A todos, absolutamente a todos, nos ha ocurrido más de una vez. Por ejemplo, después de dar mil y una vueltas, por fin comenzamos a escribir ese reporte que es crucial en tu estrategia y, cuando estás a punto de terminar, tu computador se apaga y… ¡pierdes el trabajo! O suena el teléfono mientras cocinas el arroz, te distraes y, cuando regresas, estás al borde del incendio…

Cada día, sin falta, la vida nos enfrenta a la frustración, esa emoción que suele hacernos pasar malos ratos. Se deriva del latín frustratio, que significa “engaño, decepción, desencanto”. El diccionario nos dice también que es “Privar a alguien de lo que esperaba” o “Malograr un intento”. Y de fracaso nos dice que es “Suceso lastimoso, inopinado y funesto”.

Definitivamente, es una palabra con una poderosa carga negativa a la que le permitimos hacer de las suyas en nuestra vida. Porque, seguro lo has vivido, la mayoría de las veces en las que aflora la frustración son situaciones intrascendentes o de rápida solución. Nada definitivo, nada que te marque para el resto de tu vida, que se convierta en un enemigo invisible.

El problema, porque siempre hay un problema, es que a partir de esa carga negativa que tiene esta palabra nos escudamos, es decir, nos excusamos. Sí, utilizamos la frustración para evitar asumir la responsabilidad o para alivianar la carga de una mala decisión que, a lo mejor, solo fue la respuesta a un impulso emocional momentáneo. Es algo que sucede todos los días.

Como cuando compras algo que, en el fondo, de manera consciente, sabes que no necesitas o que, en el mejor de los casos, no lo necesitas ya, ahora. Sin embargo, no resistes la tentación y lo llevas. Después, cuando llega el extracto de la tarjeta de crédito, cuando tu hijo te pide algo para el colegio que sí es importante y no tienes el dinero, aflora la bendita emoción.

Resulta curioso, así mismo, que a pesar de que nos enfrentamos a la frustración todos los días, sin excepción, no nos acostumbramos a ella, no aprendemos a lidiar con ella. Y, créeme, si la conoces más allá de lo obvio, si encuentras la forma de quitarle el poder que le concediste, hasta puede convertirse en una buena compañía o, algo mejor: en la mejor de las maestras.

Cuando aún vivía en Colombia, convivía con la frustración. Como si fuéramos pareja. Estaba frustradoporque, a pesar de que amaba mi trabajo como sicólogo clínico, cada 3 o 6 meses se terminaba el contrato y era una odisea la renovación. Y mi consultorio privado, que se veía como solución, permanecía desocupado: ¡no había pacientes! ¿Comprendes mi frustración?

Ese sentimiento de no recibir de la vida y de mi profesión lo que deseaba, además del cansancio acumulado de tropezar una y otra vez con la misma piedra, me llevaron a tomar una decisión drástica. Sí, aquella de armar mis maletas con lo básico (incluidos mis sueños), dejar atrás la vida que llevaba, despedirme de la señora Julita, mi madre, y tomar un avión a EE. UU.

A lo largo de más de 25 años, he cumplido mis sueños, incluidos muchos que no había forjado entonces, que aparecieron en el camino. Y, claro, no podía faltar, he lidiado con la frustración tantas veces que ya perdí la cuenta. Tantas, que una persona que no sea tan terca como Álvaro Mendoza, tan persistente como Álvaro Mendoza, tan convencida como Álvaro Mendoza, habría desistido.

De cierta forma, aunque suene contradictorio, fueron esas repetidas frustraciones las que se convirtieron en mi principal motivación, en el combustible de mis sueños. Aprendí no solo a lidiar con ellas, a superarlas, a dejarlas atrás, sino también a transformarlas en oportunidades y en valioso aprendizaje para no repetir los errores. Hoy, mi convivencia con la frustración es muy feliz.

La frustración suele estar conectada con altas expectativas, casi siempre imposibles de conseguir, al menos con la rapidez que deseamos. Además, es muy amiga de otras emociones que habitualmente nos ponen en aprietos. Y, por último, como no podía ser de otra manera, se relacionan con nuestros miedos, creencias limitantes y la dependencia de los demás.

Esas, precisamente, son las razones por las cuales a veces es tan complicado lidiar con la frustración. Sin embargo, no pienses que la pelea está perdida. Como cualquier otra emoción, a la frustración la puedes controlar, puedes evitar que te incomode. No te molestes, tampoco te ilusiones con que la eliminarás de tu vida, porque podrías perderte sus beneficios.


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La frustración, a pesar de su carga negativa, es un llamado de atención representa una oportunidad.


