En estos tiempos modernos, a pesar de que la calidad de vida es mucho mejor que la de las generaciones anteriores, en todos los sentidos, el ser humano no es feliz. O, peor, es infeliz. El frenético ritmo de la vida, siempre al límite de la histeria, de los miedos, de la incertidumbre, de las urgencias, ha provocado que las personas no disfruten el privilegio de la vida.

Es algo a lo que estamos sometidos todos, absolutamente todos. Y no es fácil desligarse de ello, no es fácil asumir el riesgo de hacer tu propio camino. Durante años, en mi juventud, seguí al pie de la letra el libreto convencional, aquel de estudiar, conseguir un empleo, formar una familia y ser feliz. Estaba convencido, porque me lo habían enseñado, que así sería feliz.

Sin embargo, la vida y las circunstancias me demostraron que estaba equivocado. Por fortuna, gracias a mi forma de ser (rebelde, un poco antisistema) y al apoyo que en esos momentos de dudas me brindó mi familia, pude corregir el rumbo. Me gradué de uno de los colegios de mayor prestigio de Bogotá y después entré a la universidad más importante del país.

Me matriculé en Ingeniería Electrónica, que era mi sueño. “Tengo la vida perfecta”, pensaba en esos días. Pero, no tardé en darme cuenta de que no era así. Descubrí que mi pasión por los computadores era más un pasatiempo que algo que quisiera hacer el resto de mi vida y que mi camino iba por otro rumbo: el de la Psicología. Me trasladé a esta facultad y allí me gradué.

Ejercí durante algunos años hasta que los insondables caminos de la vida me llevaron por donde jamás había imaginado. En la búsqueda de descubrir qué era internet, una novedosa tecnología que había atrapado mi atención, me encontré con el marketing. Encontré mi pasión, mi verdadero lugar en el mundo y entendí qué eran eso del éxito y la felicidad.

Así, en pocas palabras, la historia se antoja cómoda, agradable, pero la realidad fue distinta. Hubo muchos tropiezos, muchas caídas, muchos momentos de soledad y, por supuesto, también muchos errores. De grueso calibre algunos, y otros que me amargaron porque en un comienzo no entendí su sentido. Solo con el tiempo, más caídas y más errores, pude aprender.

Si volviera a nacer, no dudaría en elegir este camino para vivir esa vida: ser emprendedor. Un camino lleno de dificultades, de frustraciones, de riesgos, de confrontaciones. Con esto, me refiero a tantas veces que tienes que mirar hacia tu interior, luchar contra tus miedos, tus inseguridades, tus creencias y limitaciones, enemigos invisibles que pueden hacer pasar un mal rato.

Un largo proceso, que solo terminará el día en que me vaya de este mundo, que aprendí a disfrutar. Un largo proceso, además, en el que fue necesario revaluar la mayoría de mis creencias en torno a lo que son el éxitoy la felicidad. Y en el que no hubo más opción que rediseñarme como persona, construir una nueva versión para cumplir con mi propósito.

¿Por qué te cuento esto? Porque es muy probable que tú hoy estén en esta situación que yo viví hace algunos años. Si es así, por favor, no te rindas. Si tu presente está salpicado de dificultades, entiéndelas como oportunidades de aprendizaje que más tarde valorarás. Si te sientes solo y reniegas de haberle hecho caso al corazón y perseguir tus sueños, ¡persiste!

Es una etapa de tu vida, una escala del viaje, no tu vida, no el viaje entero. Quizás sea el momento de revisar lo que haces y cómo lo haces, de analizar tus hábitos y, sobre todo, lo que piensas. Por experiencia, sé que la principal razón para no cumplir nuestros sueños, para salir airosos en los proyectos no es la falta de conocimiento o de dinero, sino la mentalidad.


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Ser feliz y exitoso no es un resultado, sino la capacidad para disfrutar el proceso.


Como tu mentor, puedo transmitirte todo mi conocimiento y el aprendizaje de mis errores, pero eso no te servirá de nada si no adquieres la mentalidad necesaria. La inteligencia emocional es una de las características de las personas exitosas y felices. ¿Sabes qué es?


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No es un problema logístico, sino uno emocional. Es probable que los pensamientos negativos sean los que guíen tus acciones, que las creencias limitantes condicionen tus decisiones, que tus miedos te impidan aprovechar las oportunidades. Quizás estás enfocado en lo urgente y te olvidas de lo importante, de lo que puede llevarte a alcanzar tus objetivos.

En otras palabras, fallas en uno de los aspectos cruciales para que el ser humano, no solo un emprendedor, logre lo que desea: la gestión de las emociones. Cuando permites que ellas te dominen, quedarás a merced de los principales males que aquejan al emprendedor y dan al traste con sus sueños. La mentalidad, no lo olvides, es responsable del 80-90 % de tu éxito.

O de tus fracasos, también. En la práctica, lo que sucede es que las emociones te inducen a ser reactivo, con el agravante que son reacciones instintivas, inconscientes. Es decir, no las puedes controlar, como tampoco controlas las consecuencias, los efectos de esos actos. Y después lo lamentas, por supuesto, pero no siempre estás en condiciones reparar el daño causado.

