Durante años, muchas décadas, imaginamos que este momento iba a llegar. Es más: anhelábamos que llegara, confiados en que lo íbamos a disfrutar, de que nuestra vida sería diferente y mejor. Eran ideas, imágenes, que nos alimentaba la ciencia ficción y que, de un día para otro, gracias a internet y su infinito poder, irrumpieron en nuestra vida cotidiana.

En todos los ámbitos de esa vida cotidiana. Algunos cambiaron de manera drástica, otros no pudieron cortar el cordón umbilical con el pasado y desaparecieron y otras se incorporaron a esa nueva realidad. Algunas la transformaron de manera maravillosa, mientras que otras con el paso del tiempo se han convertido en un acertijo, un dolor de cabeza, una preocupación.

¿Por qué? Porque cada día son más las actividades y labores en las que el ser humano se ve desplazado por la máquina (la misma a la que tanto esperó). Y los pronósticos apocalípticos de algunos nos pintan un escenario similar al de la zaga Terminator, es decir, un mundo en el que el hombre está subordinado a las máquinas que él mismo creó. ¡Una gran paradoja!

No podría decirte de plano que eso no va a suceder, entre otras razones porque no tengo un solo argumento para respaldar mi afirmación. Creo, sin embargo, que el ser humano es la mejor creación de la naturaleza, la única perfecta, capaz de realizar tareas o labores que la computadora (o máquina) más potente y poderosa quizás jamás puedan llevar a cabo (quizás).

¿Por qué? Porque el ser humano cuenta con dos características únicas de esta especie, que jamás podrán ser incorporadas a una máquina. ¿Sabes cuáles son? Inteligencia y emociones. Sí, ya sé que podrás decirme que ya existe la inteligencia artificial, pero a diferencia de la del hombre esta es limitada, depende exclusivamente de los datos con los que se la programan.

La del ser humano, en cambio, es ilimitada. Y hay mil y una formas de cultivarla, de expandirla, de potenciarla. El conocimiento (la lectura, por ejemplo), las experiencias y los errores (propios o ajenos) son fuente inagotable de aprendizaje. Puedes aprender todo lo que quieras, de todo lo que quieras: no hay límites. Y con esos recursos puedes lograr grandes transformaciones.

Ciertamente, hay labores mecánicas, repetitivas y que requieren una dosis menor del gran poder de la inteligencia humana, son susceptibles de automatizar. Con el beneficio adicional de la reducción de costos, de tiempo y mayores ventajas para el usuario. ¿Un ejemplo? Los cajeros electrónicos. ¿Otro? Las aplicaciones de compras de nuestros teléfonos inteligentes.

Es inevitable, eso sí, que algunas personas ocasionalmente pierdan su empleo, como los cajeros del banco o dependientes de tiendas y comercios. Por fortuna para ellos, la inteligencia de la que están dotados y su ilimitada capacidad de adaptación y aprendizaje les permite dedicarse a otras labores, desarrollar habilidades y aprovechar sus talentos en algo distinto.

Más allá de esta dolorosa situación, esta moneda, como cualquier otra, tiene dos caras. La positiva es que la irrupción de la tecnología y sus poderosas herramientas abrió fuentes de trabajo que en el pasado ni imaginábamos. ¿Por ejemplo? Analista de datos, especialista en Inteligencia Artificial, desarrolladores de software, entre otras. Y cada día surgen más.

“Muchos trabajos rutinarios serán paulatinamente asumidos por las máquinas, dejando las tareas más complicadas a los humanos que poseen habilidades interpersonales”, dice James Timbie, académico de la Universidad de Stanford, que ha investigado el tema en profundidad. “Las labores para humanos serán las que requieran de destrezas que, por el momento, no están al alcance de las máquinas”.

“Por el momento”, aclara. No sabemos qué puede ocurrir después, en algunas décadas. ¿A qué tipo de tareas se refiere? La educación, la prestación de servicios de salud o la creación de arte, entre otras. ¿Preocupante? Quizás. Sin embargo, para el investigador del MIT Joseph Paradiso cree que es difícil que se dé un desplazamiento total del humano por las máquinas.

“La creatividad es una capacidad humana que probablemente las máquinas nunca puedan desarrollar por completo, y por lo tanto, uno de los campos en los que habrá siempre habrá oportunidades de trabajo en el futuro”, asegura. Ojalá tenga razón. Por lo pronto, los CEO de 500 empresas, consultados al respecto, privilegian las habilidades personales a las labores automatizadas.

Esa fue la conclusión más importante que arrojó un estudio realizado por el Instituto de Investigación de Stanford y la Fundación Carnegie Mellon en 2008. Es decir, antes de que se encendieran las alarmas por este temor por el avance de la tecnología. Para los consultados, el 75 % del éxito en el trabajo a largo plazo se deberá a las habilidades blandas y solo el 25 % a las técnicas.

