Hoy te despiertas y te sientes diferente. En un principio no sabes con exactitud porqué, pero tienes sensaciones distintas a las de cualquier día. Estás empoderado y, sobre todo, con las fuerzas necesarias para cambiar esa realidad que no te acomoda, que no te satisface, que te hace infeliz. “Hoy es el día, hoy es mi día”, te dices una y otra vez mientras estás en la ducha, bañándote.

Sacas del ropero ese vestido elegante que hace rato no luces, y la corbata que te regalaron del Día del Padre, y la camisa que tu madre te dio en Navidad. Y te miras al espejo una y otra vez, hasta que estás convencido de que luces como quieres. Es “hoy es el día, hoy es mi día”, te repites una y otra vez. Desayunas y sales de casa a enfrentar al mundo, convencido de que va a ser diferente.

Llegas a la oficina y los saludas a todos con entusiasmo, tratando de contagiarles tu energía positiva. Y llegas a tu escritorio y te sientas convencido de que la rutina no será la misma de siempre, de todos los días. “Hoy es el día, hoy es mi día”, recalcas. Te sientes como si fueras un superhéroe con superpoderes y estás seguro de que nada, ni nadie te dañará esta felicidad.

Es, entonces, cuando aparece tu jefe y te dice “Pablo, necesito que hablemos. Lo espero en mi oficina en 5 minutos”. De inmediato, la magia desaparece, como si la criptonita te hubiera debilitado. El empoderamiento se derrumba y las dudas, esas que te quitan la tranquilidad y te trastornan el sueño, afloran otra vez. La inseguridad te invade y hasta te tiemblan las manos.

Quince minutos más tarde, tu vida vuelve a ser la misma de siempre. Sin anestesia, sin darte explicación alguna, tu jefe te informó que no te habían seleccionada para la vacante de jefe de Mercadeo. “¿Por qué?, si soy el mejor candidato”, piensas en silencio, mientras tu jefe habla, pero tú no lo escuchas. Estás absorto y pronto te das cuenta de que el pánico te ha invadido.

Lo más doloroso es enfrentar a los compañeros a los que ya les habías dado por hecha la promoción. “¿Qué les voy a decir? ¿Cómo me van a ver ahora?”, te preguntas, te atormentas. Y, claro, lidiar con esos sueños que habías forjado, con esas vacaciones en la playa que ya no se darán, con el regalo que les prometiste a tus hijos y no sabes cómo harás para cumplirles.

Y piensas que, a tu edad, no tienes alternativa: tienes que aguantar hasta que llegues a la edad de jubilación y puedas disfrutar de una pensión y de la vida. “Son solo 13 años más, no es toda la vida”, te dices para consolarte. ¿13 años más de lo mismo? Hay que ser de acero para resistirlo, es especial porque, si no cambias, si no actúas, será un tiempo en que tus sueños morirán a fuego lento.

A la hora del almuerzo, a regañadientes, le cumples la cita a Javier, tu amigo de toda la vida con el que ibas a celebrar el gran momento, tu gran día. Sin embargo, ahora debes notificarlo de la mala nueva y no sabes cómo hacerlo. La verdad es que no necesitas hacerlo, porque al ver tu semblante él se da cuenta de que algo falló, de que algo no salió tal y como estaba previsto.

“Bueno, Pablo, no es una buena noticia, pero tampoco es el fin de la vida”, te dice. “¿No crees que este es el momento para pienses en convertirte en emprendedor y aprovechar lo que sabes?”, te pregunta. “Emprendedor, ¿yo? No, eso no es para mí”, respondes tajantemente. Lo más doloroso son las explicaciones que ofreces, porque denotan que estás derrotado, que no quieres dar la pelea.

“Tengo una esposa y dos hijos universitarios que mantener. ¿Cómo voy a hacerlo sin un salario fijo?”, preguntas. “Además, yo no tengo experiencia en negocios. Jamás he vendido siquiera un dulce en la puerta de un colegio”, agregas. “A esta edad, no puedo darme el lujo de comenzar de cero, de probar. Lo único que tengo que hacer es resistir”, argumentas con gesto melancólico.

Como esta, la de Pablo, conozco mil y una historias de latinoamericano talentosos y llenos de valioso conocimiento que se condenan a frustrar sus sueños. Personas capacitadas, valientes y productivas que eligen permitir que la vida se extinga lentamente en un trabajo que odian y que realizan a cambio de una paga y unos beneficios que no colman sus necesidades. Es una tragedia.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La vida que deseas no depende del universo, sino de tus acciones y decisiones. ¿Cuándo comienzas a trabajar para conseguirla?


La mayoría de las personas se despierta anhelando que este sea el día, su gran día. Sin embargo, son incapaces de liberarse de las ataduras y prefieren seguir en la comodidad de la zona de confort, ese lugar en el que sus sueños se extinguen. Luego, cuando la vida los golpea, no saben cómo reaccionar. Te doy 5 consejos que te ayudarán a comenzar a construir la vida que quieres.


Si tu historia es como la de Pablo y aún no te decides a dar el paso para convertirte en emprendedor, estos cinco consejos quizás te ayuden:

1.- Descubre el propósito de tu vida. Todos llegamos a este mundo con una misión, por una razón. ¿Cuál es la tuya? Descubre eso que te apasiona, eso que harías el resto de tu vida, y lo disfrutaría, aun cuando no recibiera remuneración por ello. Identifica tus habilidades, tus talentos, los dones que te regaló y la vida y determina cómo estas herramientas que sirven para ayudar a otros.

2.- Cultiva tu conocimiento. Quizás acreditas 10, 2o o 30 años de experiencia en lo que haces. Ese, sin duda, es un tesoro. Sin embargo, debes saber que no es suficiente. Requieres actualizarte, ampliar tu visión, fortalecer tu conocimiento y desarrollar hábitos y habilidades que te permitan estar al día con el avance, del ámbito laboral. Invierte en ti. Recuerda: somos eternos aprendices.

3.- Activa tus redes de contactos. Nadie, absolutamente nadie, alcanzó el éxito en la vida o en los negocios en solitario. Siempre necesitamos de otros, de quienes puedan realizar aquellas tareas que no nos agradan o para las cuales no estamos capacitados. Busca pares con los que puedas recorrer el camino, personas como tú que están en la misma búsqueda. La unión hace la fuerza.

4.- Cambia el chip. Ser emprendedor no es un trabajo, sino una vocación. No es fácil y no tiene porqué serlo. Necesitas cambiar tu mentalidad, dejar de pensar y sentir como empleado y pensar y sentir como transformador de vidas, empezando por la tuya. Prepárate para los momentos difíciles, que llegarán, y ármate de paciencia, que la necesitarás. Si crees que puedes, podrás.

5.- Busca un mentor. No tienes porqué ir solo por el camino cuando hay otras personas que ya lo recorrieron, que saben cuáles son las dificultades y dónde están y, lo mejor, que saben cómo resolverlas. Busca un mentor que te guíe, que acorte la curva de aprendizaje, alguien que logró los resultados que tú deseas. Por último: si quieres llegar a algún lado, avanza: ¡toma acción, ya!

Conozco a muchas personas que viven soñando con que hoy, con que cada día sea el mejor de sus vidas, ese que tanto han esperado. Sin embargo, no hacen nada para salir de la rutina y provocar el cambio que requieren. Sueñan, pero no actúan. Eligen la comodidad de la zona de confort, aunque allí se extinguen sus sueños. Siempre encuentran una buena razón para no cambiar. Y tú, amigo mío, ¿cuándo darás el primer paso?