Cada mañana, cuando prendo el computador o reviso tu teléfono celular o tu tableta, siento como si me arrollara un tsunami. Mi bandeja de correo, todos los canales de las redes y las páginas de los medios informativos están saturadas de información. Lo peor, es que muchas veces (cada vez más), se trata de información poco relevante, de eso que comúnmente llamamos spam.
La increíble oportunidad que nos brindó la revolución tecnológica, que nos permitió a todos hacer uso del derecho a la expresión en cualquier momento y desde cualquier lugar, se salió de madre. Hoy, internet está gravemente enfermo de infoxicación y, lo peor, es que el diagnóstico no es bueno, es decir, más allá de la autorregulación no se vislumbra una solución al problema.
Un problema que, dicho sea de paso, es más visible e impactante en el caso de los medios de comunicación, que sufren la pérdida de credibilidad, pero que nos afecta a todos. Sí, la realidad es que todos los que estamos en la red padecemos los efectos de los daños colaterales: a nosotros también nos afecta la creciente desconfianza del consumidor digital, del ciudadano común.
Son muchos los emprendedores que creen que les basta con lo que ellos llaman un buen producto, a un buen precio, para atraer la atención del mercado. Quizás les sirva para conseguir unas cuantas ventas, pero a mediano plazo es un riesgo. Si tu trabajo no está respaldado por sólidas estrategias, si no tienes cómo fidelizar a los clientes que ya te compraron, tu negocio tarde o temprano cerrará.
Es una realidad muy dura, pero es la verdad. Así es la vida, así son los negocios. Más en el escenario del siglo XXI, en el que ya no existen clientes para toda la vida, en el que los hábitos del consumidor cambian con frecuencia, en el que la competencia es cada vez más feroz. Por eso, una parte muy importante de la labor de un emprendedor consiste en captar la atención del mercado.
Cada día, todos los días, una parte muy importante de nuestra labor es captar la atención del mercado. Y cultivarla. Y enriquecerla. Y fortalecerla. Dado el bombardeo informativo al que el cliente es sometido, como dije al comienzo, no es fácil retenerlo. Y las viejas estrategias de rebajar el precio o hablar de las bondades (características) de producto no sirven: ¡están caducas!
La única razón por la cual una persona te elige a ti en medio de ese tupido bosque que es el mercado, una y otra vez, es porque confía en ti, porque está completamente seguro (sin el menor asomo de duda) de que eres la mejor opción y, por último, porque sabe que tienes la solución a ese dolor que lo mortifica. Por eso, requieres revalidar esa confianza, fortalecer el vínculo.
La comunicación permanente con tus clientes, a través de tantos canales digitales como sea posible y por medio de los más variados formatos, es la clave para establecer una relación y enriquecerla y fortalecerla a largo plazo. Si una prioridad de tu negocio es generar audiencia y generar engagement, el contenido de valor es tu mejor aliado.
¿Cómo hacerlo? Hace muchos años descubrí que la mejor estrategia, la más corta e impactante, es el contenido de valor. ¿Por qué? Porque es el vehículo ideal para darte a conocer, para que el mercado sepa quién eres y qué haces, para que demuestres tus habilidades y conocimientos y, claro está, para que certifiques que estás en capacidad de solucionar el dolor del mercado.
Hoy, hacer negocios en internet (o fuera de la red) ya no se trata de vender, como en el pasado. Lo que se impone es establecer relaciones, basadas en la confianza, a través de las cuales se da un intercambio de beneficios. Y la confianza no se consigue, ni se mantiene, con eslóganes llamativos, o con avisos publicitarios agresivos, o con propuestas comerciales como las de todo el mundo.
El contenido de valor te permite convertirte en una marca, es decir, en una propuesta única para el mercado. Te da visibilidad y te da la posibilidad de sobresalir, de llamar la atención de esas personas que en realidad están interesadas en lo que ofreces. También facilita la identificación de principios, valores, sueños y objetivos con tu cliente, una conexión vital para alcanzar el éxito.
Estos son algunos beneficios puntuales (y ciertos) del contenido de calidad:
– Atrae tráfico cualificado a tus canales digitales (blog, redes sociales)
– Te permite obtener leads de calidad (sirve como filtro)
– Genera engagement gracias a que promueve la interacción
– Genera recordación de marca, lo que te favorece frente a la competencia
– Mejora la reputación de la marca y crea vínculos más humanos con el mercado
Cada vez que hablo de este tema escucho voces discordantes que me dicen que estos objetivos se pueden conseguir por otros medios. Es cierto, hay que reconocerlo. Sin embargo, la discusión se termina cuando cotejamos aspectos como costo, tiempos e impacto. Ninguna otra estrategia es más barata, más rápida y más impactante generar audiencia que elontenido de valor.
Con una característica que a mí me encanta: la multiplicidad de canales. Sí, porque en la variedad está el placer. Y, también, el gusto del consumidor. Contenido escrito (blog, ebooks, reportes), oral (audio, música) o visual (video, infografías, fotografías, animaciones), el que más te guste, el que más te acomode, el que más se ajuste a los objetivos de tu marca y a las necesidades de tu cliente.
Lo importante no es el formato, sino el contenido: debe ser de calidad. Y no importa si lo publicas en tu blog, en Facebook, en Instagram, en Twitter, en Youtube o en un medio impreso (revista, por ejemplo). Mientras esté conectado con las necesidades de tu cliente, mientras te diferencie de la competencia, mientras solucione el dolor de tu nicho, el contenido es la mejor de las estrategias.
Una última recomendación: no te olvides de medir el efecto y el impacto de tus publicaciones. Es la única forma de saber si tus contenidos cumplen el objetivo previsto. Esa información, además, te dará la posibilidad de corregir, de descartar lo que no sirve, de reforzar lo que les interesa a tus clientes. El contenido de valor es fundamental, pero la medición es la que le da validez.