Conciliar, en vez de sacrificar y de renunciar. El mundo moderno no es fácil, pero es más difícil para la mujer criada con las costumbres latinas, aquella cuyo rol establecido por la sociedad es la de ser madres y cuidar de los hijos. ¿Y el trabajo? ¿Y los sueños? ¿Y las pasiones? ¿Y la libertad para elegir? ¿Y la felicidad en pareja? ¿Y los amigos? ¿Y el derecho a decidir por sí misma?

Aunque ya estamos bien entrados en el siglo XXI, en la era de la globalización, del mundo sin fronteras, de la igualdad, es una triste paradoja que haya todavía tantas trabas sociales que dificultan, o impiden, el desarrollo libre de las mujeres. Aún es necesario luchar y rebelarse, como décadas atrás, y pagar un precio más elevado de lo normal para lograr autonomía y trascender.

Esa es la razón por la cual admiro y aprecio a mi buena amiga Iria Álvarez. Ella es de Vigo, la encantadora ciudad de la comunidad autónoma de Galicia, cerca de la frontera con Portugal. Soñadora, guerrera, luchadora y, sobre todo, inspiradora, Iria es la mano derecha de Benlly Hidalgo, mi socio en el Congreso Somos Emprendedores Digitales que realizamos allí cada año.

La historia de Iria es la de muchas otras mujeres iberoamericanas que deben luchar con los estereotipos y los muros que la sociedad levantó contra las mujeres. Ese, sin embargo, es el gran valor de su historia: a diferencia de muchas otras mujeres, nunca tiró la toalla (aunque varias veces tuvo razones para hacerlo) y cada día avanza en la construcción de un proyecto de vida feliz.

Desde niña, Iria está ligada a las imágenes, algo que la apasiona. Soñaba con ser fotógrafa y tener una cámara réflex era su mayor anhelo. Cuando creció, pensó en un camino más específico: ser referente en la fotografía de moda. Como suele ocurrir, esa (la fotografía) fue la puerta que le abrió el horizonte de la vida, que luego se encargó de llevarla por otros senderos maravillosos.

Dos rasgos que no son comunes le ayudaron a definir lo que quería y, en especial, a salir adelante. El primero es que desde joven supo valerse por sí misma, pues mientras estudiaba trabajaba como freelance para agencias de publicidad y profesionales. El segundo, que no es conformista y le gusta tomar decisiones, así que no se impone límites: establece metas, las alcanza y formula otras.

“Se me ocurrían proyectos y dejaba volar mi imaginación… los plasmaba y luchaba para cristalizarlos. Desde que tengo memoria, siempre estaba emprendiendo”, dice. Y este es otro de los aspectos de Iria que me encantan: ella personifica aquella premisa de prueba-error, que tanto mortifica a los emprendedores, pero que encierra la clave del éxito. ¿Sabes por qué?

Porque la prueba implica acción, es decir, se trata de una persona que tuvo la valentía de salir de su zona de confort, que está en proceso de vencer sus miedos, que entiende que requiere adquirir conocimiento y desarrollar habilidades y que, en especial, está dispuesta a luchar por sus sueños con pasión. Eso, precisamente, es lo que ha hecho Iria a lo largo de los últimos veinte años.

Por otro lado, el error, que tanto pánico provoca, es la mayor fuente de aprendizaje. Si no te equivocas, no aprendes, esa es una premisa que muchos desconocen o, peor, que omiten. Así, entonces, por el miedo al error, por el miedo al qué dirán, no avanzan. Iria dio el primer paso y luego cometió varios errores que le indicaron cuál era el camino correcto y la fortalecieron.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Iria Álvarez llegó al mundo del marketing digital de la mano de mi buen amigo Benlly Hidalgo.


Consultora de imagen, marketing y comunicaciones, Iria Álvarez es otra de las coautoras de ‘¡Tú puedes!’, mi último libro ‘bestseller’. Es una mujer moderna, del siglo XXI, y su mayor éxito ha sido aprender a conciliar la vida laboral con la personal sin renunciar a ser mujer, esposa y madre feliz.


Iria estudió Imagen y Sonido y luego complementó con Comunicación Audiovisual. Ese fue un conocimiento que le abrió puertas y le dio la posibilidad de vivir grandes experiencias en el mundo corporativo, ofreciendo su talento a empresas reconocidas del mercado. Fue, como es habitual, la escuela primaria de su formación profesional, pero pronto ella se dio cuenta de que quería más.

Fueron diez años de increíble enriquecimiento intelectual y personal, aunque estar entre esas cuatro paredes le hizo sentir que se limitaba su horizonte. Era la número uno de España en el ramo de la organización de eventos y la producción audiovisual, pero quería más. Entonces, abrió las alas y voló. Lo hizo tan alto como pudo y disfrutó el aprendizaje, las experiencias y las alegrías.

Sin embargo, le faltaba conocer la otra cara de la moneda: la crisis económica de 2012 la obligó a cerrar su empresa y a vivir experiencias que no estaban en sus planes. Tuvo que asumir los errores y, lo más duro, desprenderse de esas personas que durante tanto tiempo la habían acompañado en esta aventura y que le habían ayudado a construir algo bueno. “Nunca estás preparada para eso”, dice.

