¡Hay vida después del coronavirus, una vida muy parecida a la que teníamos antes de la pandemia! El pasado 27 de mayo, miércoles, no fue un día común y corriente en la vida de los habitantes de Madrid, la capital de España, uno de los países más golpeados por la crisis. Y no solo desde el aspecto económico, que es importante, sino por la terrible cantidad de vidas perdidas.
Ese día, sin embargo, cuando allí todavía se vive con notorias restricciones, volvió a abrir sus puertas, por decirlo de alguna manera, el Autocine Madrid RACE. En esa ciudad, como en casi todo el mundo, por el momento están restringidas las salas de cine tradicionales, para evitar las aglomeraciones, y cuando puedan abrir solo les permitirán albergar un 30 % de su capacidad.
La buena noticia es que estuvo lleno, lo que significa que ingresaron 200 personas en 100 autos. En realidad, la capacidad es de 350 espectadores, pero hay que acogerse a las medidas establecidas para la fase 1 del proceso de reactivación. El sonido de la película se escucha a través del radio del vehículo, sintonizando en la frecuencia de una emisora de la banda FM. También hay algunos parlantes.
Solo se permiten dos personas por automóvil y nadie puede bajar de él. El personal de servicio, mientras, debe llevar mascarillas y guantes y evitar cualquier contacto físico con los clientes. Además, en la terraza se exige conservar el distanciamiento social y solo se reciben pagos con tarjeta. Se trata de un aprendizaje, de un proceso de adaptación que los involucra a todos.
El Autocine Madrid RACE, establecido en un terreno de 25.000 metros cuadrados en el lujoso sector de Chamartín-Fuencarral, cerca del famoso estadio Santiago Bernabéu, sede del Real Madrid, fue inaugurado en 2016. Lo crearon Tamara Istambul y Cristina Porta, que se definen como “emprendedoras al 100 %”. Eran otros tiempos, otras necesidades, otras ilusiones.
“Queríamos dotar a la ciudad de un espacio de ocio y ensanchar su oferta cultural a través de un cine al aire libre al estilo americano”, explicaron. Como suele ocurrir, esa no fue la idea inicial de estas mujeres, que le habían dado vueltas a un montón de proyectos que finalmente no cuajaron. Aunque no podían arrancar, tampoco estaban dispuestas a tirar la toalla, e insistieron.
Es que querían algo distinto a la amplia y variada de entretenimiento ya establecida en Madrid, hasta que surgió esta alternativa que las entusiasmó. “Lo único que rogábamos era que el mal clima no nos dañara los planes de fin de semana”. Lo curioso es que ninguna de ellas había ido a un autocine, una opción que fue muy popular en los años 50 a 70, en especial en Estados Unidos.
La primera película se proyectó en marzo de 2017 y durante este tiempo el autocine se volvió una práctica regular para los madrileños. Claro, hasta que en febrero pasado apareció el coronavirus y propinó un golpe durísimo: más de 270.000 contagiados y, según las cifras del gobierno, más de 27.000 personas fallecidas hasta la primera semana de junio. Un escenario terrible y desolador.
Por supuesto, el autocine fue uno de los primeros en cerrar sus puertas y después del devastador impacto de la crisis parecía estar condenado a mantenerlas así por un buen tiempo. Sin embargo, cambia, todo cambia, y más en tiempos de coronavirus: esta clase de actividades al aire libre son de las pocas permitidas por las autoridades, siempre y cuando se conserven las medidas de seguridad.
La totalidad de las entradas se vendió mucho antes de que se concedieran los permisos para abrir las puertas y, lo mejor, el entusiasmo de los ciudadanos no termina: “ya vendimos de aquí a los próximos 15 días”, dijo Istambul a los medios de comunicación. Y ahora que se avecina el verano no solo se proyectarán películas, sino que también se programarán conciertos y más espectáculos.
En marzo de 2017, dos españolas abrieron el Autocine Madrid RACE, su último intento por ser emprendedoras. Ahora, cuando España vive las etapas de regreso a la normalidad luego de la crisis provocada por el coronavirus, el lugar nos demuestra que la vida sigue. Lecciones.
Uno de los hechos llamativos de la ocasión fue que la mayoría de los presentes eran jóvenes en los 20, es decir, personas que seguramente jamás habían estado en un autocine, que a lo sumo lo habían visto en alguna película o habían escuchado el relato de sus padres o abuelos. Lo mejor es que, como estos, algunos comenzaron a escribir sus historias de amor entre la oscuridad y el cine.
Es el caso de Roberto y Patricia, dos universitarios que antes de que el coronavirus los enviara a casa se habían conocido en las aulas. Dado que la conexión fue poderosa, decidieron seguir en contacto, a pesar de las restricciones. Una tienda de Mercadona era el punto de encuentro para conocerse mientras compraban. Ahora, la magia de Cupido se trasladó al auto de él. Fue su primera cita.
Otros tortolitos de la noche madrileña eran Manuel y su novia Ana Belén, de 25 y 26 años, respectivamente. Estaban felices de volver a verse, pues viven separados por 30 kilómetros, una distancia insalvable en tiempos de confinamiento. Durante ese período, se veían gracias a la tecnología de las videollamadas, pero nada sustituye el encanto de estar tomados de la mano.
También estaba feliz era Guillermo Castrillón, cocinero del Diner. “Necesitaba volver a sentir la adrenalina de mi trabajo, de atender a mis clientes”, afirmó. Si bien se trata de una experiencia distinta de la que estaba acostumbrado, porque la comida la llevan los meseros a los autos, estar al frente de su parrilla es como volver a nacer. “Extraño ver la cara de las personas”, agregó.
Sin embargo, la experiencia no termina con la proyección de una película. Autocine Madrid RACE ha preparado una serie de opciones para diferentes ocasiones y tipos de clientes que van desde la básica de entrada doble y un combo de palomitas de maíz y refrescos grandes por 24 euros hasta el plan ‘Hoy la estrella eres tú’, por € 360, que adiciona recogida y vuelta a domicilio en un Cadillac para cuatro personas.
Por supuesto, se trata de una excelente oportunidad para reconciliarse con la vida, para volver a disfrutar de lo que nos gusta, para volver a socializar, aunque sea a dos metros de distancia. Y es, sobre todo, un mensaje positivo que rompe con la cadena de acontecimientos negativos con la que nos tienen bombardeados desde hace meses. Es volver a ser rebeldes, volver a creer en la vida.
Lo he mencionado en varias notas publicadas durante las últimas semanas, pero lo repito porque es importante: una crisis, en esencia, representa una oportunidad. Sí, una oportunidad para quien tiene la mente abierta, para quien tiene algo que ofrecerle al mercado, para quien es capaz de dejar atrás sus miedos, para quien se atreve a arriesgar como lo hicieron Tamara Istambul y Cristina Porta.
Siempre que llovió, por muy duro que llovió, en algún momento escampó y volvió a salir el sol. Esa es una frase que me encanta y que sé que se hará realidad para muchas personas. El coronavirus, como lo mencioné en alguna nota anterior, no es el fin de la vida. Es una de tantas dificultades que se interponen en nuestro camino para ponernos a prueba, para ayudarnos a sacar lo mejor de cada uno.
¡Hay vida después del coronavirus, una vida muy parecida a la que teníamos antes de la pandemia! Y está ahí, dispuesta para que la tomes, para que la aproveches, para que dejes tus miedos (o los lleves contigo para que sean testigos de tu felicidad) y realices tus sueños. Hay una vida que no se ha detenido y que no vale la pena desperdiciar, no vale perderse lo maravilloso que nos aguarda…