En 1995, hace casi 30 años, la vida era muy distinta. Por ejemplo, la inteligencia artificial era uno de los elementos de los guionistas de películas de ciencia ficción para atraer la atención de los espectadores. Y no había redes sociales (pasaría una década antes de su aparición) y ese internet que hoy nos parece algo natural era un tierno bebé que apenas balbuceaba.

Si tienes 35 años o menos, no puedes imaginar cómo era esa vida de antes. Y, aunque haga el mejor esfuerzo con las palabras, me resultará prácticamente imposible explicártelo. Te cuento una experiencia que tuve hace unos años en mi casa, con una de mis hijas. En alguna de mis por aquel entonces frecuentes mudanzas, apareció un viejo teléfono, de aquellos de disco.

Que, además, estaban conectados a la pared y requerían un tipo de conexión distinta a la de electrodomésticos como el televisor o la radiola (que no era equipo de sonido todavía). Sin poder ocultar su curiosidad, me preguntó qué era ese aparato. Y aún tengo grabada la imagen de la reacción de su rostro cuando le conté que era un teléfono y cómo funcionaba.

En medio de risas, tomó la bocina e hizo el ademán de que conversaba con alguien. Fue algo divertido, clara muestra de que la vida cambió de muchas formas en un período relativamente corto. Hoy, por ejemplo, hay una gran variedad de programas que te permiten armar una web en cuestión de hora, mientras que antes sí o sí tenías que saber programar con códigos.

Por aquellos años, cuando era tan solo un jovencito universitario más, llenos de sueños como cualquier otro, Larry Page ingresó a la Universidad de Stanford, en California. En esas aulas se conoció con Serguéi Brin. El primero cursaba un posgrado y el segundo, su carrera. Dice la historia que no fue amor a primera vista, pero la afinidad por la tecnología al final los unió.

Cuando aunaron esfuerzos, crearon un motor de búsqueda que utilizaba vínculos para determinar la importancia de páginas individuales en la World Wide Web. Lo llamaron Backrub, que poco después cambió de nombre y adoptó el famoso Google. La intención era “organizar la información del mundo para que todos puedan acceder a ella y usarla”.

En esa época, en la web reinaba la ley del más fuerte, como en la jungla. Las herramientas y recursos eran limitados y, además, costosos. Por esos, las páginas eran un privilegio de las grandes marcas, las que disponían del grueso presupuesto para crearlas y, en especial, para sostenerlas a largo plazo. Y conseguir información era como buscar una aguja en un pajar.

De ahí que el invento de Page y Brin fuera exitoso en corto tiempo. Pronto se convirtió en la joya de la corona de Silicon Valley y captó la atención de los inversionistas con visión de futuro. Uno de ellos, Andy Bechtolsteim, cofundador de Sun Microsystems, que vendía estaciones de trabajo, servidores, componentes informáticos, software (sistemas operativos) y servicios informáticos.

Convencido de que los atrevidos jovencitos estaban sentados en una mina de oro de cuya explotación él se podía beneficiar, les entregó un cheque por 100.000 dólares. Era agosto de 1988 y nadie imaginaba lo que estaba por llegar. Esa inversión fue el punto de partida de Google Inc., el superpoderoso pulpo informático que hoy está omnipresente en la vida.

A raíz de su éxito, de que en corto tiempo se convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta, Page se transformó en el foco de atención de los medios. Pero no solo de los especializados en temas de tecnología, sino también de aquellos destinados a desvelar la vida privada de los famosos y poner al descubierto sus secretos. Ya sabes, otra mina de oro.

Page, sin embargo, no es una presa fácil. Entre otras razones, porque siempre se ha mostrado como un tipo común y corriente, como millones que te puedes cruzar en cualquier tienda en los Estados Unidos. Nació en un hogar formado por dos profesores de universidad y su niñez y adolescencia distaron de la vida de comodidades que hoy disfruta. Nada de excentricidades.

El dato relevante es que papá Carl Victor tenía un doctorado en informática y era profesor de la Universidad Estatal de Michigan. Mientras, mamá Gloria era profesora de programación en el Lyman Briggs College de la misma institución. Entonces, la conexión de Larry con el mundo de la tecnología no fue casual: podría decirse que, más bien, nació con el chip instalado.

Y en sus esporádicas apariciones públicas no rompe el molde. Es decir, nada de lujos, nada de excesos, nada que no haría un ciudadano común en USA. De su vida privada poco o nada se sabe con certeza, más allá de que su ídolo de juventud fue Nicola Tesla y de que su portafolio de inversiones apunta a las energías renovables y a los autos aéreos de Kitty Hawk y Opener.

Reservado en lo relacionado con su vida personal, Page ha aprovechado algunas de sus esporádicas presentaciones en público para hablar de sus hábitos, de tu forma de pensar. Si bien no son fórmulas perfectas, son comportamientos que bien vale la pena considerar y, si es pertinente, incorporar en tu vida. Quién quita que tengas resultados similares a los de Page.


