A veces, nos molestamos porque creemos que la vida nos dice “¡NO!”, cuando en realidad lo que nos quiere decir es “Oye, no es por ahí”. Sucede con frecuencia, especialmente cuando creemos que tenemos el plan de vida perfecto, sin caer en cuenta que el mejor plan es vivir la vida cada día como si fuera el primero, cada día como si fuera el último. Sucede y nos genera un gran malestar.

Como cuando se llega a la edad madura y la vida te enfrenta a uno de los escenarios más temidos: perder el trabajo. Tienes vida, tienes salud, tienes conocimiento, tienes talento, tienes ganas, pero le falta una ficha al rompecabezas. Comienzas a tocar puertas y en ninguna te responden, o te dicen que no, y el día a día se transforma en un drama, en un sufrimiento sin fin, en un sin salida.

Jorge Herrera Marín es argentino y Mauricio Presa, uruguayo. Están separados por el Río de La Plata, pero unidos por la cultura y, como en esta ocasión, por la necesidad. Ambos abandonaron sus países y cruzaron el Atlántico a la Madre Patria en busca de mejores oportunidades para su familia. Se afincaron en Barcelona y mal no la pasaban hasta que la vida les dijo “¡NO!”.

Bueno, eso fue lo que ellos creyeron en un comienzo. Jorge trabajaba como independiente arreglando computadores, pero la irrupción de los dispositivos móviles poco a poco lo dejó sin sustento. Mauricio, por su parte, perdió el trabajo que tenía en el aeropuerto El Prat. Un buen día, entonces, no tuvieron más remedio que unir sus fuerzas y hacerle frente a la necesidad.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Haber unido sus pasiones y su amor por la tradición se tradujo en un buen negocio.

Lo más difícil fue encarar a sus familias y contarles lo ocurrido, a sabiendas de que la mala nueva podría generar inestabilidad y zozobra. “Lo peor era cuando mi suegra llegaba a la casa. No sabía cómo decirle que me había quedado sin trabajo”, relata Jorge. La presión social y familiar son dos de los factores que más pesan en una situación como esta, y Jorge no quería sufrir por eso.

No era fácil volver a comenzar, porque ya no tenían cabida el mercado laboral convencional y, para rematar, no tenían dinero para invertir en un negocio propio. Sentían que la vida les decía “¡NO!”, pero en realidad les decía “Oye, no es por ahí”. Entonces, se juntaron a pensar en qué podían hacer juntos sin necesidad de realizar grandes inversiones, y que fuera algo propio.

En la conversación, Mauricio mencionó que sabía de un amigo al que le iban a pagar por hacer un asado. “Eso nosotros lo sabemos hacer”, replicó Jorge. “Sí, armar algo para grupos pequeños es posible”, agregó el uruguayo, y se dieron manos a la obra. Hacer asado y recibir un pago por ello es algo que suena como música celestial en los oídos de un argentino y en los de un uruguayo.

Con ilusión, pero también un poco de incredulidad, pusieron anuncios en tres webs gratuitas. Anexaron fotos de asados familiares que habían preparado en el pasado y quedaron a la espera de un llamado. Una semana más tarde, los sorprendió una solicitud: el cliente solicitaba presupuesto para un asado para ¡70 personas! Nada que ver con los grupos pequeños que ellos pensaban.

Sin embargo, no podían desaprovechar la oportunidad. Primero descartaron la opción de que se tratara de una broma de mal gusto de un amigo y luego contactaron al cliente, que les aclaró que era una boda. Aunque no contaban con la logística necesaria para responder por un pedido como ese, dijeron que sí. La vida les mostraba un nuevo camino, así lo entendieron y se dieron a la tarea.


La peor de las situaciones suele ser también la mayor de las oportunidades,
en especial para que aproveches esos talentos que tienes relegados, que solo
sacas a relucir ocasionalmente, cuando sientes que estás contra la pared.


Lo primero era conseguir un herrero que pudiera construir la parrilla necesaria para atender un pedido como ese, además de los otros implementos. Eso, en Buenos Aires o en Montevideo, o en cualquier ciudad del interior de Argentina o Uruguay, es cuestión de unos cuantos minutos. Sin embargo, en Barcelona es algo más complicado y les tomó varios días dar con uno idóneo.

Fuera de la Ciudad Condal encontraron uno que ejecutó a la perfección el diseño que le enviaron y fabricó la parrilla. “Todavía trabajamos con él”, cuenta Mauricio. Ya tenían un cliente, un contrato y una parrilla, pero les faltaba lo más importante del asado: ¡la carne! En sus países, la buena carne se consigue a la vuelta de la esquina, pero la historia en Barcelona es diferente.

Tuvieron que limitarse a las referencias que les ofrecían en los mercados tradicionales, mientras encontraban un lugar que les brindara la variedad que necesitaban. Superados los inconvenientes, el asado de la boda salió a pedir de boca. No solo el cliente que los contrató quedó satisfecho, sino que varios de los asistentes les dijeron que los iban a llamar para sus celebraciones familiares.

Y así fue, así comenzó Barbacoa a tu gusto, un negocio que florece. Los pedidos no faltaron y poco a poco se sortearon las dificultades. “No fuimos los primeros y no somos los únicos que hacemos asados por encargo, así que no ha sido fácil”, dice Jorge. Sin embargo, en un mercado competido ellos encontraron la forma de diferenciarse y sobresalir: se especializaron en piezas grandes.


En las actividades empresariales, Jorge y Mauricio no solo preparan un
suculento asado: también les enseñan a los participantes las técnicas
para prepararlo. La entraña asada es la favorita, el producto estrella.


Sí, son los únicos que pueden ofrecer costillares de 15 kilos a la estaca o de 7 kilos a la parrilla. El menú básico cuesta entre 20 y 25 euros el plato y le pueden agregar una entrada criolla: provoleta y empanadas o pizza a la parrilla, más las bebidas. Si bien la pizza como entrada es muy común en sus países, en España es un hábito que solo ahora comienza a tomar fuerza, a llamar la atención.

Y hace un tiempo encontraron un lugar que concentra a los productores mayoritarios en donde disponen de la variedad y, sobre todo, de la calidad requerida. Además, a muy buen precio: por el kilo de carne pagan entre 9 y 10 euros. Y, para rematar, hay un proveedor que les fabrica los solicitados chorizos criollos, según la receta que ellos le proporcionaron. El negocio florece.

A medida que consiguieron más clientes, más reuniones, el voz a voz se encargó del resto. Hoy cuentan con dos equipos completos que les permiten atender eventos simultáneos. El dinero que ganaron lo reinvirtieron en mejorar la logística, en contratar buen personal, en ofrecer más y mejores productos, y los resultados no se hicieron esperar. Y todavía pueden crecer más.

La clave del éxito, según Jorge, es que “el proceso es artesanal y el servicio, personalizado”. Hasta el postre se prepara a la parrilla y, aunque la especialidad es la carne, también hay un menú para vegetarianos. A pesar de que no lucen los tradicionales trajes gauchos, a veces, si el cliente lo pide, se escuchan tangos y se prepara mate. “El folclore lo dan la parrilla, el fuego y la estaca”, afirma.

De las bodas y las celebraciones familiares pasaron a las reuniones empresariales y a los pedidos de turistas extranjeros que escucharon de Barbacoa a tu gusto y no resistieron la tentación. El negocio florece y tienen en la mira desembarcar en el sur de Francia, un gran mercado que los espera. Pensaron que la vida les decía “¡NO!”, cuando en realidad les decía “Oye, no es por ahí”.