Más que cualidades o características, estoy plenamente convencido de que las mujeres emprendedoras, especialmente aquellas con negocios en internet, tienen superpoderes. Hacen de todo, y todo lo hacen bien. Superaron las barreras discriminatorias y nos demuestran cada día que el horizonte es infinito, que no hay límites para los sueños.
También, que aquello que se persiga con pasión y convicción es susceptible de ser alcanzado. Relegadas del mundo laborar durante décadas (¿O fueron siglos?), las mujeres han cumplido un tránsito seguro hacia el éxito. Lento, pero seguro. No fue un camino fácil, es claro, pero uno tras otro superaron los obstáculo hasta cumplir su propósito.
Primero, inundaron con su presencia, su talento, su donaire y su alegría las aulas universitarias y luego, poco a poco, con paciencia, sapiencia y método, se adueñaron de los puestos de trabajo. Y hoy, felizmente, están por doquier, inclusive en esos sitios antaño exclusivamente masculinos en las altas esferas.
No se les brindaban oportunidades, pero no se amilanaron por eso. En los otros roles que les impuso la sociedad, en la universidad de la vida, se formaron para alcanzar el éxito. Y cuando consiguieron derrumbar los muros, brincar los obstáculos y pudieron competir de tú a tú con los hombres, fueron como el caballo purasangre en la recta final: pasaron de largo.
¡Qué buenas, que competitivas, que transformadoras son! Y esa característica es la que más me llama la atención: son transformadoras. Buenas siempre fueron en todos los ámbitos, también competitivas. Por esencia son formadoras (educadoras, mentoras, maestras, líderes), pero su llegada a los negocios virtuales nos enseñó que además son transformadoras.
Las características
Perciben la realidad y la recrean, la mejoran, la ponen al servicio de los demás. Nos ayudan a ser mejores y nos abrieron campos que desconocíamos o que, simplemente, menospreciábamos. ¿Cómo lo hicieron? Gracias a ese increíble, variado y casi ilimitado abanico de características que poseen y que me tomé el atrevimiento de resumir en un decálogo:
1) Multitarea: a diferencia del hombre, la mujer emprendedora no se desprende de roles que había asumido con anterioridad. Así, además de trabajadora, multiplica su tiempo para ser madre, esposa, madre separada, amiga, confidente, miembro de su comunidad. Todo al tiempo, y todo con excelentes resultados. Parece que entre más tareas cumple simultáneamente, mejor le va.
2) Autónoma: sometida durante siglos a vivir a la sombra de los hombres, la mujer actual es independiente: no necesita a nadie a su lado. Es segura de sí misma, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Es prolija para trabajar en equipo, porque reconoce que la unión hace la fuerza. Está capacitada para tomar decisiones, algo que aprendió en su rol como madre.
3) Luchadora: prácticamente todas las mujeres latinas la poseen. Es consecuencia de haberse educado y crecido en ambientes hostiles, masculinos, con muy poco reconocimiento y estímulo. Como están acostumbradas a las crisis (¿Qué tal el llanto de un bebé?), las enfrentan con paciencia, naturalidad, capacidad de sacrificio, fuerza de voluntad, persistencia y, claro, mucha terquedad.
4) Pasión: no hay nada, absolutamente nada, que una mujer haga sin pasión. Si ama, ama con pasión; si odia, también. El trabajo, especialmente aquel que le gusta y disfruta, no es la excepción. Siempre está dispuesta a hacer más, a intentarlo una vez más. Involucra los sentimientos en cada tarea que realiza, un plus para jamás rendirse.
5) Creatividad: ¿Cómo hace una madre para lidiar con los hijos, atender al esposo y sus labores cotidianas, salir con amigas y guardar tiempo para ella? Creatividad, innovación para arreglárselas en situaciones difíciles, capacidad para sortear dificultades. En el trabajo, a esa virtud le suma equilibrio para tomar decisiones, visión futurista y disciplina para el ahorro.
6) Orientación al logro: si se distrajera con la facilidad que lo hace un hombre, la mujer no podría ser multitarea. Posee la capacidad para enfocarse en lo que es importante, sabe delegar (¡Por supuesto, es mamá!) y es una líder natural. Agrégale que sabe ponerse en el lugar del otro, algo que le facilita el camino porque percibe pronto el problema y halla la solución.
7) Compromiso: esta sí una cualidad femenina. La mujer no concibe una tarea si no es capaz de comprometerse. Termina lo que emprende, no abandona a mitad del camino, se fija una rutina disciplinada que cumple a cabalidad. Además, no se obnubila por el éxito económico y, más bien, se preocupa honestamente por el bienestar de sus semejantes, la naturaleza y los animales.
8) Preparación: a diferencia de la mujer del siglo XX, la del tercer milenio es altamente capacitada. No se conforma con estudios básicos, sino que busca otros complementarios que le permitan consolidarse en el mercado, que la hagan visible y que la lleven adonde quiere llegar: la cima. En los negocios, no busca edificar imperios, solo que su negocio sea exitoso y ayude a otros.
9) Mentora: ¿Conoces una mejor maestra que una madre? Por supuesto que no. Es una capacidad innata que disfruta al máximo. En los negocios, alejada del egoísmo, se preocupa por ayudar a otras, les marca el camino y les brinda las herramientas para que alcancen sus sueños. Eso es muestra de su humildad, de su sentido de la humanidad, de su sensibilidad social.
10) Mentalidad: es difícil ver a una mujer emprendedora derrotada. Su mentalidad positiva le permite ver siempre el vaso medio lleno y mantenerse motivada, enfocada. No se frustra fácilmente, se adapta a las condiciones y es tolerante al riesgo; es más: le gusta el riesgo, lo asume como un incentivo y lo transforma en una herramienta (no en un obstáculo).
No es una moda pasajera, tampoco una tendencia que se evapore en unos meses. La irrupción de la mujer en los negocios, la emprendedora en internet, es una gran noticia, una realidad que no tiene reversa. Las chicas superpoderosas llegaron y están aquí para quedarse. ¡Enhorabuena, porque las estábamos esperando, las estábamos necesitando!