Ese tropiezo le hizo entender que un negocio es mucho más que una empresa constituida en el papel, que una nómina que hay que pagar a fin de mes. Pasó tiempo antes de que pudiera digerir ese golpe, porque la angustiaba la suerte de las demás personas. Entró en un estado de transición en el que le costó reordenar los pensamientos y volver a darle un rumbo claro a su vida.

“No sé por qué, pero la vida te va poniendo en el camino las respuestas que buscas. Así, hace 5 años se cruzó en mi ruta Benlly Hidalgo y con él, el Padrino Álvaro Mendoza”. Fue cuando comenzó esta apasionante aventura del marketing digital, la pieza que le faltaba al rompecabezas. “Tenía claro que plantear estrategias de comunicación audiovisual, solo con video y fotografía, ya no era suficiente”.

El mundo online empezaba a abrirse camino y había otros medios más rápidos para comunicar, también otros lenguajes y, sobre todo, otros públicos. Había que reinventarse, había que mostrar de nuevo la rebeldía, había que echar mano de su inconformismo y de la resiliencia. “Todo ha sido para bien, aunque no todo es bonito, y lo dice alguien que pasó una quiebra de 6 cifras”, afirma.

Sin embargo, eso lo sabe Iria, es parte del proceso. “Incluso, de esa quiebra me quedo con lo bueno”. Lo más duro de aprender fue que no siempre se algo como la quiebra es un fracaso. Es, más bien, una fase de aprendizaje necesario. Si no hubiese sucedido todo aquello, no sería quien soy, ni estaría donde estoy ahora, dice convencida y fortalecida por aquella experiencia.

Otro aprendizaje forzoso e incómodo fue el de darles la cara a los acreedores. “Te comen a llamadas y es muy duro”, asegura. “Me lo tomé como parte del proceso y con trasparencia y sinceridad conservé el mismo número de teléfono y les respondía a todos”, agrega. ¿Moraleja? “Este episodio me dejó muchas lecciones, pero la más importante es que nunca te rindas”.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Iria es una historia inspiradora para otras mujeres que sueñan con una vida propia, con hacer lo que las apasiona.


La fotografía fue la primera de sus pasiones, pero la vida la llevó por distintos senderos en los que pudo desarrollar múltiples habilidades. Es una docente al ciento por ciento y se dedica a transmitirles a las nuevas generaciones el conocimiento que, en su momento, a ella le hizo falta.


Y no se rindió. “Cuando aparecen en mi vida Benlly y Álvaro es cuando descubro la verdadera importancia de comunicar visualmente a través del mundo online. Una estrategia que combina imagen, ‘branding’, publicidad y marketing digital. En estos 5 años no he parado de formarme y de diseñar estrategias únicas para mis clientes, y soy ‘partner’ de marcas de reconocido prestigio”.

Por supuesto, está mejor preparada que antes, que cuando una crisis se la llevó por delante. “El mayor aprendizaje adquirido fue que a veces hay que caer”. Sin duda, ese es parte fundamental del proceso, pero lo mejor es levantarse, sacudirse el polvo y seguir adelante, incorporando nuevo conocimiento, desarrollando otras habilidades, estableciendo contactos y alianzas estratégicas.

Eso es, justamente, a lo que se dedica Iria y echa mano de los que para ella son los tres componentes indispensables para alcanzar el éxito: “pasión, formación y dedicación”. La verdad, me cuesta trabaja saber de cuál de ellos es más alta la dosis que aporta Iria. Lo mejor es que tiene la capacidad de transmitirlo a otros, de enseñarles a las nuevas generaciones cuál es la realidad.

Su misión es que no cometan los mismos errores que ella cometió en el pasado, que entiendan que el único camino posible es el del conocimiento continuo, el del aprendizaje permanente. “Ojalá en aquel momento hubiera sabido lo que sé hoy”, dice. “El problema fue que la empresa creció y se hizo más grande de lo que yo sabía gestionar en ese momento”, confiesa.

Por eso, no teme aconsejar a los que apenas empiezan: lo más importante es que crean en ellos y en su sueño, que se formen con los mejores y que trabajen en ello como si el día no tuviese fin”. Y que estudien, que se preparen, reafirma. “Me interesa que no fracasen en su emprendimiento o no caigan en una deuda como lo hice yo porque en aquel momento porque nadie me enseñó”, agrega.

Poco a poco, Iria aprueba las asignaturas que la vida pone en su camino. La más reciente, una que la llenó de felicidad y le descubrió un nuevo horizonte: ser madre. Hace pocos meses nació Alma, su primogénita, una extraordinaria inyección de vida para continuar luchando por sus sueños. ¿Cuáles? “Organizar eventos en Miami, estar en el escenario del otro lado del charco”, afirma entre risas.

Y, por supuesto, seguir haciendo camino al andar, seguir ayudando a los jóvenes emprendedores para que no se frustren, para que no tiren la toalla, para que cristalicen sus sueños. Todavía tengo muchísimo tiempo para plantearme retos y metas y eso es lo que más me gusta”, dice Iria. Sí, ya sabemos que no es de las que se conforman, sino de las que dejan volar la imaginación.

“Lo que más me enorgullece es ser quien soy después de lo que pasé, porque pensé que no volvería a emprender”. El gran triunfo de Iria Álvarez es que halló la forma de conciliar, en vez de sacrificar y de renunciar: conciliar una vida como mujer libre, independiente y exitosa, capaz de caer y levantarse, de errar y reinventarse, sin renunciar a ser una mujer, esposa y madre feliz.