El título de esta nota encierra uno de los más grandes misterios de la humanidad, en especial en los tiempos modernos: ¿cómo trabajar menos y producir más? Lo primero, y es algo que quizás la experiencia ya te lo enseñó, es que no existe una teoría única, ni una fórmula perfecta. La clave de la productividad radica en que se adapte a ti, a tus necesidades.

Otro tema que ya está sustentado a través de diversos estudios es que no por trabajar más horas, al día o a la semana, serás más productivo. De hecho, una de las conclusiones que se aceptan casi universalmente es que trabajar más horas resulta contraproducente. ¿Por qué? Porque la productividad disminuye sustancial y paulatinamente con el paso de las horas.

Hay, sin embargo, muchas empresas y muchas personas que se niegan a aceptar esta realidad. Son aquellas que piensan que estar sentado frente al computador o en el lugar de trabajo durante ocho horas es sinónimo deproductividad, pero no es así. En el fondo, se paga por el tiempo que se permanece allí, no por lo que se produce. Un grave cortocircuito, sin duda.

Un estudio realizado por la prestigiosa Universidad de Stanford, en Estados Unidos, en conjunto con IZA (Institite of Labor Economics), de Bonn (Alemania), estableció que trabajar más de 55 horas a la semana carece de sentido. Al sobrepasar ese límite, la mente ya no está en capacidad de concentrarse en las tareas, pierde claridad y no es posible lograr las metas.

Este es un tema álgido para los emprendedores, especialmente. Más, si se trata de una persona que comienza su negocio, un período en el que la cantidad de tareas suele ser abrumadora y, dado que muchas veces no hay recursos para contratar a personas que puedan ayudar, cargamos con todo el peso. Y, claro, más temprano que tarde lo pagamos caro.

Otra de las variables que arrojan los estudios recientes, que no es un secreto para nadie, es que la mayor parte de la jornada laboral (o al menos una buena parte) se consume en otras actividades. ¿Como cuáles? Socializar(hablar con los compañeros, tomar café), comer o leer noticias y conectarse a redes sociales. Se trata de un derroche, un desangre de productividad.

Hay un modelo, que muchos han tratado de imitar sin conseguirlo, y es el del multimillonario Elon Musk. ¿En qué consiste? Divide su jornada laboral, que puede ser de hasta 18 horas al día, en franjas de 5 minutos. ¡Sí, de 5 minutos nada más! La teoría es que esos 300 segundos son suficientes para sacar adelante cualquier tarea o tomar una decisión personal o laboral.

Quizás se te antoje demasiado extremo, por lo que podrías probar con franjas de 30 o 45 minutos y reducirlas poco a poco, hasta llegar a 10-15 minutos. Por supuesto, para hacer esto debes partir de una detallada programación de tus actividades, entre las que se incluyen las comidas, el descanso, el deporte y, algo muy importante, el tiempo que dedicas a tu familia.

No es, por ejemplo, que solo les dedicas 15 minutos al día a tus hijos, sino de que en varias franjas de la jornada estás concentrado al 1.000 por ciento en ellos durante un cuarto de hora. Es lo que se conoce como ‘tiempo de calidad’. Y la misma premisa aplica, por supuesto, para todas las otras actividades: comer, meditar, responder correos y las benditas reuniones.

Esto es importante, además de obvio, pero la práctica nos demuestra que es necesario recalcarlo. ¿Por qué? Porque muchas personas, a la hora de escribir su programación diaria, solo incluyen actividades laborales que, en la realidad, se ven entorpecidas fácilmente por cualquier otra que no fue contemplada. Entonces, el plan perfectose echa a perder.

Hay otra corriente, conocida como ‘la técnica de los mircodescansos’, que consiste en hacer pausas de entre 5 y 15 minutos después de cada 45 minutos de trabajo. Son períodos cortos que puedes utilizar para ir al baño, tomarte un café, jugar con tu mascota, ver en qué están tus hijos, caminar por la casa (o la oficina) o, inclusive, realizar una breve rutina de ejercicios.

Distintos estudios indican que esta técnica, aunque sencilla, permite obtener resultados muy poderosos y consistentes si se practica con disciplina. Aumenta la capacidad de concentración, se logran los objetivos más rápido y se trabaja con mejor actitud. Fue inventada a finales de los 80 por investigadores del Instituto Nacional para la Salud y Seguridad Ocupacional en Ohio y la Universidad de Purdue en Indiana.

Una de las conclusiones más interesantes de estos estudios es que esas pausas, sin importar cuánto duren, nos sirven para desconectarnos del trabajo que hacíamos. En ese corto período, la mente se resetea, el cuerpo vuelve a ponerse en modo activo y, cuando reanudamos, es como si acabáramos de comenzar el día porque se cambia el enfoque de tus pensamientos.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

No porque dediques más horas a tu trabajo serás más productivo. De hecho, es contraproducente.


