La gran tragedia del ser humano en el siglo XXI es su incapacidad para ser feliz. El origen del problema es que dedica la mayor parte de su vida, la mejor parte de su vida, a algo que no le gusta, que no disfruta, que lo consume lentamente. Afortunadamente, hay un antídoto muy efectivo: descubre cuál es tu pasión y conviértela en un negocio rentable. ¡Sí es posible!

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Emprender. El Diccionario de la Lengua Española (DLE) define esta palaba como “Acometer o comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. En una segunda acepción, nos dice que es “Prender fuego”. Asumo que coincides conmigo en que esa definición se queda corta, muy corta, cuando la trasladamos de la teoría a la práctica de un emprendedor.

Lo más cercano a la realidad, a mi juicio, es aquello referido a las dificultades y los peligros. Que son muchas, que infunden miedo. Y, pensándolo bien, quizás sea esa una de las razones por las cuales la gente, la mayoría de la gente, tiene una idea distorsionada de lo que es en verdad eso de ser emprendedor. “Que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”, dice el DLE.

¿Qué opinas? Se me antoja que, de nuevo, el ámbito teórico nos deja a mitad del camino, o antes. Entre otras razones, porque eso de innovadoras tiene tanto de largo como de ancho. No es una obligación que tu emprendimiento sea innovador, pero sí que sea distinto a lo que ya hay en el mercado y, en especial, que responda efectivamente a un problema de esas personas.

Fíjate que ninguna de las definiciones que nos ofrece el DLE incorpora el problema, o el dolor del mercado. Quizás sea por lo que la gente, la mayoría de la gente, está convencida que ser emprendedor consiste nada más en renunciar a su trabajo convencional y montar un negocio propio, dentro o fuera de internet. Y, si tú ya eres emprendedor, sabrás que no es tan sencillo.

Mi caso es un ejemplo: soy sicólogo profesional, con especialización en sicología clínica, y durante varios años ejercí formalmente. Tuve mi consultorio y realizaba asesorías en diferentes empresas del ámbito oficial. Sin embargo, las dificultades para garantizar un flujo regular de pacientes y, por otro lado, un gusanillo que se movía constantemente por todo mi cuerpo, me llevaron a cambiar.

Ese bicho, ese gusanillo, me decía insistentemente que iba por el camino equivocado, que debía iniciar una búsqueda más profunda o, de lo contrario, corría el riesgo de que mi vida fuera triste y melancólica. Hoy, agradezco que no hice caso omiso de esos llamados de atención, de esos campanazos de alerta, y acredito más de veinte años como un feliz y convencido emprendedor.

¿Qué diferencia había entre aquel sicólogo en su consultorio y este emprendedor en cualquier lugar del mundo? Básicamente, las oportunidades que cada área me ofrecía. Sabía que lo que me movilizaba era la vocación de servicio y como sicólogo estaba limitado, cada vez más limitado. En cambio, como emprendedor cada día es una aventura, una experiencia distinta, un aprendizaje.

Me di cuenta de que como emprendedor no iba a tener que trabajar (en el sentido tradicional del término) por el resto de mi vida, porque estaría ocupado en algo que amo, que me apasiona. Y esa, amigo mío, sí es una gran diferencia. Amo la sicología, la utilizo todos los días en mi trabajo, pero la oportunidad de ayudar a otros y de transformar vidas me la brindó el ser emprendedor.

Y tras bambalinas de esa historia está oculta la realidad que encierra el emprendimiento: se trata de una transformación personal, de una reinvención. Es imprescindible desaprender y volver a aprender, desarrollar habilidades como las de comunicación, las ventas o las de networtking, y tienes que cambiar el chip: no hay horarios fijos, ni oficina, porque estás trabajando todo el tiempo.

Desde tu casa, desde la sala de espera del aeropuerto, desde una cafetería, desde otro país adonde llegaste para dictar una conferencia, desde la playa un fin de semana. Todo el tiempo estás trabajando, pero eso no significa que no haya descanso, que no haya espacio para el placer y la diversión, que no haya vacaciones. La diferencia es que están incorporadas a tu trabajo.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

No necesitas ser un superhéroe para convertirte en emprendedor.


Por ejemplo, cuando voy a Vigo al Congreso Somos Emprendedores (SED), que organizo con mi buen amigo Benlly Hidalgo y su grupo de colaboradores, procuro quedarme dos o tres días más y paso a Portugal a deleitarme con su comida y sus idílicos paisajes. O visito alguna población cercana y voy a la playa. ¿Entiendes? El motivo del viaje es el trabajo, pero también hay vida.

El problema, porque siempre hay un problema, es que la gente, la mayoría de la gente, cree que ser emprendedor es montar un negocio, es decir, que se trata de algo económico, monetario. Y mentiría si te digo que no es un factor importante, porque sí lo es, pero no es el fundamental, el básico. Muchos emprendedores exitosos comenzaron como poco o nada de dinero, y triunfaron.

Y yo, Álvaro Mendoza, soy uno de ellos. El dinero no fue el factor diferencial en aquel momento. ¿Sabes cuál fue? Además de la vocación de servicio que ya te mencioné, fue la pasión. Siempre fui un apasionado de los computadores y de la tecnología y tenía el chip del emprendimiento, que se lo heredé a la señora Julita, mi madre. Fue cuestión de atar los cabos, de armar el rompecabezas.

Lo que quiero que entiendas es que no importa a qué te dedicas, o cuál es tu profesión. En mi círculo cercano de amigos y colegas hay abogados, ingenieros, administradores, contadores y periodistas, entre muchas otras profesiones. Lo que nos une es la pasión por lo que hacemos, la vocación de servicio y el inclaudicable sueño de ayudar a otros a transformar su vida.

Si aún no eres emprendedor, pero como me ocurrió a mí tienes el gusanillo en tu cuerpo, lo que debes hacer es preguntarte qué es lo que en verdad te gusta hacer en la vida, qué te apasiona, que harías con gusto todos y cada uno de los días del resto de tu vida, aun si no te pagaran por ello. Si la respuesta es abrir un restaurante, o dar clases de fotografía, o ser coach de vida, ¡hazlo!

No importa cuánta edad tengas, si nunca lo intentaste o si ya fracasaste varias veces. ¡Manos a la obra! Cada día es una oportunidad y cada día que dejes pasar es una oportunidad de aprendizaje, de crecimiento personal, que ya no volverá. Descubre e identifica claramente cuál es tu pasión y busca la asesoría idónea para convertirla en un negocio. Es posible, lo digo con conocimiento de causa.

No te dejes llevar por la corriente y, por favor, no sigas desperdiciando tu vida. Ser emprendedor es lo mejor que me ocurrió en la vida, después del nacimiento de mis hijas. A pesar de las dificultades, de los riesgos, de los fracasos, cada día es una aventura inigualable. Si volviera a nacer, lo único que cambiaría de mi vida es que sería emprendedor desde mi niñez.

La vida es demasiado corta, y demasiado bella, para no disfrutarla, para no aprovecharla. La mejor estrategia para darle valor a tu vida es hacer lo que te apasiona, lo que amas, lo que no cambiarías por nada en el mundo. Si en tu cuerpo da vueltas el bichito del emprendimiento, el gusanillo de la pasión por algo en especial, no hagas caso omiso de sus mensajes. ¡Hazlo, manos a la obra!