Tropezar y caer, de eso se trata la vida. No es, seguramente, el camino que nos gustaría transitar, pero no es algo que podamos cambiar. Y está bien, por fortuna, porque es gracias a esos tropiezos, gracias a tantas caídas, que adquirimos el aprendizaje y la experiencia que, más adelante, en la medida en que tomemos decisiones inteligentes, vamos a tomar mejores decisiones.

La vida nunca es como nos gustaría que fuera. Odiamos los lunes y anhelamos que el fin de semana regrese rápido para “descansar”. Odiamos los días con lluvia y frío, pero nos agobia el rayo del sol cuando sube la temperatura. Odiamos que nos mientan, pero nos olvidamos de también mentimos todo el tiempo. Odiamos los malos resultados, pero no queremos vivir el proceso.

La vida es eso, una moneda: tiene dos caras y cada vez que la lanzas al aire, de manera caprichosa, ella elige una. Es inevitable: hay días en los que todo sale a pedir de boca y otros en los que mejor ni nos hubiéramos levantado. Hay momentos en que nos embarga la alegría y otros en los que el nudo en la garganta nos impide, inclusive, tragar la saliva. De eso, justamente, se trata la vida.

Y, por supuesto, el mundo de los negocios. Quizás lo sabes, quizás lo has experimentado, hay proyectos (o productos) que son un éxito y otros son un rotundo (e inexplicable) fracaso. Hay proyectos (o productos) que pegaron rápido y otros que jamás conectaron con el mercado (a pesar de que eran los que más nos ilusionaban). Como en la vida, en los negocios no hay fórmula ideal.

Si bien soy un bendecido y la vida me dio todo y mucho más de lo que deseaba, de lo que soñé, el camino que he transitado no ha sido fácil. Aquello de tropezar y caer ha sido una constante, algo así como un hábito que, hoy, a pesar del dolor padecido, agradezco y entiendo. Me gusta la persona en que me he convertido gracias, especialmente, al aprendizaje surgido de mis errores.

Sí, de mis tropiezos, de mis caídas, de mis malas decisiones, de dejarme llevar por las emociones, por esa terquedad que, irónicamente, me ha dado la fortaleza necesaria para seguir adelante. Y también me han aportado ese conocimiento valioso que podría llamar sabiduría. La de la calle, la del prueba y error, la de las dolorosas pérdidas (tiempo, dinero, amigos), pero sabiduría al fin.

Uno de los dilemas a los que me enfrento con frecuencia es aquel de explicarle al mercado, a mis clientes, que el error es inevitable. Y, además, necesario. Es parte vital del proceso y, quizás lo sabes, sin proceso no hay resultados. Todos queremos ir del punto A al punto B, pero nos equivocamos al pensar que, como nos dicen, es un solo paso: entre A y B hay letra pequeña.

Haz de cuenta que estás en Miami, el punto A, y quieres ir a Lisboa, el punto B. Aunque viajes en un avión supersónico, tardarás horas entre un destino y el otro, un período en el que dormirás, irás al baño, comerás, leerás un libro, verás una película, conversarás con el vecino, en fin. El proceso no se puede evitar e incorpora dificultades, tropiezos y caídas. La clave es levantarse otra vez.

Una y otra vez, tantas como sea necesario. Y seguir adelante, aunque las heridas en las rodillas no hayan sanado y aún duelan, aunque tu orgullo siga maltrecho, aunque cueste recuperarse de las pérdidas sufridas. Levantarse una y otra vez, sacudirse el polvo y seguir adelante. Con más fuerza, sí, pero sobre todo con más inteligencia, con esa sabiduría aprendida de la vida a punta de golpes.

De hecho, es el camino recorrido por algunas de las marcas más grandes del mercado, ¿lo sabías? Hoy están en la cima, disfrutan de los gozosos, pero antes, en algún momento, sufrieron los dolorosos. Así es la vida, no lo olvides: subidas y bajadas, tropiezos y caídas. Estas marcas no se rindieron a mitad del camino, perseveraron y ahora son algunos de los referentes del mercado.


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En la vida la mayor fuente de aprendizaje es el error o, de otra forma, el tropiezo. No lo puedes evitar, no lo menosprecies.


Veamos de cuáles se trata:

1.- Apple. Sí, la que hoy está catalogada como la más valiosa del mundo navegó en aguas turbulentas en los años 90, cuando la crisis mundial estuvo a punto de frustrar su sueño. La marca era reconocida por aquel entonces como líder del mercado de las computadoras, pero sus finanzas estaban estancadas mientras las de sus competidores marchaban a ritmo acelerado.

Cuando parecía que la aventura iba a termina de manera abrupta y prematura, apareció la mejor versión de Steve Jobs. Por allá en 1997, lideró un proceso de recuperación inesperado. ¿Qué hizo? Lanzó los productos que hoy son los preferidos de millones de personas: el iMac, el iPhone, el Ipad y el desaparecido iPod. Fueron (y siguen siendo), disruptivos por su funcionalidad y su diseño.