Más que fruto de una obsesión (que se vuelve inalcanzable), ser más productivos es el resultado de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. No hay fórmulas perfectas, ni modelos que todos podamos aplicar. Sin embargo, hay claves útiles: te comparto 10 que utilizo.


Veamos algunas claves que te ayudarán a trabajar menos y producir más (sin mentiras):

1.- Desconecta.
Sí, ¡desconecta! No puedes estar el ciento por ciento de tu tiempo en modo trabajo. No solo porque te vas a cansar pronto, sino porque a largo plazo te bloquearás y no conseguirás los objetivos que te propones. Libera ratos durante el día para pensar en algo distinto, para reír y alejarte del estrés, para conectar contigo mismo. Tu mente y tu productividad lo agradecerán

2.- Organiza y prioriza.
La improvisación y la desorganización son los peores enemigos de la productividad y, además, con el tiempo se convierten en un mal hábito muy difícil de erradicar. Establece cuáles son las 2-3 tareas que tú y solo tú puedes hacer y encárgate de ellas. Las demás, adjudícalas a tu equipo o contratar profesionales externos en los que puedas confiar. Delegar es muy sano.

3.- Haz ejercicio.
No tienes que convertirte en un obsesivo del gimnasio, ni contratar un entrenador personal. Una bicicleta estática en casa, una corta caminata por los alrededores, una cuerda para saltar o una rutina de ejercicios in situ te ayudarán. Y tampoco necesitas dos horas: con 15 minutos es suficiente, siempre y cuando seas constante. La clave del éxito está en la perseverancia.

4.- Aliméntate bien.
Una rutina de ejercicio sin el complemento de la alimentación adecuada no dará resultados. Consume más frutas, más verduras, y aléjate de los ultraprocesados y de los que contengan azúcar. Tu cuerpo y tu salud lo agradecerán y con el paso del tiempo te darás cuenta de que te sientes mejor, más resistente. Recuerda la vieja premisa de “mente sana en cuerpo sano”.

5.- Reflexiona.
O medita, lo que prefieras. No permitas que el ritmo de la rutina te consuma y te lleve a actuar como si fueras un autómata. Piensa, analiza, reflexiona acerca de lo que haces y cómo lo haces. Es la única forma de corregir, de aprender de los errores y poder avanzar. La mente funciona mejor cuando está en calma, cuando eres capaz de dominar tus pensamientos.

6.- Haz lo que te gusta.
Hoy, tristemente, esta premisa se volvió una frase de cajón. Sin embargo, no pierde vigencia. El bueno de Facundo Cabral solía decir que “Si no haces lo que amas (si no amas lo que haces), aunque lo hagas todo el tiempo serás un desocupado”. No olvides que como afirma Juanes “la vida es un ratico”, así que no la desperdicies en algo que no te apasiona, que no te entusiasma.

7.- Rompe el molde.
No tienes que esperar a que llegue el fin de semana para disfrutar de lo que te gusta, para pasar tiempo con aquellos a los que amas. Destina una tarde en la semana, una noche, para ir al cine, a los bolos; para comer con tu pareja o amigos, para ir a una exposición de arte o a un concierto, lo que te plazca. O pégate una volada a un lugar donde estés 100 % desconectado.

8.- Vive la vida.
No permitas que el trabajo sea toda tu vida. Si lo haces, lo lamentarás. Pasa tiempo de calidad con tu familia, con tus amigos y, sobre todo, contigo mismo. La soledad, créeme, es una buena compañía si sabes aprovecharla. Lee, estudia, escucha música, duerme, date gusto (compra algo que querías desde hace tiempo), conversa y recarga las baterías para poder continuar.

9.- Rodéate bien.
En los tiempos actuales, el síndrome del emprendedor solitario ya no tiene justificación. Hay muchas personas que pueden ayudarte, así como muchas otras que pueden acompañarte en este viaje. Si eliges ir solo, en algún momento te frenarás. Recuerda: nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario (y nadie lo descendió solo). Elige bien de quién te rodeas.

10.- Se vale equivocarse.
Este es uno de los aprendizajes más valiosos que puedes adquirir. Olvídate de las benditas (malditas) expectativas y acepta la vida como es. Te equivocarás, quieras o no, intentes evitarlo o no, así que no te obsesiones con esto. Más bien, aprovecha esas circunstancias para corregir lo que sea necesario y reanudar la marcha. Solo NO se equivoca el que NO hace nada…


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