¿Cómo vas con los propósitos para este año? ¿Cuántos ya abandonaste? Disculpa, no pretendo incomodarte. Solo pongo el dedo en una de las heridas más comunes en los negocios y en cualquier otra actividad de la vida. ¿Sabes a cuál me refiero? A dejar a medio camino la mayoría (sí, la mayoría) de las tareas que comenzamos, en especial, aquellas que requieren paciencia.

Para que no te desilusiones, es un mal intrínseco de la naturaleza humana: lo padecemos todos, absolutamente todos. Se repite una y otra vez y nos provoca ansiedad, frustración y, lo peor, llena nuestra mente de pensamientos negativos. Nos sentimos perdedores, permitimos que el miedo nos invada y convertimos este mal en un hábito, en un comportamiento automático.

La diferencia radica en que algunos aprendemos a tropezar menos con la misma piedra. Un aprendizaje que, en especial si eres emprendedor o un profesional que monetiza su conocimiento, requieres con urgencia. ¿Por qué? Porque, si no aprendes, en medio del frenesí de tareas y responsabilidades tarde o temprano te sentirás abrumado y, lamentablemente, abandonarás.

Es una triste historia que he visto mil y una veces a lo largo de mi trayectoria. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que los protagonistas son personas valiosas, con sueños increíbles, que atesoran gran conocimiento y experiencias que son útiles para otros. Sin embargo, se dejan llevar por el afán de lograr resultados a corto plazo y, cuando no los consiguen, tiran la toalla y renuncian a sus sueños.

Es un fenómeno cada vez más frecuente entre quienes intentan darle un giro a su vida y buscan una salida en internet. Que, por supuesto, no es el culpable de los fracasos porque, al final, es tan solo una herramienta. La responsabilidad, para bien o para mal, es exclusivamente tuya. Tú tomas las decisiones, tú investigas el mercado, tú defines tu cliente ideal, tú diseñas la estrategia, tú…

Ahora, vamos a hablar a calzón quitao, como se dice popularmente: muchos no toman las decisiones, sino que se dejan llevar por las tendencias del mercado o, peor, se van detrás del último objeto brillante. Muchos se lanzan a la aventura sin identificar claramente la necesidad del mercado y determinar si, en realidad, están en capacidad de ofrecer la solución adecuada.

Muchos, en especial aquellos que se enamoran de su producto o servicio y están convencidos de que es “la última Coca-Cola en el desierto”, no saben quién es su cliente potencial. Lo imaginan, sospechan que lo conocen, asumen que lo conocen, pero cuando intentan vender se dan cuenta de que su propuesta a nadie le interesa, nadie la atiende. Y tampoco conocen a su competencia.

¿Y la estrategia? Muchos NO tienen una estrategia. Creen que no la necesitan porque, dicen, su “producto es ideal, lo que requiere el mercado”. Es decir, se concentran su producto y se olvidan de lo importante: su cliente. Como consecuencia de ese error, solo ejecutan una acción (que no es una estrategia): intentan vender, vender y vender. ¿Y qué crees que sucede? Pues, ¡no venden!

Lo que muchos ignoran, o no reconocen, es que los negocios (dentro o fuera de internet) son como la vida: hay que ir paso a paso, los resultados son progresivos y, sobre todo, no hay magia. Se trata de un proceso de mejora continua. Es decir, los resultados no se darán de la noche a la mañana y, algo que no puedes pasar por alto, estarán determinados por lo que haces y por cómo lo haces.

¿Entiendes? Sí, por la estrategia y, en especial, por la consistencia y la continuidad de la estrategia. Porque, recuerda, la rueda ya fue inventada. Y, aunque se antoje necio, el camino más seguro (no es más corto, no el más fácil) es aquel de “la prueba y error”. La más antigua y siempre efectiva estrategia, que no pierde vigencia y que, inclusive en la era moderna, es la clave del éxito.

En los últimos tiempos, en especial desde la aparición de canales como las redes sociales, se ha enquistado en la cultura popular la creencia de que la clave del éxito de las estrategias radica en las herramientas. Y no es así, por supuesto. Estas, por definición, son tan solo un instrumento, un intermediario, para conseguir tus objetivos. Son necesarias, sin duda, pero son secundarias.

Te doy un ejemplo para confirmarlo: cuando comencé en el marketing digital, por allá a comienzos de los 2000, las herramientas eran precarias. Internet era un bebé que apenas balbuceaba, las conexiones eran por vía telefónica (lentas, inestables y ruidosas) y  la idea de la “aldea global intercomunicada” era eso, una idea: muy pocas personas tenían computador y conexión a internet.

La única forma de comunicarte con el incipiente mundo virtual era el email, con un agravante: dado que pocas personas tenían computador, era más exótico aquello de tener una dirección de correo electrónico. Enviabas uno y tenías que armarte de paciencia durante días a la espera de una respuesta. Y cuando llegaba, cuando llegaba, era como recibir un regalo, un motivo de celebración.


consistencia-continuidad

Entre el punto A y el punto B hay una multitud de abecedarios en distintos idiomas.


