No importa qué tan lejos estén tus sueños, no importa si están en la Luna. La historia de la científica peruana Aracely Quispe Neira nos demuestra que si unes pasión y vocación y las respaldas con el poder transformación de la educación, no existen los límites y el no se puede.

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Soñar no cuesta nada: lo que cuesta es hacer que los sueños se hagan realidad. Si no me crees, pregúntale a Aracely Quispe Neira, una ingeniera astronómica que trabaja con la NASA. Apenas tenía 6 años cuando vio en la televisión un especial de la llegada del hombre a la Luna. Las imágenes de Neil Armstrong caminando sobre la superficie lunar le provocaron fascinación.

Nació en 1982 en Marripón, una pequeña población rural en el distrito de Motupe, en la provincia de Lambayeque, en el noroccidente de Perú. Un lugar del que, algo increíble en el siglo XXI, es difícil encontrar información en Google y que para muchos (incluido yo, por supuesto) se hizo visible solo cuando los medios de comunicación nos contaron la historia de Aracely.

Aquel programa de televisión se grabó en su mente y luego, cuando en la escuela rural 10151 en la que cursó la educación primaria tuvo la oportunidad de ver los cohetes espaciales, comenzó a forjar su sueño. De manera inocente, sin imaginar hasta dónde podía llegar, quizás incrédula de que lo podía cumplir, pues allí lo único que abundaba eran las limitaciones, alimentó su fantasía.

Un día, mientras pedaleaba en su bicicleta camino de la escuela, en Chiclayo, encontró un papel que llamó su atención: “Beca para estudiar karate, gratis, un mes”, decía el mensaje. Sin saberlo, esa fue la plataforma de lanzamiento de sus sueños, que se harían realidad años más tarde. ¿Por qué? Porque fue gracias a la práctica de esta disciplina deportiva que pudo llegar a los EE. UU.

La adolescencia de Aracely se dividió entre los estudios, a los que siempre les prestó gran atención, y el karate. A los 16 años ya era cinturón negro, integró la selección regional, ascendió a la nacional y comenzó a viajar por Suramérica representando a su país. Gracias a que era una deportistas destacada, en 2004 recibió una invitación para participar en un torneo en Las Vegas.

Fue el primer paso. Un año después, regresó a Estados Unidos a competir, pero también a tratar de cristalizar una idea que le daba vueltas en la cabeza: estudiar Ingeniería Aeroespacial o alguna carrera relacionada con la ciencia. Entre viaje y viaje, en Perú Aracely se había formado en Computación e Informática, primero, y después en Ingeniería de Sistemas. Pero, ella quería más.

Esa segunda ocasión en que visitó Estados Unidos sacó tiempo para averiguar cómo podía irse a estudiar allí. Yo no fui a Estados Unidos a trabajar y a hacer dinero, como muchos creen: lo mío era superarme. Yo tenía un objetivo y lo busqué a través del karate y de mis estudios, relató en una entrevista con un medio de su país. Y no demoró en encontrar la respuesta que esperaba.

En efecto, supo que el gobierno estadounidense otorga la residencia a extranjeros que acreditan habilidad extraordinaria. “Yo pude demostrarla con el deporte y con el estudio, así que apliqué para estudiar con becas, préstamos y recursos de fondos”, agregó. Lo primero fue estudiar inglés, en un college, y luego obtuvo un grado en Ingeniería Tecnológica Espacial. Pero, ella quería más.


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Desde que acuñó sus sueños siendo una niña, Aracely no ha dejado de escalar para cumplirlos.


“Si realmente quieres ingresar a la NASA, tienes que ir a una universidad que tenga convenios y puedas practicar ahí́”, le dijo un consejero empresarial. Entonces, reformuló el rumbo de su vida y entró a la Capitol Technology University a cursar la carrera de Ingeniería Astronómica. “Yo quería desarrollar el tema de aeronaves desde tierra, rockets, cohetes”, el sueño acuñado desde niña.

El siguiente paso fue que los astros del universo se alinearan a su favor: al terminar los estudios, hizo prácticas en la NASA y, luego, se presentó una oferta de trabajo sobre el orbitador de reconocimiento lunar, el proyecto del LRO (Lunar Reconnaissance Orbit). Ella fue la elegida. Lo irónico es que, a diferencia de lo que piensas muchos, ella no quiere viajar al espacio.

“Mi carrera es liderar desde la Tierra. Me siento feliz donde estoy”, aseguró Aracely, que en mayo próximo será doctora en Ciencias. Desde hace dos años, salió del LRO e ingresó a uno apasionante: el del lanzamiento del telescopio James Webb, que se realizará en marzo de 2021. Es uno de los proyectos más ambiciosos de la NASA, en el que se invierten más de 10 billones de dólares.

“Soy la única peruana”, dijo orgullosa. “El área en la que estoy involucrada va a comandar el lanzamiento de la nave y la vamos a posicionar en órbita a millones de millones de millas de la Tierra. Mi trabajo es monitorear la integridad y seguridad de la aeronave desde que despega hasta que se posiciona, relató. El objetivo es emprender el estudio de las galaxias desde que se formaron.

Cuando Aracely salió de Perú, solo la conocían quienes estaban en el ámbito de las artes marciales. Hoy, su trayectoria es seguida con atención por los medios de su país y su historia es una referencia inspiradora para sus compatriotas. “Nací en el campo, estudié en el campo. Sin tener nada, pude avanzar. A través del esfuerzo y el trabajo constante sí es posible cumplir tus metas”, afirmó.

El sueño que acuñó cuando vio a Neil Armstrong caminar sobre la superficie lunar ya se cumplió, pero Aracely quiere más. “Quiero tener una contribución directa con niños y jóvenes peruanos. Me identifico con las miles de historias como la mía, que son personas que vienen de abajo, que buscan oportunidades. Me siento una mujer que tiene algo que contar. Y sí, es una historia digna de contar.

Lo mejor es que Aracely no deja de soñar, porque descubrió que esa es, precisamente, la fuerza que le permite romper paradigmas, derribar barreras y alcanzar logros que para muchos sin imposibles. “El no se puede no existe; los límites solo están en nuestra mente. Sueño con dejar una huella en el campo de la exploración. Voy a ser conferencista y estoy preparándome para eso”, contó.

Aracely Quispe Neira nació en Marripón, una pequeña población rural en el distrito de Motupe, en la provincia de Lambayeque, en el noroccidente de Perú, donde no había fluido eléctrico y lo único que abundaban eran las limitaciones y los sueños. A través de la educación, infalible vehículo de transformación, superó uno a uno los obstáculo del camino y cumplió sus sueños, uno tras otro.

Es muy probable que en aquel 1988, cuando se maravilló con las imágenes del hombre caminando en la Luna, nadie haya dado crédito a los sueños de una inocente niña de 6 años. Sin embargo, y esta es la gran lección que arroja esta historia, ella nunca dudó, nunca dejó de luchar por hacerlos realidad, nunca se impuso límites. “Si lo puedes soñar, lo puedes lograr”, dijo el gran Walt Disney.

Nada, absolutamente nada de lo que te propongas en la vida, por complicado y lejano que se antoje, es imposible si cada día de tu vida haces algo para conseguirlo. La historia de Aracely Quispe Neira nos enseña que la pasión y la vocación son más poderosas que tus miedos, que tus limitaciones. A ella, por ejemplo, le permitieron viajar a la Luna con los pies bien puestos en la Tierra…