Producir contenido de valor para sus clientes, para su audiencia, suele ser un gran dolor de cabeza para muchos emprendedores. Tan grande, que a veces se convierte en un obstáculo insalvable en su camino, en la razón por la cual no pueden conectar con esas personas y, por ende, no venden. Y ese problema, amigo mío, en la era de la tecnología y la comunicación, no tiene justificación alguna.

Es increíble, porque hoy contamos con una tecnología que hace unos años, no más de tres décadas, era propia de las películas de ciencia ficción. Una tecnología que está al alcance de todos, de cualquiera que la quiera utilizar. Una tecnología que cada vez es más intuitiva, más sencilla, al punto que la aprovecha un niño de 3 años o un adulto mayor de 80. ¡Así de fácil!

No necesitas haber estudiado ingeniería o ser un experto en internet para disfrutar y, sobre todo, aprovechar los poderes de esta tecnología. Que, además, y esto es un valor agregado, hoy está en todos lados. Sí, en el teléfono celular podemos llevar con nosotros toda nuestra vida digital, la personal y la profesional; con una conexión a internet, vía wifi, estamos a un clic del universo.

Cuando disfruto estas grandes comodidades actuales, no puedo dejar de pensar en cómo era el mundo hace unos 25 años, cuando comencé a trabajar por internet. Lo hacía desde mi casa, con un computador personal de esos que hoy nos parecen un dinosaurio tanto por el tamaño como por las características, que eran realmente precarias. Honestamente, no sé cómo lo hacíamos.

Nos conectábamos a través de la línea telefónica, una conexión inestable y ruidosa que, además, se cortaba si alguien levantaba el teléfono para hacer una llamada. Entonces, te imaginarás, no había más remedio que hacer turnos: no podía estar conectado todo el tiempo, como ahora, porque bloqueaba la línea telefónica en una época en la que, no sobra decirlo, no había celular.

No había muchas páginas web y las que ya funcionaban eran terribles. No había wifi, ni banda ancha, y tampoco habían aparecido Mr. Google y las redes sociales. De hecho, por allá en 1995, cuando di mis primeros pasos en internet, en Colombia ni siquiera los medios de comunicación tenían página web. Ni los bancos, ni mucho menos los establecimientos comerciales.

En esas condiciones, solo era posible transmitir textos planos, sin formato (es decir, sin negrillas, sin emojis, sin imágenes, sin video, sin sonido). Y, para colmo, eran pocas, muy pocas, las personas que tenían un computador en su casa (aunque cueste creerlo) o una conexión a internet, que era costosa y de baja calidad. Y, ¡créelo!, no había muchos usuarios con los que pudieras interactuar.

Después, varios años después, a medida que la tecnología evolucionó y nos brindó más y mejores herramientas y recursos y, especialmente, a medida que más personas tuvieron acceso a ella, fue más fácil esto de ser emprendedor. Hasta que llegamos al escenario actual en el que la tecnología, literalmente, nos avasalla. No aprendemos a manejar un dispositivo cuando aparece uno nuevo.

Hoy, la tecnología e internet te permiten hacer lo que quieras. La verdad es que los límites los impones tú. Puedes grabar videos, o audios, o publicar una galería de imágenes interactiva, o crear un blog, o escribir un libro y publicarlo en versión digital, o hacer transmisiones en vivo y en directo. También puedes crear un curso y transmitir tu conocimiento y tus experiencias.

Es increíble lo fácil y lo económico que resulta hoy adquirir conocimiento de calidad. Antes, en la era preinternet, este era un derecho reservado para los que podían pagar la matrícula de una universidad. Ahora, sin embargo, a unos cuantos clics de distancia, puedes acceder a educación de primer nivel del programa académico que elijas en la institución educativa que elijas.

Algunas veces, cursos gratuitos. Y puedes comprar en cualquier tienda del mundo y conseguir que lo que adquiriste te llegue en unos pocos días a la puerta de tu casa. Algunas veces, sin pagar el costo del envío. También es posible realizar cualquier transferencia bancaria a través de internet, algo que a finales de los años 90 era impensable: haces pagos, envías dinero, recibes dinero…


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Los audiolibros no son una tendencia más: son una poderosa herramienta que necesitas en tus estrategias de marketing.