A partir de entonces, el nombre de Apple se asoció con innovación, con el establecimiento de nuevos estándares en la industria de la tecnología. Además, con su enfoque en la experiencia del usuario marcó una ruta que pocos habían transitado y que le permitió generar poderosos vínculos con su clientela. Fue un genial proceso hacia la cima, una tendencia que hoy todavía se mantiene.

2.- IBM. En aquella década de los 90, de ingrata recordación para muchos, esta fue otra marca que la pasó mal. Tras tocar el cielo con las manos, esta compañía comenzó una caída libre que llevó a sus directivos a tomar medidas drásticas para intentar un salvamento. Eran muchas las marcas que habían desaparecido en esos años, pero nadie daba crédito a que IBM se sumara a esa lista.

La audacia de sus directivos, que cambiaron el rumbo, evitó el colapso. ¿Qué hicieron? IBM, a la que el mercado conocía como líder en la producción de hardware, se redefinió en el campo de los servicios y la tecnología de la información. Muchos no dieron crédito a esa jugada estratégica y expresaron sus dudas acerca de la sostenibilidad del proceso. Hoy, lo sabemos, estaban errados.

La de IBM no fue una transformación cosmética, sino que incluyó cambios en la estructura y la cultura empresarial profundos. Fue un proceso duro y doloroso que costó cientos de puestos de trabajo en un titánico y desesperado esfuerzo por reducir los costos y evitar el cierre. Ese nuevo modelo de negocio fortaleció la compañía, que volvió a navegar por aguas tranquilas.

3.- Lego. Si alguna vez escuchaste aquello de “subió como palma y cayó como coco”, ese fue el caso del referente de los juegos infantiles. A comienzos de los 2000, cuando el mundo todavía no superaba los estragos de la crisis de finales de la década anterior, la compañía pagó el precio de un proceso de expansión ambicioso: tuvo que recular y repensar su modelo antes de seguir adelante.

Lego decidió volver a sus raíces, a aquellos valores que en sus inicios le permitieron ganarse el corazón del mercado. La visión, y este es el gran aprendizaje, fue regresar a lo sencillo, en vez de obsesionarse con la diversificación de su línea. Se centró en su propuesta única de valor original que no era otra que la de proporcionarles a sus clientes un espacio para crear, imaginar y construir.

En esa estrategia de recuperación sacó un as bajo la manga: apostó por la creación de productos temáticos, como las líneas de Star Wars y Harry Potter, dos pesos pesados del mercado. El éxito fue rotundo, porque combinó el poder de dos franquicias icónicas con la experiencia de construcción de Lego. ¿Lo mejor? Involucró a su comunidad de fanáticos en ese proceso de reinvención.

4.- Marvel. Sí, los superhéroes también mordieron el polvo de las épocas difíciles. En medio del furor por la irrupción de internet, la industria del cómic pasaba sus malas horas. Tan malas, que la empresa no tuvo más remedio que declararse en bancarrota, una jugada desesperada en busca de una salida. Una jugada que, sin embargo, que logró cambiar radicalmente el rumbo de la historia.

Aunque el margen de maniobra era mínimo y lo que mandaban los cánones de los negocios era reducir los costos, Marvel hizo una apuesta arriesgada. De hecho, muy arriesgada: trasladó su colección de superhéroes al cine y la televisión. Del incierto mundo de los cómics, sus personajes se transformaron en íconos de la cultura popular. Era imposible no conocerlos, no amarlos.

Iron Man, el Capitán América y Thor, entre otros, se convirtieron en figuras emblemáticas que trascendieron las pantallas. Una jugada maestra que cautivó a miles de nuevos fanáticos y, lo mejor, sirvió para el relanzamiento de la compañía. Luego, la alianza con Disney llevó las historias de los héroes de Marvel a los parques temáticos y sus productos llegaron a todo el mundo.

Moraleja: un error, un tropiezo, una caída o eso que llamamos un fracaso NO te define. Lo que te hará inolvidable, lo que te permitirá marcar una huella imborrable, será tu capacidad para levantarte, sacudirte el polvo y seguir. Esa capacidad de creer en ti, en tu proyecto, cuando nadie más lo hace, cuando todo está en contra, cuando parece que el mundo se te vino encima.

Esa resiliencia que aflora cuando otros, cuando la mayoría, ya tiró la toalla. Ese que llamamos éxito no es más que el resultado de tus acciones y de tus decisiones; también, de tu resistencia y de tu persistencia. Por supuesto, también de tu inteligencia para entender las situaciones, no dejar que las emociones te dominen y saber cambiar el rumbo. Apple, IBM, Lego y Marvel son un ejemplo.

La adversidad no es más que una prueba para saber de qué estás hecho y establecer cómo puedes responder fuera de tu zona de confort. Créeme que he sido testigo de infinidad de casos dolorosos de marcas, emprendedores y profesionales independientes que sucumbieron a una crisis. La lección es que, si consigues superarla, saldrás fortalecido y el mercado premiará tu valentía.


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