Cuando nos dejamos dominar por las emociones, la ansiedad, el afán de conseguir resultados positivos (en especial, en el tema del dinero), la necesidad de obtener el reconocimiento de otros y esa lucha incesante contra la frustración nos consume. Desgasta nuestras energías y nos distrae. Es el momento en el que procrastinamos o, lo peor, en el que tiramos la toalla.

En los últimos años, el psicólogo, escritor y periodista estadounidense Daniel Goleman instaló un término que hoy escuchamos con frecuencia: la inteligencia emocional. El primero que habló de la inteligencia social fue Edward L. Thorndike, por allá en 1920, y la definió como “la habilidad básica comprender y motivar a otras personas”. Como ves, no es algo nuevo.

Más adelante, por allá en los años 40, David Weschler dijo que “ningún test de personalidad es válido si no considera las emociones”. Y más tarde Howard Gardner habló de las inteligencias múltiples, una de ellas la inteligencia interpersonal. Pero, fue en 1985, en su tesis doctoral, cuando Wayne Payne se refirió específicamente a la inteligencia emocional.

Diez años más tarde, con su libro Inteligencia emocional, del que se han vendido más de 5 millones de ejemplares, Goleman popularizó el término y lo puso en boca de todos, ya no solo de los catedráticos. En esencia, una persona con inteligencia emocional es inteligente de una forma distinta, gracias a que tiene la capacidad de gestionarlas, de utilizarlas a su favor.

Se trata de desarrollar una serie de habilidades que te permitan identificar las emociones y dominarlas, dar una respuesta adecuada, y consciente, a esos estímulos. También se relaciona con la confianza y la automotivación, así como con la comprensión de los sentimientos que afloran en los distintos tipos de relaciones en las que nos involucramos los seres humanos.

Cuando nos enfrentamos a una situación determinada, el cerebro responde con una reacción, con una emoción. Esta, en esencia, es una carga energética que impulsa una respuesta, que induce una acción. Y nuestras acciones y decisiones determinan los resultados que obtenemos en la vida, en los negocios. ¿Ahora entiendes la importancia de la inteligencia emocional?

Según Goleman, la inteligencia emocional tiene cinco elementos:

1.- Autoconocimiento.
Cada persona es única, un mundo diferente. Si no sabes quién eres, jamás entenderás por qué actúas de determinada manera. Tu historia, las creencias que grabaron en tu mente, así como tus hábitos son responsable de cómo eres, de tus resultados. El autoconocimiento te permitirá aprender a dominar las emociones y responder de manera adecuada a sus estímulos.

2.- Autorregulación.
Sí, a todos nos programan la mente desde que llegamos a este mundo, nos llenan la cabeza con una serie de creencias que después se transforman en obstáculos o enemigos. Eso no significa, en todo caso, que sea algo para toda la vida: tú estás en capacidad de aprender a deshacer los automatismos de la respuesta emocional, inconsciente, automática.

3.- Automotivación.
Esta es la clave para conseguir los objetivos que te propones. Se parte de establecer tus prioridades, de saber con exactitud qué es importante para ti. Es una característica útil en situaciones retadoras, que nos exigen un plus, porque nos permite ver lo positivo, extraer un aprendizaje de ese episodio. Además, es imprescindible cuando llegan las horas bajas.

4.- Empatía.
Una cualidad/habilidad que cada día cobra mayor importancia en las relaciones personales y laborales. ¿Por qué? Es la que nos permite entender al otro, sus problemas, sus motivaciones, sus frustraciones. Es fundamental para quienes lideran un equipo o una comunidad (en el caso de los emprendedores), para transmitir mensajes positivos, constructivos, inspiradores.

5.- Habilidades sociales.
Según Goleman, las principales son comunicarse asertivamente, influir, persuadir y gestionar conflictos. Todas indispensables en el quehacer de un emprendedor, en función de que su tarea pasa por influir en otros, por inspirar a otros, por guiarlos a tomar una acción específica. Son necesarias, también, para aceptar y gestionar el cambio, la incierta dinámica del mercado.

Como tu mentor, puedo enseñarte todo lo que sé, transmitirte todo mi conocimiento y el aprendizaje surgido de mis múltiples y, a veces, groseros errores. De hecho, lo hago con inmensa alegría y entusiasmo si te sirve para cumplir tus sueños, para llevar a cabo tu propósito. Sin embargo, eso no te servirá de nada si no trabajas en tu mentalidad.

A lo largo de mi trayectoria como emprendedor y mentor, he conocido a infinidad de personas muy valiosas, con ideas geniales y proyectos fabulosos, que fracasaron estruendosamente. O que, peor, aunque lograron éxito, ganaron dinero y fueron reconocidas, no fueron felices. Y, quizás lo sabes, éxito sin felicidad no sirve porque nuestra misión principal en este mundo es ser felices.

El éxito no depende de tus resultados, de tus logros, sino del bienestar que consigues, del impacto positivo que con tus dones y talentos puede generar en la vida de otros. A mi juicio, el éxito consiste en desarrollar la capacidad de generar experiencias positivas y transformadoras y de establecer sólidas relaciones con otros para ayudarnos y servirnos mutuamente.