Viaja en primera clase, llega a sus eventos en una lujosa limusina blanca y sueña con vivir en un penthouse con vista al mar, un gusto que, sin duda, pronto se dará. Un drástico cambio de estilo de vida para quien a los 8 años era lo que en México llaman un cerillo, el humilde niño empacador del mandado en las tiendas de comida de autoservicio.

“Me tocó un contraste brutal: mis padres se divorciaron y me fui a vivir con mi madre, pobre. Por el otro lado estaba mi padre, un millonario egocentrista en extremo. Tenía padre y tíos muy ricos, pero mi realidad de niño era la pobreza. Los dos extremos de la misma esencia”, cuenta con descarnada honestidad Eduardo Cortez, cariñosamente Lalo.

Sin madurez para entender esa realidad, sin herramientas para cambiarla, el pequeño Lalo se dedicó, entonces, a acuñar los sueños que, años más tarde, pudo cristalizar. “Mi anhelo era resolverle a mi madre los temas financieros”, dice. El modelo que copió fue su abuelo materno, un hombre rudo, de rancho, de campo, que creció con el siglo.

Aquel viejo, a su manera, logró descifrar el sistema financiero y le inculcó sus principios al joven Lalo, que no se demoró en empezar a cuestionar los por qué de ese complicado ámbito de los números. “Lo más difícil fue vencer un mundo que me decía que era pobre, que en México no había suficiente para todos. Lo más difícil fue cambiar mi mentalidad”.

La semilla había sido sembrada cuando se desempeñó como cerillo, un oficio que no es considerado como un empleo, al que no se le otorga un sueldo, al que no se le fija un horario. Trabaja única y exclusivamente en función de los resultados, que solo se da si hay un adecuado manejo de los clientes y, por supuesto, un inmejorable servicio.

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Lalo Cortez acumuló experiencia y conocimiento en eventos presenciales y dio el paso al mundo virtual.

Sin querer queriendo, el niño Lalo cursó empíricamente la primaria, el bachillerato y la educación superior del mundo de los negocios, se preparó para la misión que la vida le tenía encomendada para después. Entre los 17 y los 20 años, por única etapa en su vida, fue empleado: trabajó simultáneamente en tres empresas, programando computadoras.

Ese período le dejó una doble ganancia: conseguir el objetivo de brindarle a su madre la oportunidad de dejar de trabajar, porque su salud estaba minada por la rudeza con que la había tratado la vida; además, se convenció (porque se había dado cuenta mucho antes) de que ese no era el proyecto de vida que quería seguir, de que esa no era su felicidad.

“Desde que logré ser dueño de mi tiempo a los 20 años, jamás volví a ser empleado. Lo más difícil fue asumir la responsabilidad absoluta de mi dinero y de mis decisiones financieras. Ya no tendría un cheque al final de la quincena y, aunque a veces se gana mucho más, no se sentía así”, relata. Es que la percepción no siempre es igual a la realidad.


“Si en verdad deseas alcanzar el éxito, no pidas menos problemas: pide más
fortaleza para enfrentar los problemas y superarlos. Los problemas cambian,
pero nunca desaparecen. Están ahí para enseñarnos a entender la vida” dice.


Sin embargo, si algo estaba claro en su mente es que nunca más volvería a emplearse. Costara lo que costara. “Jamás pensé en tirar la toalla. Regresar a trabajar como empleado es la peor de las decisiones que una persona puede tomar”, asegura. Se había echado al agua, en medio de la turbulencia, y había que mantenerse a flote.

Antes de llegar a la orilla, en todo caso, una fuerte corriente lo arrastró “En septiembre de 2014, el huracán Odile golpeó Cabo San Lucas y destruyó la ciudad. Las pérdidas fueron gigantescas para todos y levantarme de ese retroceso fue una tarea gigantesca”, recuerda. Sin embargo, lo logró: se levantó y hasta hoy nada ni nadie pudo detenerlo.

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Tras cinco años de trabajo, Lalo logró impactar hasta ahora más de 3.500 vidas.

