Algo que aprendí desde niño, y he corroborado a lo largo de mi trayectoria profesional, es que el éxito no se da de la noche a la mañana, de un día para otro. Esa creencia popular de que un día te acuestas pobre y te levantas millonario se llama ‘golpe de suerte’, pero no es éxito. No, al menos, en el sentido que debe entenderlo un emprendedor. El éxito es diferente.

Provengo de una familia de emprendedores, a pesar de que cuando mi abuelo montó su fábrica este término no se había inventado. Mi madre, la señora Julita, heredó su pasión por los negocios y, aunque fue una trabajadora incansable, nunca fue empleada. Tuvo negocios diversos (bienes raíces, restaurante, almacén de ropa femenina), con resultados dispares.

Y, claro, podrás imaginar que ella me transmitió los genes (el bichito, como decimos en Colombia). Lo curioso es que, aunque por mis venas corría la sangre de un hombre de negocios, me demoré en encontrar el camino. Fue hasta después de los 30 años cuando las circunstancias de la vida me llevaron por un camino que, en aquel momento, no imaginaba.

Había aprendido algunos truquitos del abuelo y de mi mamá, pero no los había puesto en práctica porque mi vida avanzaba por otros senderos. Lo que no sabía era que, a pesar de que me dedicaba a atender pacientes en mi consultorio como sicólogo clínico, ese ya era un negocio. Quizás no uno formal, como una tienda o un restaurante, pero ya era un negocio.

El problema, porque siempre hay un problema, es que en las aulas de la universidad me lo enseñaron todo sobre la profesión, pero me quedaron debiendo absolutamente todo sobre la gestión de mi profesión. Es decir: ¿de qué me sirve ser el mejor sicólogo del mundo si mi consultorio está vacío, si ningún paciente requiere mis servicios? Esa era mi vida entonces.

La respuesta a ese interrogante me lo ofreció la vida unos años más tarde. Cuando surgió esa enigmática tecnología llamada internet, en la que casi nadie creía y de la que casi todo se desconocía. Para aprender acerca de ella, me vine a los Estados Unidos. Y si bien no estaba en los planes, me quedé aquí y comencé a transitar un camino apasionante: el del marketing.

Un camino que, por supuesto, no ha estado exento de dificultades, de dolorosas caídas y de groseros errores. Un camino que se convirtió en mi vida, más que en un estilo de vida. Y que, además, me permite disfrutar cada día de algo que me mueve los cimientos: el aprendizaje. Soy un eterno aprendiz y, como tengo espíritu autodidacta, todo el tiempo estoy en modo prueba.

Prueba y error, prueba y fracaso, prueba y corrección, prueba y validación, prueba y éxito… Y así sucesivamente. Una y otra vez, porque cada producto, porque cada estrategia es un mundo nuevo, único e independiente. No se vale el copy + paste, ni las plantillas, porque el momento es distinto, el público objetivo es distinto, el interés y la necesidad son distintos.

De lo que se trata es de crear un sistema, tu propio sistema. Que sí, puede estar inspirado en el sistema exitoso de alguien, puede ser modelado. Uno que no solo te arroje los resultados que esperas, sino que además estés en capacidad de utilizarlo tantas veces como sea necesario. Basta que lo adaptes, que lo ajustes, que valides que le conducirá al éxito.

¿Cómo hacerlo? Te ofrezco 8 acciones que me permitieron crear los sistemas que me llevaron al éxito:

1.- Rompe el molde.
¿Eso qué significa? Que la hagas a tu manera. Sigue tu instinto, no te guíes por el gurú del momento, por el objeto brillante del momento; no sigas lo que hacen todos los demás. Sé auténtico, conoce bien tus fortalezas y debilidades y no olvides aprender cada día.

Lo que te hace único y valioso, aquello por lo que el mercado te elegirá, es que no seas más de lo mismo. Hay normas que se deben seguir, hay mentores que te pueden enseñar y guiar, pero entiende que tú y solo tú puedes construir el camino que te lleve al éxito que deseas.

2.- Aprende y comparte.
“Lo que no se comparte, no se disfruta”, le aprendí a un amigo. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que cuando lo compartes no solo estás en capacidad de producir un impacto positivo en la vida de otros, sino que regresará a ti convertido en una variedad de bendiciones.

Cuando trasfieres tu conocimiento a otros, creas una sinergia poderosa que, además, hará que tu legado siga vivo aún después de que mueras. Vivirá en cada una de las personas a las que ayudaste, a las que inspiraste. Al compartir, todo por lo que pasaste cobra sentido.