Más adelante, en 2011, una encuesta de Career Builder, el mayor sitio web de empleo de los Estados Unidos, entre encargados de los departamentos de relaciones humanas, determinó que los procesos de selección privilegian las habilidades emocionales sobre las capacidades técnicas. Resaltaron, además, que aprecian que los candidatos exhiban inteligencia emocional.

¿Cuáles son esas destrezas o habilidades emocionales tan importantes? Creatividad, resiliencia, asertividad, colaboración, flexibilidad, capacidad de negociación y otras que en el entorno laboral se traducen tanto en una mejor convivencia como en mejores resultados. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que cualquier ser humano las puede aprender, desarrollar.

¿Algo más? Los emprendedores, por fortuna, vamos unos pasos delante del resto en este camino. ¿Por qué? Porque esas destrezas, esas habilidades emocionales, son herramientas imprescindibles en nuestro quehacer. Cada día más, el mercado nos exige desarrollarlas y, también, compartirlas con otros, enseñarles a otros cómo usarlas, cómo potenciarlas.


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La tecnología es maravillosa y la necesitamos, pero nada sustituye el encanto de las relaciones emocionales.


La tecnología es maravillosa y nos cambió de la vida de muchísimas formas increíbles. Sin embargo, también nos obligó a crecer, a evolucionar, a adaptarnos a las nuevas condiciones del mercado. ¿Cómo hacerlo? Es necesario desarrollar estas 10 habilidades emocionales.


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Estas son las más demandadas:

1.- Inteligencia emocional.
Es la capacidad de gestionar tus emociones, que son traviesas y caprichosas. En especial, en situaciones en las que estás en desventaja, en las que no puedes reaccionar por instinto

2.- Resolución de conflictos.
Los problemas brotan por doquier, quizás lo sabes, más cuando te relacionas con clientes, con otras empresas. Como dice el dicho, “es mucho mejor un mal arreglo que un buen pleito”

3.- Pensamiento crítico.
Bien vale la pena tomarse unos segundos para analizar la situación, ver los pro y los contra, antes de tomar una decisión a la ligera. También, hay que saber usar la información disponible

4.- Toma de decisiones.
Una asignatura pendiente para la gran mayoría. Porque no se atreven a tomarlas, y se quedan estancados, o porque deciden mal. La capacidad de asumir el riesgo y la responsabilidad es clave

5.- Creatividad.
Si eres capaz de pensar por fuera de la caja, ya tienes una ventaja sobre la mayoría. No tienes que reinventar la rueda, pero sí puedes imprimirle tu sello a lo que haces, ser innovador

6.- Orientación al servicio.
Otro tema álgido, en especial entre los negocios y empresas que ofrecen servicios al público. Que ironía, ¿cierto? La empatía y la escucha atenta te ayudarán a servir mejor a los demás

7.- Relacionarse.
En el mundo de los negocios del siglo XXI, el networking, las alianzas estratégicas y las sociedades son indispensables. Es necesario dejar de competir y aprender a coopetir

8.- Negociación.
Antes de pedir, antes de vender, primero tienes que dar. Esa es una ley de la vida y, claro, de los negocios. Y el mercado quiere algo más que transacciones: intercambio de beneficios

9.- Colaboración.
Nadie, absolutamente nadie, ascendió el Everest en solitario. Debes rodearte de personas mejores que tú, que te enseñen y te inspiren. Y que te ayuden a servir a más personas

10.- Flexibilidad.
De pensamiento, principalmente, pero también de acción. Eso significa saber adaptarte a las circunstancias, aprender a modelar lo que a otros les ha resultado. Cambia, todo cambia…

La clave para entender que debemos desarrollar y aprovechar las poderosas herramientas humanas radica en que la vida y los negocios no son meras transacciones económicas. Se trata, más bien, relaciones a largo plazo basadas en la confianza y la credibilidad que, por si no lo sabías, están estrechamente relacionadas con las habilidades (destrezas) emocionales.

No poseo una bola de cristal que me permita adivinar el futuro y soy de aquellas personas que, más bien, se concentran en aprovechar lo que la vida les brinda y lo ponen al servicio de otros. Soy un eterno aprendiz, intento aprender cada día y disfruto mucho al desarrollar habilidades y, sobre todo, al establecer relaciones con seres humanos, de los de carne y hueso.

¿La tecnología? Bienvenida. Es maravilloso lo que hace por nosotros. Es increíble su poder, las barreras que nos ha dado la posibilidad de superar. Y es una gran aliada en mi trabajo. Sin embargo, nada, absolutamente nada, sustituye la calidez de un abrazo, la alegría de una sonrisa, la indescriptible sensación de compartir emociones. Eso ninguna máquina te lo proporciona…