A pocos días de que termine el año, prácticamente todos los seres humanos dedicamos un ratico, aunque sea solo un ratico, para hacer un balance de lo que ocurrió en nuestra vida en estos últimos 12 meses. Lo que me causa curiosidad es que son pocas las personas, muy pocas, que pueden pararse frente al mundo y gritar que que superaron la prueba.
El hombre es un ser extraño: nunca está conforme con lo que tiene. De hecho, cuanto más tiene, más desea, y no me refiero exclusivamente al aspecto económico o material. Nos sucede también con los sentimientos. Sabemos que nuestra pareja nos ama, que nuestros hijos nos aman, pero andamos por ahí con un vacío enorme en el corazón.
No somos conscientes de lo que poseemos o, de otra forma, nos enfocamos primero en lo negativo que recibimos y solo en situaciones esporádicas reparamos en lo positivo. Y la verdad creo que prácticamente nadie puede decir que su vida está con saldo en rojo, porque más allá de enfermedades, dificultades y demás, el hecho de vivir ya es maravilloso.
Si tienes un hijo, seguro que él te presta toda su atención, agradece tu cariño, te busca para compartir su tiempo, se esmera en aprender lo que deseas enseñarle, en fin. Sin embargo, solo basta que se equivoque, que te desobedezca, y todo aquello pasa a un segundo plano, al baúl de los recuerdos. ¿El resultado? No disfrutamos lo que tenemos.
Lo más triste es que esa actitud se convierte en un hábito que aplicamos en todas las facetas de nuestra vida, incluido el trabajo, en los negocios. Nos mortificamos porque la competencia vende mucho, pero no valoramos los avances de nuestra empresa, que son significativos, que son consistentes, que son más de lo que en verdad esperábamos.
Nos enfocamos en lo negativo, repito, y esa actitud nos impide ver las herramientas poderosas con que contamos. En el caso de los marketeros, el problema adquiere matices especiales, dado que muchas veces ni siquiera nuestra pareja o familia entiende lo que hacemos y, sobre todo, por qué lo hacemos. La soledad, entonces, suele abrumarnos.
Y es en esos momentos en que estamos solos, quizás en medio de dificultades, que le abrimos la puerta a esa actitud negativa hacia la vida, hacia todo lo que nos rodea. Es, entonces, cuando entendemos que el dinero no hace la felicidad, porque la abundancia económica no puede comprar esa tranquilidad que solo conseguimos con felicidad.
Como sicólogo de profesión y como marketero por casi veinte años, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de mis padres y a la influencia positiva de mis mentores, entendí que tengo unos superpoderes increíbles. Es como si hubiera sido dotado con todas las habilidades sobrenaturales de los protagonistas de la película Fantastic Four. ¡Wooowww!
¿Conoces algo más poderoso que una sonrisa? Si acudiéramos a ella con
más frecuencia, con seguridad habría menos gente infeliz en este mundo.
La actitud positiva es un diferencial invaluable, un recurso muy poderoso.
Pero, antes de que me malinterpretes, hago una aclaración pertinente: esos superpoderes increíbles no son solo míos: seguro, absolutamente seguro, tú también los posees. De hecho, son intrínsecos del ser humanos, todos los poseemos. ¿Sabes en qué radica la diferencia? En que algunos no los usan o, peor aún, ni siquiera los reconocen.
Una de las quejas más frecuentes que escucho de los emprendedores, especialmente de los novatos, es que carecen de los recursos necesarios para triunfar. La verdad, no les creo: quizás no tengan el conocimiento, la experiencia y el músculo financiero de los que ya alcanzaron el éxito, pero eso de que no poseen los recursos es una mentira.
Si eso a lo que te dedicas es lo que te apasiona, lo que amas profundamente; si tienes vocación de servicio y deseas honestamente transformar tu vida y, a través de tu trabajo, ayudar a otros a transformar la suya, seguro que cuentas con invaluables recursos. Si lees de nuevo la frase anterior, verás que cuentas con un arsenal muy poderoso.
Veamos: pasión, vocación de servicio, honestidad, generosidad y capacidad para inspirar a otros. ¿Muy poco? Yo, en verdad, creo que es mucho. Si eso lo enfocas en ayudar a las personas correctas y lo respaldas con mayor conocimiento, con experiencia (que no es más que aprendizaje de los errores), con paciencia y buen marketing, te sorprenderás con los resultados.
Una de las mayores limitantes para los emprendedores, incluidos los que poseen experiencia, es que asumen la vida, su trabajo, como una competencia. Lo único que les interesa es superar a los otros actores del mercado, exhibir cifras que despierten envidia o generen exclamación, pero se olvidan de lo más importante: las otras personas.
Un diferencial increíble
Si ya viviste la experiencia de ayudar a otro a superar sus miedos, a rebasar sus límites, a cumplir siquiera uno de sus sueños, coincidirás conmigo en que lo menos importante es cuánto te pagaron. La verdadera ganancia está en la felicidad que sientes por haberlo ayudado, en la retroalimentación que él te brinda, en la satisfacción de verlo feliz.
¿Te das cuenta de lo poderoso que puedes ser? Ayudar a otros, hacerles ver lo positivo que tienen, resaltar sus virtudes y enseñarles a potenciarlas y explotarlas, guiarlos para que aprovechen el aprendizaje en el error y no se queden en ese punto del camino son poderosos recursos que todos poseemos. Sí, todos los poseemos, pero no todos los usamos.
Si tienes hijos, con seguridad habrás vivido la siguiente situación: lo impulsaste a que, por ejemplo, se inscribiera a un curso de natación y debiste insistirle para que venciera su miedo. Luego, disfrutaste al máximo de sus logros y, lo mejor, le encontraste valor a todo aquello cuando él te agradeció con un abrazo interminable y una sonrisa imborrable.
Esa es, sin duda, una estrategia muy poderosa que nos ayuda a vivir la vida con felicidad y que nos enseña, sobre todo, que el éxito no es atesorar dinero o bienes materiales. Aprender a ver lo positivo de la vida, de lo que nos rodea, de las personas que nos rodean, es un diferencial que, aplicado al mundo de los negocios, te lleva a la estratosfera.
Date una oportunidad con tu próximo cliente y analiza los resultados. Cuando esa persona llegue a ti en procura de ayuda, cierra los ojos ante lo negativo y ábrelos solo para lo positivo. Descubre todo lo valioso que hay en esa persona y, lo más importante, házselo saber, díselo: esa actitud, te lo aseguro, acortará la curva de aprendizaje.
Si aplicáramos esa actitud en cada una de las actividades de la vida, seguro tendríamos un mundo distinto y, sobre todo, un mundo mejor. El poder de descubrir lo positivo, de hacerlo valer y de ponerlo al servicio de otros es el recurso más poderoso con que nos dotaron a los seres humanos. Y es muy muy poderoso en el ámbito de los negocios.
En estos días, cuando saques un ratico para hacer tu balance del año, te invito a que incluyas en tu reflexión el mensaje de este post. Aunque no hayas alcanzado las metas, aunque no hayas cumplido algunos propósitos, aunque hayas enfrentado grandes dificultades, si ves lo positivo vas a constatar cuánta riqueza y poder hay en ti.