno siglo XXI, tiene una gran audiencia, llamó mi atención. Y lo hizo porque este deporte-espectáculo nos ofrece valiosas lecciones que los emprendedores, empresarios y dueños de negocios debemos aprovechar.
Ah, por supuesto, si eres un profesional independiente que vive de monetizar su conocimiento (de la forma en que lo hago yo), también te interesa. ¿Por qué? Porque el mundo de la lucha libre tiene todos los ingredientes que configuran un mensaje de impacto, que permiten establecer una conexión poderosa con tus clientes potenciales y, lo mejor, darles justo lo que desean. Veamos:
1.- Directo al corazón. Los nombres, la ropa, la parafernalia del entorno, el discurso mediático (agresivo, populachero) y las dosis histriónicas de violencia (simulada, por cierto) conectan con las emociones de una audiencia hambrienta de drama, dolor y… ¡sangre! Expertos han establecido que la lucha libre es una especie de catarsis, un espacio para liberarse sin restricción alguna.
A la par de lo que sucede en el cuadrilátero, los aficionados sufren y gozan, ríen y lloran. Se involucran al mil por ciento, al punto que estarían dispuestos a subir allí y ayudar a ‘su’ luchador. Desde que comienza la lucha, y hasta que termina, el combate proporciona emociones a granel y exprime al espectador, que no tiene capacidad para controlarlas. Un impacto directo al corazón.
2.- Identificación. Desde sus comienzos, la lucha libre se posicionó no solo como un espectáculo popular, del pueblo, sino como una manifestación popular, del pueblo. Fue en la barriadas donde mayor arraigo tuvo y la mayoría de los luchadores eran, precisamente, personajes surgidos de las barriadas. La gente, invisible hasta ese momento para la sociedad, encontró cómo visibilizarse.
Cada luchador tenía su fanaticada, con la que compartía su pasión, su propósito, su mensaje. Tras bambalinas del espectáculo había un pueblo que necesitaba desahogar su enfado, su frustración; que necesitaba que se escuchara su voz, en gritos de admiración frente a los vuelos de gladiadores heroicos que se jugaban la vida cada que subían al cuadrilátero. La comedia de la vida.
3.- Las creencias. Considerado como un fenómeno cultural, la lucha libre mexicana desde sus comienzos resaltó por sobre todos los demás deportes por la combinación de elementos religiosos, antropológicos e incluso míticos a través de sus enmascarados. El Santo fue un personaje inspirado en las populares figuras religiosas, mientras que Alushe representaba a un duende maya.
La lucha libre es una maravillosa representación del mítico duelo entre el bien y el mal y, por eso, se convierte en una metáfora de la vida. Es un ritual, un oficio rudo y crudo que es también un arte de fina ejecución. Y, sobre todo, es una de las expresiones de la cultura popular urbana más arraigada en un país acostumbrado a ver cómo los superhéroes brotan de las barriadas.
4.- Los héroes. Amamos los héroes, en especial los que son de carne y hueso, imperfectos, los que pasaron hambre y penurias en la infancia, los desprotegidos. Además de un deporte espectáculo, la lucha libre también una representación escénica, como una obra de teatro. Es juego, magia, un teatro de la vida con personajes fabulosos dotados de fuerza física, pero también de valores.
En el cuadrilátero, los luchadores representan los deseos, las ansias de reconocimiento, los sueños y también los bajos instintos de los espectadores. La derrota del luchador quizás les duele más a sus seguidores, que se ven frustrados sus anhelos de triunfo, de recibir al menos una alegría en la vida en medio de una rutina difícil de digerir. Los héroes sin, para muchos, una luz de esperanza.
5.- Adaptación. Como las corridas de toros o las peleas de gallos, la lucha libre está arraigada en la cultura popular, pero su permanencia no está garantizada. No, al menos que, como ha sucedido en México, evolucione, se transforme, se adapte a las exigencias y gustos de las nuevas audiencias. El espectáculo ha cambiado para atraer la atención de las nuevas generaciones, y lo ha conseguido.
De hecho, no es raro ver en las arenas nutridos grupos de jóvenes mileniales disfrutando de los golpes, las caídas, las volteretas y, claro, los rivales que se rinden. Hay agencias de turismo que encontraron en este deporte una mina de oro: se realizan circuitos que incluyen paseo por varias atracciones de la ciudad, restaurantes, lugares típicos, shoppings y, claro, los combates.
En marketing, debes ir directo al corazón de tu cliente potencial, a sus emociones. Recuerda que la compra es la respuesta a un impulso emocional. Requieres conocer no solo el dolor (necesidad, problema) que aqueja a esa persona, sino las manifestaciones para conectar con sus emociones. Y recuerda que lo que él compra es el estado emocional que le brinda la solución que ofreces.
En marketing, necesitas que tu cliente potencial se identifique contigo, con tus principios y valores, con tu propósito. ¿Cómo lograrlo: A través de un vínculo de confianza y credibilidad que surge de que esté convencido de que en realidad quieres y puedes ayudarlo y, además, de que tu propuesta de valor en realidad sea irresistible. Sin identificación, tu prospecto no avanzará en el proceso.
En marketing, debemos conocer en profundidad las creencias que tiene tu cliente potencial. ¿Por qué? Porque, por un lado, son la base de los miedos y de las objeciones que lo detienen, por las cuales no confía en ti. Por otro lado, porque son el punto débil a partir del cual podemos abrir el cerrojo y conseguir que escuche nuestro mensaje, nuestras propuesta. Úsalas en tu beneficio.
En marketing, una de las claves de la persuasión es el héroe, modelo inspiracional que representa la transformación que tú propones. Especialmente para conseguir que tu cliente potencial se identifique contigo, crea y confíe en ti, la figura del héroe, arma secreta de las historias poderosas, es una herramienta clave de tus estrategias. Inspíralo y tu cliente te comprará una y otra vez.
En marketing, lo que ayer fue ley, un producto que se vendió a granel, hoy no sirve, pasa al olvido. Y el producto exitoso de hoy mañana quizás sea un fracaso. Además, la realidad del mercado es la dinámica del cambio, así que si no puede adaptarte a las nuevas exigencias de tus clientes, sino puedes satisfacer sus nuevos caprichos, si no logras conectar con nuevas audiencias, la pasarás mal.
“Máscara contra cabellera”, era el anuncio para promocionar las veladas de la lucha libre. El ganador se llevaba la gloria, mientras que su víctima no solo cargaba con la derrota, sino con la humillación de quitarse la máscara y revelar su rostro o cortarse su cabellera, según el caso. En marketing, si el mercado no te elige, te sentirás como si en la lucha libre te dieran una paliza…
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