El ser humano, en general, le teme al error. De hecho, muchas personas le tienen verdadero pánico y procuran evitarlo a toda costa. Inclusive, prefieren quedarse congeladas, no hacer nada, con tal de huirle al error. Y esa, amigo mío, no es la actitud. En la vida y en los negocios, la más rica fuente de aprendizaje, así sea de doloroso aprendizaje, es el error. Si nunca erras, nunca aprendes.
Ese es uno de los obstáculos más grandes que los emprendedores elevan en su camino, uno que a veces, muchas veces, arruina sus sueños. El problema es el miedo, pero lo manifiestan de diversas maneras: “no tengo tiempo para empezar un negocio”, “en este país es muy difícil hacer empresa, por los trámites y los costos”, “comienzo cuando tenga los recursos y las herramientas necesarias”.
Estas y muchas otras frases más hacen parte del arsenal de excusas con las que algunos pretenden justificar su incapacidad para tomar acción. La verdad, sin embargo, es que tienen pánico de equivocarse, de comenzar un camino y hallarse con dificultades que venzan fácilmente su resistencia. Entonces, acuden a lo fácil: se pegan a una excusa y siguen en su zona de confort.
No recuerdo cuántas veces me he equivocado, porque entre otras razones es imposible llevar una cuenta precisa. Me equivoco todos los días, de múltiples formas, en los diferentes niveles de la escala: errores graves y otros elementales. Por supuesto, son situaciones que responden a mi condición de humano y a ese aprendizaje continuo que significa cada día que me regala la vida.
Por las enseñanzas de mis padres y de mis mentores, hace mucho les perdí el miedo a los miedos, si vale la redundancia. No es que me gusten, no es que los tolere, solo que entendí a aceptarlos como parte del proceso, como algo natural. De hecho, aprendí a exigirme más, a dar lo mejor de mí en cada actividad que emprendo con la mira puesta en cometer pocos errores, o ninguno.
Sin embargo, ¿sabes qué es lo mejor? Que aprendí a capitalizar los errores, es decir, a sacar provecho de ellos. No a verlos como enemigos, sino como oportunidades. Inclusive, te confieso que algunos de mis mejores productos, que algunos de mis éxitos surgieron precisamente de un error o de un fracaso. Eso, sin duda, es uno de los mejores consejos que puede brindarte.
Por eso, me llamó mucho la atención lo que ocurrió en México, con la cantante y actriz Edith Márquez Landa como protagonista. La recuerdo porque fue parte del grupo Timbiriche, famoso en los años 80, que también integraban entre otras Thalía y Paulina Rubio. Visitaron Colombia en 1987, cuando aún vivía allá, para participar en el Concierto de conciertos.
Resulta que en distintas calles de Ciudad de México se exhibieron, a comienzos de noviembre, unas grandes vallas anunciando el próximo concierto de la popular intérprete en el DF. El problema fue que las vallas tenían un error que fue rápidamente detectado por los ciudadanos y que, como es habitual por estos tiempos de la revolución digital, de inmediato se hizo viral.
¿Cuál era el error? Que la enorme pancarta no decía cuándo, ni dónde sería el concierto. Peor aún, se leía “Día – Mes – Ciudad (venue)” en el lugar que debería haber consignado la información. No era difícil descubrir que el responsable de aquel fallo fue la persona que tenía a su cargo la aprobación del arte final, pero lo cierto es que nadie del círculo cercano a la artista se percató.
Y las vallas fueron impresas y exhibidas en diferentes puntos del DF. La polémica no tardó en encenderse: que quién era el responsable, que cómo se llamaba el copy encargado de las piezas, que cuánto afectaría este error la imagen de la cantante, que si las ventas se verían disminuidas por este suceso, en fin. Lo curioso fue que la única que guardó silencio fue Edith Márquez.
Ese, sin duda, fue su primer acierto. La conducta habitual cuando cometemos un error es salir a justificarlo y/o a negarlo, lo que se traduce en daños mayores. Normalmente, obedece a un impulso incontrolable que nos conduce a una nueva equivocación, es decir, que aumenta el error original. Por eso, antes de actuar hay que pensar, y más en el caso de una figura reconocida.
Ser honesto y humilde son dos cualidades que el mercado te exige, que asume que incorporas, pero que también sabe valorar especialmente cuando haces gala de ellas ante una equivocación. Tienes que aprender a lidiar con el error, porque es inherente al ser humano, pero también debes saber capitalizarlo y extraer el aprendizaje que se desprende de él. Ese es el arte de la sabiduría.
Aunque el nombre de Edith Márquez no te suene conocido, es una celebridad en México y no solo como cantante, sino como actriz. Formó parte del elenco de la telenovela Papá soltero, emitida entre 1987 y 1994, que obtuvo altísimos niveles de audiencia en toda América Latina. Entonces, era obvio que tenía una imagen que proteger, una marca que llamaba a la prudencia.
Lo que la artista hizo no pudo ser más genial y desconcertante: mientras la prensa la buscaba por doquier, en silencio apareció en el lugar donde estaba ubicada la valla que desató la polémica y, con gran sentido del humor y espontaneidad, la arregló. ¿Qué hizo? Pego tres hojas adhesivas con la información que hacía falta: “Día: 15 – Mes: Noviembre – Lugar: Auditorio Nacional”.
“Para todos los que ya se enteraron que tengo un concierto, síganme”, dijo Márquez antes de bajar de su vehículo. Luego pegó los adhesivos he hizo un llamado a sus fans: “Los espero este 15 de noviembre en el Auditorio Nacional. ¡Comienza la cuenta regresiva!”, agregó. El video, de solo 28 segundos de duración, fue publicado en su perfil de Twitter y acumula 300.000 reproducciones.
Los seres humanos, ¡todos!, estamos expuestos al error. De hecho, nos equivocamos a diario, más veces de las que nos gustaría aceptar, inclusive sin darnos cuenta. Por supuesto, hubo quienes quisieron sacar provecho de este desliz y poner en aprietos a la artista, pero su genial reacción les cortó las alas de un tajo. Y al final, a pesar de cómo comenzó la polémica, fue la gran ganadora.
¿Por qué? Porque si no se hubiera dado el error, el mensaje del concierto no habría circulado de forma tan rápida y tan efectiva. De la manera en que se dieron los hechos, es seguro que hasta los que no son fans de Edith Márquez se enteraron del concierto, de la fecha y del lugar. Y, claro está, la artista salió muy bien librada gracias a que transformó un penoso error en una oportunidad.
No seas intolerante con el error, no lo conviertas en un amigo, porque esa puede ser tu perdición, y más en los negocios digitales en los que el mínimo fallo se magnifica y se hace viral en segundo. Sé tolerante con las equivocaciones, sé humilde como lo fue Edith Márquez Landa, y aprende de ellas. Y, claro está, igual que la artista mexicana, un poco de buen humor nunca está de más…