¿En algún momento pensaste en tirar la toalla? “Tooooodos los días, y en ocasiones dos o tres veces el mismo día”, dice entre carcajadas Vinicio Ramos. Carcajadas que reflejan un presente lleno de felicidad y tranquilidad, la satisfacción por el deber cumplido a pesar de que sabe que todavía es muy largo y complicado el camino por recorrer en busca de sus sueños.
Cuando era niño, Vinicio quería ser biólogo marino. Los documentales del ambientalista Jacques Cousteau que veía en la televisión lo inspiraban. Cuando creció, sin embargo, descartó esa idea de plano, aunque conservó el origen de la pasión: es buceador. La vida, sin embargo, le indicó otro camino: “ayudar a los demás. Siempre creí que tenía que hacer algo para mejorar su vida”.
Hoy, este joven ecuatoriano, radicado en Guayaquil, se dedica, según sus propias palabras, “a transformar la vida de otros con mensajes de abundancia, prosperidad, crecimiento y desarrollo personal. Todo lo que aporte valor a la vida de quien me escucha”. La prioridad es brindarles información, técnicas y estrategias que les permitan generar los resultados que pretenden.
Como todos en Latinoamérica, Vinicio se crio en el modelo de educación caduco que nos enseña que tenemos que estudiar, conseguir un trabajo y ser empleados el resto de la vida. Aunque él no se veía en esas, porque “siempre pensaba en tener mi propio negocio, secretaria, personal trabajando conmigo mientras viaja por el mundo”, se dejó llevar por la corriente.
Estudió, ingresó a la universidad y consiguió un trabajo tradicional. Sin embargo, llegó el momento en que se dio cuenta de que eso no era lo suyo y decidió emprender. No fue una decisión fácil, porque como es habitual encontró gran resistencia desde el propio seno familiar. “Mi padre (que en paz descansa) me dijo una vez que dejara eso y me consiguiera un trabajo de verdad”.
Fue un duro golpe, “un choque mental”. Algo en su interior le decía que había algo más por hacer y pensó que convertirse en emprendedor era la solución. Entonces, un día se lanzó al agua sin ni siquiera saber para dónde iba. “El camino del emprendimiento es difícil, todo el camino. Se pasa por situaciones complicadas y hay que sobreponerse para disfrutar los momentos de alegría”.
La primera señal que la vida le dio y que le indicó que iba por el camino correcto fue “cuando empecé a llenar con comida la refrigeradora de mi casa, a colaborar de manera activa en la economía del hogar, aunque no me lo habían pedido”, cuenta. Pero, claro, pronto aparecieron las dificultades, como cuando se quedó casi sin recursos y pensó que iba a tener que tirar la toalla.
“Los errores más costosos fueron los más baratos. Es decir, cuando decidí invertir menos en mí, en capacitarme, cuando buscaba lo más económico. Era porque tenía una mentalidad de escasez, algo que retrasó el proceso. Sin embargo, tengo que decir que fue un aprendizaje importante”. Reconocerse como débil y vulnerable, como alguien imperfecto, fue lo más duro de aprender.
Sin embargo, Vinicio dice ser una de esas personas “que no cambian su pasado porque mucho de lo que soy hoy es producto, precisamente, de esos errores y decepciones. Me di cuenta de que mis mayores ‘fracasos’, como el ave Fénix, surgieron de mis mayores logros”. De hecho, encaja con una premisa que guía su vida: “cuando la noche es más oscura, es porque más cerca está el amanecer”.
Y su vida tuvo un nuevo amanecer, con claridad, con brillo. Lo mejor es que hoy sabe cuáles son los componentes indispensables para alcanzar el éxito. “Fe, pasión y propósito. Si tienes un propósito que te inyecta pasión día tras día, además de la fe de que lo que haces es lo correcto, esto te da la dosis suficiente de energía para ser invencible”, asegura con convicción.
Cuando aparecen los momentos difíciles, que van y vienen, el emprendedor Vinicio Ramos echa mano de los testimonios de sus seguidores, “para saber que estoy en el camino correcto. Cuando hay personas que me escriben y me dicen que gracias a mi mensaje no se tiraron de un puente o hicieron locuras peores, esa es la mayor satisfacción que puedo experimentar”, dice.
Cuando logró sacar adelante su emprendimiento, cuando comenzó a ayudar a otros a transformar su vida, entendió que este es un proceso que nunca termina y un camino en el que siempre habrá nuevas dificultades. Una de ellas, ser consciente de que como cualquier ser humano común y corriente es un hijo, un novio, un amigo, no un gurú, y está expuesto a los avatares de la vida.
Por eso, procura poner en práctica lo aprendido: “lo más difícil es la humildad, darte cuenta de quién eres tú, quién es esa persona que está sola en la habitación de un hotel, a miles de kilómetros de su casa. No eres el conferencista aclamado en la tarima, esa es solo una de tus facetas. Y las luces, los halagos, no deben modificar tu carácter, ni tu forma de ser”, afirma.
Una de las personas que le ayudó, que marcó el camino de Vinicio fue Dante Gebel. “Me enseñó a creer que los sueños del corazón se cumplen. Admiro mucho a este señor y uno de mis sueños es compartir un escenario con él algún día. Lo digo por si él llega a leer esta entrevista”, dice entre risas. “Creo que el sueño se cristaliza día a día, al tiempo que se generan otros nuevos”, agrega.
“Mi familia todavía no sabe con exactitud a qué me dedico. Ven que viajo con frecuencia, que dicto conferencias, que tengo un programa de televisión. Pero, en detalle, no saben qué hago”, cuenta. Quizás todavía no sea tiempo, porque no todos están en capacidad de entender en qué consiste ser emprendedor. “Además, sé que no existe eso de decir ‘ya llegué’. Sé que estoy en el camino”.
Por lo pronto, Vinicio disfruta porque sabe que estos son procesos indispensables en la vida. “Creo que mi mente se expandió mucho más de lo que esperaba y la satisfacción que siento con cada pequeño logro es algo que no cambio por nada”, asegura. Sabe también que el precio que pagó bien valió la pena, porque los resultados son positivos: “la vida que llevo, la libertad que disfruto”.
A punta de caídas y fracasos, a fuerza de levantarse y seguir, Vinicio ha aprendido que es bueno cuestionarse de cuando en cuando, aunque sea un poco. “Es bueno decepcionarse a ratos, siempre y cuando que no sea más que un rato. Si es algo repetido y constante, se llama depresión y eso, para nada, es bueno. Cuestionarse, ver qué haces bien y qué salió mal y por qué, es sano”, dice.
Vinicio se define como “un aprendiz. Aprendo de mí mismo, de los demás, de mis aciertos y, sobre todo, de mis errores. Sueño con llegar a más personas, transformar más vidas. Tengo el privilegio de llegar a varios miles, pero ¿por qué no pensar en impactar a millones’”. Y sabe que un proyecto de vida nunca está completo, no importa cuánto hayas avanzado siempre hay más por realizar.
“Cuando alcanzas una meta, cuando cruzas la línea, te das cuenta de que es hora de correr el doble para alcanzar la siguiente. Por eso, lo mejor es aprender a disfrutar el camino. Descubrir quién eres, definir a dónde quieres llegar y aprender a ser flexible es necesario para superar las dificultades”. Lo más importante es no perder el foco de lo que haces, tener los pies sobre la tierra.
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Estoy empezando a leer el libro y lo he compartido con mi equipo de trabajo .