3.- Acepta el proceso.
Que, por si no lo sabías, es una verdadera montaña rusa repleta de riesgos, de obstáculos y, por supuesto, de oportunidades. Y algo muy importante: no existen la perfección ni el equilibrio. No los persigas, porque solo malgastarás tus energías y te decepcionarás.

Enfócate en lo que es importante y suelta el resto. Sigue el paso a paso y respeta los tiempos: esto te exigirá ser paciente y constante, algo que la vida te recompensará en el momento indicado. Acepta los días malos, aprende de ellos, y disfruta los buenos, que son menos.

4.- Obsesiónate, pero con tu propósito.
Las obsesiones suelen ser un obstáculo en el camino al éxito y, por eso, tenemos una mala idea de ellas. Sin embargo, quizás sabes que cuando no pierdes el control una obsesión es positiva porque te permite mantenerte alerta y enfocado. Además, te motiva y te inspira.

Obsesionarte con tu propósito hará que hagas caso omiso de las críticas, que abundarán, y te ayudarán a sacar lo mejor de ti en los momentos difíciles. No tirarás la toalla porque sabes que solo la persistencia te conducirá adonde quieres estar. El propósito es el combustible.

5.- Crea sistemas.
Nunca sabes suficiente y el talento no basta. Por supuesto, el copy + paste no vale. Si lo que en verdad quieres es alcanzar el éxito, tienes que construir tu propio camino. No hay un libreto escrito, porque lo que a otros les funciona quizás a ti no te sirva. Esa es la realidad.

Crea un sistema que esté identificado con tus principios y valores, que se alinee con tu propósito y que te brinde los resultados que esperas. ¿La clave? Haz que el sistema trabaje para ti (y no lo contrario). Ah, y ten en cuenta que requerirás no solo uno, sino varios sistemas.

7.- Valida, mejora y repite.
Estas tres palabras, por si no lo sabías encierran la ciencia del éxito. En cualquier actividad en la vida, en cualquier negocio. Es una forma elegante del prueba y error, que atemoriza a tantos. Sin embargo, ese proceso es el que te permitirá replicar tu éxito, una y otra vez.

Sé que esta parte del proceso incomoda a muchos, pero es estrictamente indispensable. Una vez le pierdas el asco, te darás cuenta de que es una especie de seguro. Te dará la posibilidad de aceitar la máquina para que funcione como un relojito suizo. Al final, lo agradecerás.

8.- Cree, incluso si no se dan los resultados.
En marketing, como en la vida, el que pierde es el que se rinde. El que deja de creer en sus posibilidades, el que duda de sus sueños, el que tira la toalla ante la primera dificultad. El éxito, créeme, está reservado para los fuertes, los que se levantan después de cada caída.

Además, ten en cuenta que difícilmente lograrás el éxito en el primer intento. Tendrás que perseverar, que insistir, que resistir. Si tienes fe en tu visión, si honras tu propósito, tarde o temprano verás esos resultados extraordinarios que, en algún momento, fueron esquivos.

Plus (+) – Disfruta tu legado.
Cuando me convertí en padre, recuerdo haber sentido una extraña sensación. Una sensación de pánico que jamás había experimentado, sustentada en la pregunta “¿podré hacerlo, podré sacar adelante a esta niña?”. Hoy no solo sé que lo hice, sino que esto orgulloso de hacerlo.

Ver a mis hijas crecer, convertirse en personas de bien, con valores y principios sólidos, con sensibilidad, con sueños, es el más valioso legado que he podido cultivar. Gracias a Dios, mis enseñanzas dejaron una huella positiva y sé que, cuando ya no esté, honrarán mi memoria.

Volvamos al comienzo. El éxito no se da de la noche a la mañana, así como Roma no se construyó en un día. Es un proceso y hay que disfrutarlo. Pero solo lo conseguirás en la medida en que cada día trabajes consciente y consistentemente en la construcción de un sistema de sistemas que te permitan avanzar, a pesar de las dificultades, de las caídas.

Y no solo eso: sistemas que puedas adaptar y replicar, que te den autonomía y libertad. Que no te pases la vida trabaje y trabaje sin obtener los resultados que esperas, sino que, más bien, disfrutas y compartes con los tuyos. Ese, precisamente, es mi éxito: vivir la vida bajo mis reglas, dando lo máximo de mí cada día. Ojalá tú también puedas construir uno a tu medida…


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