“Hoy, Lalo Cortez es un hombre que logró convertir su origen de pobreza extrema en inspiración y conocimiento para los latinos de todo el mundo. Inspiración para lograr tres propósitos fundamentales: preparación en su alma, dinero en su bolsillo y paz en su corazón”, dice, y se define como coach financiero, de negocios y de reingeniería humana.

Fruto de su experiencia de vida, del aprendizaje que significó cambiar esa dura realidad de una niñez con múltiples carencias, desarrolló un sistema de entrenamientos llamado El sendero del alquimista. Enseña a otros a transformar su vida a través de un cambio de conciencia y una profunda comprensión de los temas financieros y emocionales.

¿De dónde surgió esto, que para algunos se antoja etéreo? “De asumir responsabilidad absoluta de mi vida, en todos los sentidos; de sobarme las heridas después de cada fracaso o retroceso, pero solo por un rato, para volver a la carga y seguir avanzando; y de aprender, aprender y aprender. Y, lo más importante, de no temerles a los errores”.


El sueño dorado de Lalo Cortez es llenar un auditorio de 10.000 personas y
poder transmitirles su mensaje, que aprenda de su experiencia de vida.
Sabe que ese momento llegará y se prepara para disfrutarlo al máximo.


Según Lalo, “mucha gente vive su vida procurando no equivocarse, en contravía de la mayoría de los libros sobre el éxito que te dicen que es de los errores de lo que más se aprende. Vivir evitando los errores hace que nuestra tolerancia al fallo sea bajísima, que perdamos la paz interior con facilidad y que nos demoremos en admitir una equivocación”.

Por las circunstancias a las que la vida lo enfrentó, Lalo descubrió que permanentemente estamos sometidos a un dilema: acertar, y disfrutarlo; o errar, y aprender. “Errar no es tan agradable, pero si lo tomamos con algo de sabiduría, aprendemos y si el error es grande, aprendemos un montón”. Él, por ejemplo, obtuvo grandes lecciones.

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Lalo Cortez es un modelo de constancia, disciplina, ganas y hambre de aprendizaje.

“El error más costoso que cometí fue que en cierta etapa de mi vida, en la que tenía los negocios funcionando ‘a la perfección’, me dormí en los laureles y dejé de aprender. Con el tiempo, la vida me pasó factura por ese detalle”, confiesa. Una metida de pata que hoy celebra, que agradece, porque le abrió los ojos y le amplió el panorama de la mente.

Por eso, su obsesión, más que obtener resultados para mostrar, es cimentar un futuro en el que pueda sentirse tranquilo. ¿Cómo lo hace? Aprendiendo, capacitándose. Por eso, fue uno de los pioneros de Comando Secreto, el grupo élite de emprendedores que hace poco estuvo en República Dominicana bajo la égida de Álvaro Mendoza y Gus Sevilla.

Aunque la primera impresión fue la de una persona tímida y reservada, tan pronto comenzaron las actividades prendió motores y demostró que su hambre de conocimiento es insaciable. Y no es para menos, si dentro de su plan de vida son varias las asignaturas pendientes, y fiel a su mentalidad ganadora las quiere aprobar con nota sobresaliente.

“Mi sueño es presentar mis entrenamientos en las 4 o 5 ciudades de Estados Unidos con mayor presencia de latinos y aprovechar las ventajas de internet para llegar a la mayor cantidad de personas posible”. Por lo pronto, tras cinco años de trabajo básicamente a través de eventos presenciales, logró impactar las vidas de más de 3.500 personas.

“Lo que más me satisface es cuando mis egresados me buscan y me dicen que soy un ángel en su vida, que le agradecen a Dios por el día en que me crucé en su camino. Es algo que no esperaba. Sé que me debo a ellos y este conocimiento, esta investigación, esta experiencia, son para ellos, para mi gente”, concluye.


¿Quieres saber más de Lalo Cortez?
Web:
http://lalocortez.com/
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