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El legado de Larry Page no es el monto de su fortuna, sino el impacto de Google, su creación.


Veamos cinco de esos consejos que a todos nos pueden servir:

1.- Cree en lo que se trabaja.
Parece obvio, pero no lo es. De hecho, con frecuencia me sorprendo porque se acercan a mí personas con buenas intenciones, pero una maraña de ideas. Y mientras no logren aclarar su mente, mientras no se enfoquen en una sola acción que van a emprender, comenzar a avanzar les resultará harto difícil. Page da como ejemplo los casos de Apple, Amazon o Microsoft.

Menciona que comenzaron con muy poco, sin empleados, sin oficinas, sin recursos, pero hicieron camino al andar. Para empezar, aconseja intentar perfeccionar un producto existente que haya sido exitoso. Asegura que no necesariamente es más fácil que crear de cero un nuevo producto, pero afirma que es un camino más corto para saber si tu idea será exitosa.

2.- Hay vida después de la universidad.
Sin duda, una opinión llamativa expresada por el hijo de dos docentes universitarios. Sin embargo, coincido totalmente con él: una carrera, una maestría, un doctorado o cualquier otro título no te convierten en el mejor del mercado y tampoco te garantizan el éxito. El ámbito laboral es muy distinto del académico y es imprescindible adaptarse a sus exigencias.

Además, recalca algo crucial: tener un trabajo, por muy bueno que este sea, no significa que el proceso de aprendizaje se terminó. Por el contrario, Page dice que la clave del éxito es no dejar de aprender y desarrollar habilidades. Una premisa que cada cobra más valor, en especial hoy con avances como la inteligencia artificial que nos enfrenta a escenarios desconocidos.

3.- Cuida a tus empleados.
Si bien este es un consejo destinado a las empresas, también nos sirve a los emprendedores. ¿De qué forma lo podemos adaptar? Si no tienes empleados, piensa en tus clientes, en tus aliados, en tus afiliados, en tus socios estratégicos. “Si cuidas con respeto a tus empleados como a tus clientes, verás como ellos actúan del mismo modo con la empresa”, dice Page.

Agrega que es importante que la compañía se vea como una familia en la que cada uno de los integrantes se siente importante, valorado, apreciado. Recuerda que el marketing hoy consiste en establecer relaciones a largo plazo basadas en la confianza y la credibilidad, así que todo lo que puedas hacer para fortalecer el vínculo, nutrirlo, redundará en múltiples beneficios.

4.- Diversifica tus ingresos.
Este es un punto en el que soy obsesivo con mis clientes y discípulos, pero es un tema que no es fácil de abordar. ¿Por qué? Porque, especialmente en Latinoamérica, estamos enseñados a depender de un ingreso, a estar ocupados todo el día en una sola tarea y tampoco existe una cultura del ahorro y la inversión. Más bien, somos expertos en producir para gastar.

La premisa es sencilla: nunca pongas todos tus huevos en la misma canasta. Esto fue algo que aprendí de la manera dolorosa, es decir, cuando se cayó la estantería del único ingreso del que disponía y quedé en una situación incómoda. Si bien no soy un inversionista agresivo, sí me preocupo por generar ingresos provenientes de múltiples fuentes y, lo mejor, ingresos pasivos.

5.- Sal de la zona de confort.
“Sé que parece que el mundo se está desmoronando, pero en realidad es una gran época en tu vida para volverte un poco loco. Sigue tu curiosidad y sé ambicioso con ello. No abandones tus sueños, ¡el mundo te necesita!”, dice Page. Coincido plenamente: nunca antes hubo tantas facilidades, tanta colaboración, tanto conocimiento y, sobre todo, una mentalidad tan abierta.

El motivo por el que a muchos les resulta difícil salir de la zona de confort no es pereza, como suelen pensar. ¿Sabes qué es? Que ese trabajo que tienen, ese proyecto que comienzan, no está conectado con su propósito, no los apasiona, no los inspira. Page dice: “La mejor forma de cambiar el mundo es trabajar en algo inconfortablemente excitante”. Genial, ¿cierto?

Larry Page es uno de los diez hombres más ricos del mundo, con una fortuna cercana a los 100.000 millones de dólares. Sin embargo, su impacto en la sociedad, su legado, no será su cuenta bancaria. Y el tuyo, sin duda, tampoco: tu legado está representado en lo que, con tu conocimiento, valores y principios, puedes hacer por otros, por cómo puedes ayudarlos.

“Todas las cosas interesantes que se logran son las que consiguen un valor agregado”, finaliza Page. ¿Entiendes de qué se trata? De aportar valor, de salirte del molde como lo hizo en su momento este joven estadounidense, uno común y corriente que, a partir de su curiosidad y de su capacidad ha transformado el mundo. Si no sabes cómo hacerlo, pregúntale a Google…


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