Así fue durante, al menos, cinco años, antes de que aparecieran Google, YouTube y las demás redes sociales. También, los computadores portátiles y las conexiones wifi, poco antes de que llegara ese maravilloso instrumento que es el teléfono inteligente, la más poderosa herramienta de la que disponemos. Gracias a ella, eso de “la vida digital” pasó de los textos a la realidad.

Puedo decirte que por lo menos 10 de los 25 años de mi trayectoria los viví con herramientas precarias y limitadas. Y, a pesar de eso, creé una comunidad, vendí infoproductos (cursos, libros, eventos presenciales) y me convertí en referente del mercado. Necesité, utilicé y aproveché esas herramientas, y prácticamente todas y cada una de las que surgieron después, pero ellas no fueron la clave de mi éxito.

El problema, porque siempre hay un problema, es la mentalidad. ¿Por qué? Porque somos esclavos de la cultura del clic, queremos que todo se dé de manera inmediata. Y, seguro lo sabes, nada en la vida o en los negocios es así: cada ser humano pasa nueve meses en el vientre de su madre antes de nacer y luego pasa muchos años antes de ser adulto, de llegar a la vejez. La vida es un proceso.

En el mundo de los negocios, sin embargo, se ha malinterpretado y distorsionado aquello de “ir del punto A al punto B”. ¿Por qué? Lo asumimos como un solo paso, directo y sin obstáculos, rápido y expedito. Pero, la realidad es distinta: entre A y B hay muchos abecedarios. Un largo camino que se antoja muy similar a las más espeluznante montaña rusa o a una aventura en la espesa jungla.

Ahora, es posible salir bien librado, ¿lo sabías? El éxito radica en la estrategia, en la consistencia y la continuidad de la estrategia que implementes. ¿La clave? Debes ir paso a paso en procura de resultados progresivos y en un proceso de mejora constante. Significa diseñar una estrategia de la que de antemano establecemos unos resultados que confiamos se puedan conseguir sin problema.

El problema es que a veces, muchas veces, las expectativas creadas son exageradas, demasiado optimistas o, inclusive, irrealizables. Sin embargo, nos tiramos de cabeza en esa estrategia y porfiamos hasta que nos estrellamos con la realidad. Que nos confronta, nos obliga a poner los pies en la tierra, a dejar de lado el ego y entender que no podemos pasar por alto la estrategia.

Resultados progresivos son aquellos que se producen lentamente al comienzo y, si se mantiene la constancia, su ritmo se va acelerando con el paso del tiempo. Luego, la dinámica adquiere una velocidad y volumen crecientes. Al principio, vemos pocos resultados y esto puede provocar que perdamos el impulso, pero con paciencia y método, con consistencia, el panorama se aclarará.

El concepto de mejora continua consiste en la idea o, si lo prefieres, la metodología (recuerda, se trata de un paso a paso) popularizada por los empresarios japoneses con el término kaizen. ¿Sabes qué es? Es introducir pequeñas mejoras (optimizar) de manera constante y paulatina que a largo plazo tienen un efecto acumulativo que se traduce en resultados exponencialmente crecientes.

Como ves, no hay magia, ni fórmulas perfectas. Solo se trata de hacer lo correcto en el momento adecuado. Implementar, probar y medir, que incorpora otras acciones como corregir, mejorar, complementar o impulsar. El origen del error de las estrategias de la mayoría de los dueños de negocios, emprendedores o profesionales independientes es la falta de medición. ¿Lo sabías?

Increíble, porque hoy las herramientas tecnológicas nos brindan toda, absolutamente toda, la información que requerimos. Más de la que te imaginas, por cierto. Cada clic que tu cliente da en internet queda registrado y forma parte de una estadística que nos arroja información valiosa. Y estos datos son los que soportan tus estrategias, si aprendes a utilizarlos, a interpretarlos.

Algunos sinónimos de consistencia, una de las cualidades indispensables de tu estrategia, son solidez, firmeza, resistencia, estabilidad, duración, coherencia y congruencia. Elige la palabra que más te guste, con la que más te identifiques, con la que te sientas más cómodo: no importa. Lo que sí importa es que tus estrategias estén soportadas en los pilares de la consistencia.

Continuidad, mientras, significa “Unión natural que tienen entre sí las partes del continuo” y “Cualidad o condición de las funciones o transformaciones continuas”. Algunos sinónimos son encadenamiento, uniformidad o persistencia. Es decir, cada paso que avanzas está estrechamente ligado al anterior y, por supuesto, al siguiente: necesitas que haya un sólido hilo conductor.

Moraleja: no te preocupes si aún no estás donde quieres estar, si aún no terminas de escalar la montaña y llegas a la anhelada cima. Las cosas grandiosas, esas que marcan un antes y un después, las que dejan huella, toman tiempo. Y la estrategia para conseguirlas requiere consistencia y continuidad porque, recuerda, entre el punto A y el punto B hay una infinidad de abecedarios.


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