Durante muchos años, como tantas otras personas, fui reacio a ingresar al mundo de las redes sociales. ¿El motivo? No me atraían, no me parecían atractivas y, sobre todo, no les veía un beneficio para mi trabajo. Por fortuna, no soy de esas personas que necesitan un perfil en un canal digital para socializar con otros o para mantenerse en contacto con quienes aprecia.

Desde que comencé a trabajar en internet, hace ya más de dos décadas, he tenido dos fieles compañeros, mis dos escuderos, al estilo de Sancho Panza con el Quijote. Los conoces, ¿cierto? Son el email marketing y el marketing de contenidos. Son las dos más antiguas, poderosas y exitosas estrategias, que ya me ofrecían excelentes resultados antes de las redes sociales.

A regañadientes, impulsado por mi hermana Martha y por varios de mis colegas y clientes, abrí perfiles en Facebook y Twitter. Este último fue debut y despedida, porque nunca lo utilicé. En cuanto a Instagram, dado que la comunicación gráfica es una de mis debilidades, la dejé de lado. Pronto, en la red de Mark Zuckerberg comencé a recibir solicitudes de amistad.

Llegué a acumular más de medio millón de seguidores sin haber movido un dedo para conseguirlo. Estaban congregados mis familiares, amigos de juventud, los de la época de la universidad, los que conocí a lo largo de mi trayectoria como emprendedor y, por supuesto, muchos clientes o personas interesadas en mis servicios, en lo que le ofrezco al mercado.

Un día, sin embargo, ocurrió algo inesperado. Por un error, le permití acceso a ese perfil de Facebook a una persona que traicionó mi confianza y me lo arrebató. A pesar de que me di a la tarea de recuperarlo, fue imposible. ¡Desapareció como por arte de magia! Y, claro, también desaparecieron esos más de 500.000 seguidores. ¿La solución? Abrir un nuevo perfil.

Cuento con menos de 5.000 seguidores en este nuevo perfil, algo que no me preocupa. ¿Por qué? Porque, a diferencia de lo que hace la mayoría, de lo que hacen muchos emprendedores en el mercado, mi gran tesorono está en las redes sociales, mi activo más valioso no está en la cifra de seguidores que acumulo, no está en la cantidad de likes que reciben mis publicaciones.

De hecho, para mí, esos números son transparentes. ¿Por qué? Porque esa mina de oro que tantos persiguen con ahínco, con obsesión, para mí está representada en mis listas de suscripción voluntaria, por un lado, y mi comunidad. ¿Qué hay detrás de esto? Las estrategias de email marketing, por un lado, y las de marketing de contenidos, por el otro. ¡No es magia!

Ya sé que es difícil creer que las redes sociales no son la panacea, como muchos creen y como nos dicen los medios de comunicación y las empresas que, precisamente, se benefician con nuestros datos y actividad en esos canales digitales. Sin embargo, cada vez es más difícil desconocer que aquellas han perdido poder, que su influencia viene de capa caída.

La principal conclusión de un reciente estudio de Bankless Times es que “el interés en Facebook ha caído un 87 % en los últimos 10 años”. ¿De dónde surge esta cifra? De las búsquedas recogidas en Google Trends entre enero de 2013 y el mismo mes de 2022. Lo más preocupante es que son los jóvenes menores de 30 años los que muestran mayor apatía.

Eso significa, en pocas palabras, que si tu negocio o emprendimiento está soportado en los resultados que obtienes a través de la interacción en Facebook, ¡estás en problemas! En serios problemas, mi querido amigo. Y quizás el día de mañana, como ya ocurrió con otros canales digitales que fueron muy populares, Facebook desaparezca (y desaparece tu negocio también).

Los seguidores son personas que, en esencia, quieren ser como tú, quieren tener lo que tienes tú, quieren representar lo que representas tú. Por eso, por ejemplo, hay deportistas o artistas que acreditan cuentas en redes sociales con millones de seguidores. Están ahí simplemente porque creen que les da estatus, porque el famoso es la figurita de moda o por mero capricho.

Los seguidores están prestos a replicar toda la actividad que publica su influencer porque es la forma en que, de rebote, ellos pueden ser visibles. Además, suelen adquirir posturas de fanáticos, al punto que se pelean con quien no esté de acuerdo con el famoso de turno o con aquel que se exprese en discordancia. Eso sí, el día que el famoso pierda relevancia, ellos desaparecen.

Y se van en busca de un nuevo árbol que dé buena sombra, por supuesto. Porque esa es otra de las características de los seguidores: se van con el sol que más alumbra. Ahora, si tienes un negocio o un emprendimiento, no esperes que tus seguidores se transformen en clientes. Esa mutación casi nunca se da: ellos están ahí solo para recibir lo que el famoso les pueda brindar.


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Uno de los principales beneficios de una comunidad es la posibilidad de establecer alianzas estratégicas.