Estos son algunos. Los comparto para que los aproveches:

1.- Aceptar que no eres perfecto. No siempre las cosas salen como las pensamos, como las planeamos. De hecho, ¡a veces salen mejor! Identifica la situación que provocó la frustración, descubre el origen del fallo y aprende. Y, claro, bájales a las expectativas, entiende que todo en la vida es parte de un proceso y que la clave del éxito radica en respetar el paso a paso.

En el caso de los emprendedores, la frustración está a la vuelta de un clic. Cada día es así. Haces una encuesta y nadie responde, lanzas un curso y vendes dos o tres cupos, pones en marcha una campaña de captación de clientes y te llegan prospectos no cualificados, en fin. No es el fin del proceso: revisa, corrige y vuelve a probar, esta vez con expectativas más reales.

2.- Tomarte una pausa. Los seres humanos en general, pero los emprendedores en especial, vivimos a mil por hora. Como si esa fuera la condición necesaria para lograr los objetivos que nos proponemos. Bájale al estrés, a la histeria, al afán de querer ir del punto A al punto Z en un solo paso. Tómate una pausa, respira, mira la situación en perspectiva y reanuda la marcha.

En el caso de los emprendedores, el tristemente célebre síndrome del emprendedor solitario y la tendencia a asumir TODAS las tareas nos agobian. Asóciate, busca ayuda idónea (la hay, y muy buena, en internet) y aprende a delegar. Vive y disfruta la vida, descansa y pasa tiempo de calidad contigo mismo. Y, sobre todo, baja esas expectativas que te generan tanta ansiedad.

3.- Ser tolerante. No es fácil, lo sé. Sin embargo, es indispensable para lidiar con la frustración. Las dificultades son parte del proceso y, ya lo mencioné, son fuente inagotable de aprendizaje valioso. Nos equivocamos, somos débiles, nos incomodan las críticas y tenemos límites que no queremos reconocer. Sé tolerante, porque eres mejor que todo eso, eres un ser humano.

En el caso de los emprendedores, la dosis de tolerancia que se requiere es mayor. ¿Por qué? Porque las frustraciones son frecuentes. Un tropiezo de estos no es más que una alerta que se prende para indicarte, para enseñarte que no vas por el camino correcto. Una alerta para que revises, reconsideres, para que no te obsesiones. Ser tolerante aclarará tus pensamientos.

4.- Enfocarte en lo positivo. Toda situación, por caótica que se nos antoje, tiene un lado bueno, positivo, constructivo. El peor de los fracasos, el más doloroso, lo incorpora, créeme. Cuando nos quedamos en esa situación que salió mal, la mente se distrae y, lo peor, perdemos lo único que no podemos recuperar: tiempo. Y, no lo olvides, el pasado es inmodificable.

En el caso de los emprendedores, los que aprendemos a lidiar con la frustración hacemos el duelo con rapidez, evaluamos lo sucedido para extractar el aprendizaje incorporada y luego lo olvidamos con rapidez. Solo así es posible mantenernos motivadas para seguir avanzando. Es tan fácil como crear un hábito, una respuesta consciente y efectiva a cada frustración.

5.- Entrar en acción. El arte del éxito en la vida, como en la guerra, radica en transformar tus debilidades en fortalezas. Son múltiples los ejemplos que nos ofrece la historia de la humanidad acerca de estos episodios. Igual el mundo de los deportes y, por supuesto, el de los negocios. Frustraciones que se transformaron en fortalezas para ganar batallas, para triunfar.

En el caso de los emprendedores, las frustraciones suelen ser la excusa perfecta para dejar a un lado tus sueños, para procrastinar, para mirar hacia otro lado como si nada. Por fortuna, aprendí que hay otro camino: aprovecharlas, controlar su impacto y aprovechar el poder que contienen para seguir más fuerte, con mayor convicción. Ya no me incomodan, me ayudan.

Aunque suene paradójico, valoro y agradezco cada una de las frustraciones que he vivido. Han sido grandes maestras y, a la vez, increíbles compañeras y confidentes en este viaje. Sin ellas, te lo aseguro, no estaría donde estoy, no habría alcanzado éxito y felicidad, prosperidad y abundancia. Lidiar con las frustraciones es una de las habilidades que más disfruto.

Las frustraciones son parte de la vida. No puedes evitarlas, pero sí aprender a lidiarlas, a llevarte bien con ellas y aprovecharlas. ¡Tú decides! Si eliges el camino de las frustraciones, vivirás preso de tus fallos y, lo peor, los repetirás una y otra vez, sin cesar. Si eliges tomar el control de tu vida, construir tu propio destino, quizás tienes una vida extraordinaria…


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