Los audiolibros son un formato digital que cada día gana más adeptos. A mí me encantan porque me ayudan a adquirir conocimiento de valor en los que llamamos ‘tiempos muertos’. Así, puedo consumir varios libros a la semana, algo que en formato impreso me resultaría muy difícil.


Todas estas posibilidades, por supuesto, nos han cambiado la vida, nos han mejorado la vida. Para mí, sin embargo, la más poderosa, la más transformadora, es la educación. No existe nada más poderoso que el conocimiento, nada más empoderador que el conocimiento, nada que produzca un impacto más positivo que el conocimiento. Y hoy está disponible a unos clics de distancia.

Soy un apasionado de la educación, al punto que dejé atrás mi carrera como sicólogo clínico y me dediqué a transmitir mi conocimiento y mis experiencias a través de internet. Además, quizás lo sabes, soy un enamorado del aprendizaje, un eterno aprendiz, alguien que disfruta el tiempo que invierte en aprender más, en educarse y actualizarse, en desarrollar otras habilidades.

Para mi pesar, por mis ocupaciones y responsabilidades, no tengo todo el tiempo que me gustaría dedicar al aprendizaje. Pero, a diferencia de muchas otras personas, ese no es un obstáculo. ¿Por qué? Porque aprendí a emplear lo que llamo los tiempos muertos para aprender. Por ejemplo, el tiempo que estoy bajo la ducha, o mientras conduzco en el tráfico, o mientras preparo la comida.

¿Qué hago en esos tiempos? Escucho pódcast o audiolibros. Depende de dónde me encuentre, también veo videos o cursos. Sin embargo, cuando estoy en movimiento, los audios son la mejor compañía. Gracias a esta tecnología, que está en tu celular, he leído libros maravillosos que, de la forma tradicional, jamás consumiría. Es un tiempo muy bien invertido, un tiempo de gran valor.

Un libro de 300 o más páginas, que en el formato impreso te requeriría al menos 3 o 4 días para leer (y en jornadas bastante intensas), en audiolibro lo terminas al cabo de 3 o 4 horas. ¿Notas la diferencia? De 3 o 4 días a 3 o 4 horas. El mismo contenido y, además, con la posibilidad de hacer otra cosa mientras lo consumes: cocinas, te bañas, haces ejercicio en la caminadora, conduces…

Así, supongo que ya lo percibiste, puedes leer, si quieres, siete libros a la semana, uno al día. Quizás sea demasiado, pero, ¿qué tal tres a la semana? A ese ritmo, al cabo de un año habrás consumido ¡156 libros! Estoy seguro de que puedes ver el beneficio: en esos 12 meses te conviertes en experto de cualquier tema y obtienes un conocimiento que es invaluable.

Sin embargo, y esto es algo muy importante, no te limites a ser un consumidor de audiolibros: también puedes ser un productor, un generador de contenido de calidad para otros. He publicado varios libros, tanto en formato digital como impreso, y pronto alguno o varios de ellos serán audiolibros. ¿Lo mejor? No necesitas ser locutor profesional para leer tu libro y generar impacto.

De hecho, ya comencé a transitar ese camino. En los últimos años, publiqué los libros ¡Tú Puedes! y ¡Tú Puedes 2.0!, en compañía de varios de mis discípulos del Círculo Interno, mi comunidad privada de emprendedores exitosos. Lo publicamos en formato digital, en Amazon.com; también está disponible en versión impresa y cada autor leyó su capítulo y está disponible en audiolibro.

Y te confieso que nos llevamos una sorpresa: el libro se consumió más en audio que en versión digital. A nuestros lectores les encantó la idea de que fuera el propio autor el que leyera su texto, y no una voz profesional que no les generara alguna conexión emocional. Te invito a que visites la web TúPuedes.com, en la que encontrarás los audios de los dos libros, y los puedes descargar.

O, si lo prefieres, puedes ir a Amazon.com y conseguir la versión Kindle o impresa: ¡Tú Puedes! y ¡Tú Puedes 2.0! No solo obtendrás conocimiento de alto valor, sino también aprenderás de las experiencias de los coautores, entenderás el poder de los audiolibros y quizás te animes a producir el tuyo. Por si esto fuera poco, descubrirás que tus tiempos muertos valen oro y ya no los desaprovecharás.


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