Aquella época de obsesionarse con acumular seguidores pertenece a la prehistoria de las redes sociales. Hoy, en el marketing lo que se impone, lo que te garantiza poder generar un impacto positivo y transformador, es crear una comunidad. Cinco beneficios que obtienes.


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Una comunidad, en cambio, tiene una esencia distinta: son personas que comparten ideales, sueños y propósitos y que, a pesar de la diversidad de su conocimiento o área de experiencia, están dispuestas a trabajar juntas en busca de un resultado que signifique un bien común. Esto implica no solo un compromiso, sino también un vínculo entre los miembros de la comunidad.

Una comunidad no es un escenario para hacer amigos o un club social. Eso, sin embargo, no descarta la camaradería, el buen ambiente, el compañerismo y la empatía, que son cualidades necesarias para el desarrollo de las actividades. Las comunidades que he creado y a las que he pertenecido son de trabajo, aunque de allí surgieron relaciones, amistades o sociedades.

Quizás sabes que desde hace varios años creé mi comunidad privada, el Círculo Interno, un grupo conformado por emprendedores y empresarios de Latinoamérica, Estados Unidos y España. Nos reunimos una vez a la semana, los viernes, en sesiones de preguntas o en las que contamos con algún invitado especial de un tema que nos interesa y nos sirve a la mayoría.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Por un lado, que estamos conectados 24/7 a través de un grupo privado de WhatsApp en el que cualquiera hace consultas, comparte contenido o pide ayuda. Por otro, todos tienen acceso ilimitado permanente a invaluables contenidos no solo de las reuniones que sostenemos, sino de muchos otros de mis recursos. ¡Una MINA DE ORO!

A diferencia de los seguidores, los miembros de una comunidad son proactivos (no reactivos) y por lo general no los impulsa el ego, sino el interés de aprendizaje y/o de compartir su conocimiento y sus experiencias con otros. Algunas comunidades son gratuitas y otras (como la mía), de pago: esto garantiza mayor compromiso, mejor disposición y filtra a los que buscan atajos.

Si bien dentro la comunidad hay un líder (en el Círculo Interno, por supuesto, soy yo), las actividades son abiertas y no solo se promueve, sino que se valora la participación. De nada te sirve estar en un grupo así cuando no eres activo, cuando solo escuchas. La gran riqueza de una comunidad es la suma del conocimiento que sus miembros están en capacidad de compartir.

Te menciono los cinco beneficios más importantes de haber creado mi propia comunidad:

1.- Contacto directo con el mercado.
Quizás algún día me hayas escuchado decir que “el genio del marketing no eres tú, sino el mercado”. Es decir, nadie mejor que el propio mercado para decirte qué necesita, cómo lo necesita y cuándo lo necesita. En mi comunidad descubro cuáles son sus dolores y esas mismas personas me dicen qué solución requieren. Y algo más: me pagan por darme esa información.

2.- Generación de confianza y autoridad.
Muchas de las personas que son parte de mi  comunidad no me conocían o me conocen de hace poco tiempo. Sin embargo, se sintieron atraídos por los beneficios de la comunidad y una vez están allí puede crear un sólido vínculo de confianza y credibilidad y demuestro autoridad. Haber ingresado a la comunidad es solo el primer paso para un relación a largo plazo.

3.- La dinámica de aprendizaje.
Es muy probable que hayas escuchado aquello de que “la mejor forma de aprender es enseñar lo que sabes”. No puedo estar más de acuerdo con esta premisa. No tengo palabras para describir cuánto aprendo cada semana con las preguntas que me hacen, con los aportes que se dan, con las experiencias que se comparten. Para un eterno aprendiz como yo, ¡es invaluable!

4.- La prueba social.
Si alguna vez llegaste a la carta de ventas de alguno de mis eventos, quizás te haya sorprendido la cantidad de testimonios que incluye. Algunos son colegas, los mismos que fueron clientes en el pasado, mientras que otros son clientes nuevos, recientes. Sus experiencias son mi mejor carta de presentación y, también, información valiosa que me sirve para seguir ayudándolos.

5.- Las alianzas estratégicas.
Te sorprendería saber que a varios de mis colaboradores habituales u ocasionales los conocí precisamente en mi comunidad. Además, algunos de ellos son proveedores de servicios de colegas y de otros clientes a los que se los referí. ¿Entiendes? Es un gana-gana, un intercambio de beneficios prácticamente ilimitado. Ese es el poder de las alianzas en una comunidad.

Un consejo: no te obsesiones con crear una comunidad masiva, con miles de miembros. Puedes comenzar con una pequeña y luego escalarla, a medida que el mercado te conoce, que esas personas multiplican tu mensaje y contagian a otras. Agradece a los seguidores, pero si lo que en verdad quieres es generar una transformación positiva, crea y cultiva una comunidad.