¿Sabes cuál es el peor enemigo del ser humano? ¡El ser humano! Parece una contradicción, pero no lo es: en la mayoría de las ocasiones, casi siempre, somos nosotros mismos los que saboteamos las oportunidades, los que levantamos obstáculos insalvables, los que enterramos nuestros propios sueños. Así es en la vida, así es en los negocios, así es en las relaciones personales.
Lo irónico es que ese resultado adverso, ese autosaboteo, es la cosecha de lo que sembraron en nuestro cerebro. Sí, es producto de los cientos de mensajes, de los miles de mensajes que escuchamos durante la niñez y la adolescencia, inclusive en la edad adulta, y que nos dicen que no somos capaces, que no podemos, que eso no es para nosotros, que lo dejemos para otra ocasión.
Son tantas las veces que nos dicen NO PUEDES, y de tantas formas distintas, que al final nos lo creemos. Nos convencemos de que no somos capaces y elegimos permanecer en la zona de confort, donde nuestros sueños hibernan y mueren lentamente. Son tantas las veces que nos dicen NO PUEDES, que nos llenamos de pánico y preferimos no hacer para evitar fracasar.
Lo más irónico, y doloroso, es que esta premisa también aplica para el éxito. Sí, para el éxito: cuando estamos cerca de conseguir lo que deseamos, aquello por lo que tanto luchamos, nos invade el pánico. Mejor no ganarnos la lotería, por los problemas de seguridad; mejor no recibir la promoción en el trabajo, por las mayores responsabilidades que tendríamos que asumir.
¿Entiendes cómo funciona? En las situaciones más sencillas de la vida emitimos pensamientos negativos que nos bloquean, que nos condicionan, que nos conforman con menos de lo que nos merecemos. Sucede, por ejemplo, cuando conocemos a una mujer que nos gusta, pero cuando la relación avanza, prendemos las alarmas y accionamos los mecanismos de defensa: los miedos.
Entonces, comenzamos a verle defectos que no tiene, nos decimos que no estamos listos para una relación formal, nos convencemos de que por el momento es mejor no asumir compromisos, en fin. Y lo echamos a perder. Y después nos arrepentimos, pero ya nada se puede hacer. Eso sí, nunca reconocemos la culpa, que la achacamos a otros, al trabajo, al dinero, a lo que sea.
En el emprendimiento, el miedo al éxito es una de las creencias limitantes más frecuentes. De hecho, es el motivo por el cual muchos negocios fracasan poco después de estar en la cresta de la ola, solo que no lo identificamos en un comienzo. Es porque el miedo tiene mil y un rostros y se manifiesta de maneras diferentes: inseguridad, falta de confianza, impaciencia o perfeccionismo.
Lo mencioné antes: todos, o casi todos, soñamos con ganarnos la lotería. Muchas personas la compran todas las semanas y con ansiedad miran los resultados. Cuando ven que no ganaron un dólar, se tranquilizan, se dan ánimo: “mejor, porque me tocaría irme a vivir a otro país, quizás hasta cambiar de identidad para evitar un secuestro”. Es el poder destructivo de la mente.
A lo largo de más de veinte años en el mercado, he conocido a emprendedores increíbles que subieron como palma y cayeron como coco. ¿La razón? No fue la competencia, no fue que el mercado no aceptó su producto, no fue el precio, no fue que equivocaron las estrategias. La razón fue que experimentaron la sensación del éxito y, por sus creencias limitantes, entraron en pánico.
Entonces, inventaron mil y una disculpas para no avanzar más, para no escalar al siguiente nivel. El dinero, las herramientas, los recursos o el conocimiento, no importa: se convencen de que les falta algo, de que tienen que volver a comenzar, se imponen metas que saben que no podrán cumplir. Es autosaboteo en su máxima expresión, producto del miedo a perder el control.
Y tú, amigo mío, ¿le tienes miedo al éxito? ¿Alguna vez te lo preguntaste? La verdad, en algún momento de la vida todos tenemos miedo al éxito, aunque algunos lo reconocemos y nos damos a la tarea de combatirlo, de superarlo. Para eso se requiere autoconocimiento, saber qué queremos en la vida, cuál es nuestro propósito, y trabajar en potenciar las fortalezas que poseemos.
El miedo al éxito es una de las causas más frecuentes por las que personas con conocimiento y talento, con pasión y vocación de servicio, no se animan a dar el paso para salir de su zona de confort, para construir una vida mejor. Es la justificación perfecta para aplazar una y otra vez. Cuando enfrentas y vences ese miedo, tu vida se abre a un increíble universo de beneficios.
Otro tema que es crucial y que casi nunca nos lo planteamos: ¡nos merecemos el éxito! Sí, claro que sí. El éxito no es un don, ni el privilegio de unos pocos, sino una construcción propia. Eso quiere decir que cualquiera puede ser exitoso, que tú puedes ser exitoso si así lo deseas. Por supuesto, hay que entender que el éxito no es el punto final, sino la experiencia, el proceso.
¿Eso qué quiere decir? Que debes valorar cada paso que das, cada dificultad que superas, cada aprendizaje que extraes de tus errores, cada logro que alcanzas. Celebra las pequeñas victorias, disfrútalas, y no te enfoques en el resultado final, que es una consecuencia, sino en el proceso, que es el que lo determina. Date la oportunidad de equivocarte, aprende y sigue adelante.
Una de las creencias que me llama la atención, y que escucho repetidamente por parte de las personas que me dan el privilegio de ayudarlas, es que no creen que merezcan el éxito. Es un pensamiento acuñado en su cerebro por sus padres, por sus abuelos, por sus maestros, que quizás no consiguieron lo que querían y crearon esta mentira para justificarse, para no superarse.
Conozco a muchas personas llenas de talento y de conocimiento, con vocación de servicio y pasión. Quieren transformar su vida, comienzan el proceso y al poco tiempo se frenan: se aferran al pasado, a esa vida que no los conforma ni nos hace felices, como excusa para no lograr el éxito que dicen que desean. Y entran en un círculo vicioso de procrastinación del que es difícil salir.
El problema con el éxito es que suele estar mal rodeado: cuando lo alcanzas, de la nada aparecen amigos del alma, seguidores furibundos y aduladores de oficio. Solo buscan beneficio propio y no solo no te ayudarán, sino que a la larga serán un perjuicio. Y el éxito también es ligero, de ahí que se nos puede subir a la cabeza con facilidad: es una nube densa que nos nubla la vista.
El peor enemigo del ser humano, irónicamente, es el propio ser humano. Con sus creencias limitantes, con sus pensamientos negativos y destructivos, con sus hábitos tóxicos. Así es en la vida, en el trabajo, en las relaciones. La mayoría de las veces responde al miedo al éxito y se convierte en un obstáculo insalvable, en la explicación de que fracases una y otra vez.
El miedo al éxito surge del temor a dejar la zona de confort, del temor a la incertidumbre, del temor al cambio y sus consecuencias, del temor a enfrentarte a algo que no puedes controlar. Es como cuando tienes miedo de tirarte a la piscina: dudas una y otra vez, pero cuando decides tirarte y experimentas esa increíble sensación, lamentas no haberlo hecho antes.