“Vive la vida que deseas”, “Trabaja desde cualquier lugar (foto en la playa)”, “Gana mucho dinero”, “Viaja por el mundo y sé un referente”Estas y otras muchas más frases las vemos y las escuchamos todos los días a través de internet y los medios convencionales. Son los argumentos más recurridos del incesante e inclemente bombardeo mediático.

En las últimas décadas, y con énfasis en los últimos años, ha tomado impulso aquella idea de “trabajar en lo que te gusta” o “hacer lo que te apasiona”, que en esencia significa convertirte en emprendedor. En vista de que el mercado laboral tradicional no ofrece las respuestas que la gente espera, muchos han vuelto la mirada hacia el universo ilimitado de posibilidades.

¿Sabes cuál es? Internet, sí, internet. Hasta las empresas más grandes, las que siempre han operado en el ámbito físico, tuvieron que superar sus prevenciones e ingresar al mundo digital. ¿Por qué? Porque allí conviven sus potenciales creadores, sus clientes. Hoy, son cada vez más las empresas y negocios que adoptaron el modelo híbrido: tiendas físicas y tiendas virtuales.

Y también son cada vez más las personas que tocan la puerta de internet en el intento por construir una vida con felicidad y prosperidad. Y no solo los jóvenes de la llamada generación digital, aquellos que nacieron en este siglo, sino los jóvenes de la generación X, aquella que concentra a los nacidos en las décadas de los 70 y los 80, y los mileniales, en los años 90.

Es decir, a los cincuentenarios, en promedio. Personas que nacieron cuando el mundo era muy distinto, cuando los dispositivos digitales no solo eran escasos, sino también un privilegio de las películas y las series de ciencia ficción del cine y la televisión. Personas que tuvieron que adaptarse, casi a regañadientes, la cultura digital, que supuso un desafío muy grande.

Personas, también, a las que todavía les cuesta lo digital, en especial porque, cuando por fin pudieron aprender y adaptarse a una tecnología o herramienta, aparece una nueva y vuelva a comenzar. Pero, sobre todo, personas que acumulan un gran conocimiento, experiencias de vida y de trabajo valiosas y cuyas vidas se guían por el propósito de transmitirlas a otros.

Por allá en 1998, hace ya 25 años, me vine para los Estados Unidos con la idea de aprender de internet, una tecnología incipiente que me causaba gran curiosidad. Por esas vueltas que da la vida, terminé aprendiendo también de marketing digital y, lo mejor, encontré el propósito de mi vida. ¿Cuál? Transmitir mi conocimiento a otros y ayudarlos a construir la vida que desean.

A eso me dedico. Al comienzo, no solo me enfrenté a esa tecnología desconocida, a un mundo digital incierto, sino también a varios de los obstáculos más frecuentes: el síndrome del impostor, la soledad del emprendedor y el síndrome del todero, aquella persona que lo hace todo en su negocio. Lo insólito es que hoy, todavía, esos males atormentan a muchos.

Y quizás tú eres uno de ellos, si apenas comienzas tu aventura digital, si eres uno de tantos a los que las circunstancias de la vida los llevaron a buscar nuevos caminos. Caminos que, si bien no son fáciles de transitar, tampoco tienen que ser una tortura o fuente de frustraciones. Hoy, a diferencia del pasado, hay mucha ayuda disponible, mucho conocimiento a tu alcance.

Lo primero que puedo decirte, si acabas de comenzar una aventura digital o si piensas en hacerlo próximamente, es que busques un mentor, un guía. Cuando yo comencé, esta fue una de las grandes dificultades: avanzaba en la oscuridad, sin saber si lo que hacía era correcto o si me serviría para obtener lo resultados que deseaba. La incertidumbre era desesperante.

Los únicos referentes que había eran los gurús estadounidenses, que no estaban al alcance de todos. Hoy, en cambio, después de más de dos décadas, somos muchos los que estamos en capacidad de ayudarte, de guiarte, de transmitirte nuestros conocimientos y experiencias y, lo más importante, de indicarte cuál es el camino correcto para que no cometas los mismos errores.

Por otro lado, en aquella época contábamos con muy pocas herramientas. Recuerda que ni siquiera existían las redes sociales, que no había conexiones de banda ancha o wifi, que los teléfonos celulares estaban en remojo y que Mr. Google, el genio que lo sabe todo, todavía no había sido creado. En esos años, para la mayoría no había otra opción que ser toderos.


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Creer que puedes con todo, o que debes hacerlo todo, acabará con tus energías. ¡Cuidado!


A pesar de que hoy la tecnología nos brinda una gran variedad de herramientas y recursos, muchos de ellos gratuitos, y de que hay muchos expertos que pueden ayudarte, no son pocos los emprendedores y empresarios que sufren el síndrome del ‘todero’. Cinco consejos para superarlo.


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A lo sumo, podías contratar a un webmaster para que te ayudara con la parte técnica de tu web, pero eran escasos, costosos y muy mañosos. ¿El resto? El resto, todo lo demás, tenías que hacerlo tú. Era agobiante, era estresante, un desgaste físico, emocional y laboral insostenible a largo plazo. Buscabas ayuda, apoyo, o corrías el riesgo de fundirte.

Lo insólito, repito, es que esta situación sigue vigente. A pesar de que hay herramientas muy poderosas (una gran variedad de ellas) y de que hay expertos en todas y cada una de las tareas (a precios asequibles). Hay quienes todavía se someten a la tortura del todero con la excusa de que están en la etapa inicial de su proceso, de su negocio, y no cuentan con los recursos requeridos.

Lo que hay detrás de esta situación, por lo general, es el miedo (la desconfianza) a delegar, en sus diversas manifestaciones. Un mal que todos, en algún momento de nuestra trayectoria, hemos padecido (sí, yo también lo sufrí). Sin embargo, es una habilidad que cualquiera puede aprender, que tú puedes aprender. De hecho, si no lo haces, difícilmente tendrás éxito.

A continuación, te comparto algunos consejos que pueden servirte, algunos aprendizajes que adquirí en este camino y me ayudaron a llegar a ser lo que soy:

1.- No eres Superman.
Olvídate de que lo puedes todo, de que estás en capacidad de hacerlo todo al tiempo. Los superhéroes solo existe en las historietas, en la ciencia ficción. Entender y aceptar que debes buscar la ayuda de otros NO es una debilidad; es, más bien, síntoma de inteligencia. Una de las características de los exitosos es la de saber asesorarse con los mejores en cada tarea.

2.- Enfócate en lo importante.
En mi caso, lo más importante son el marketing, las estrategias, y la billetera, el dinero. No las comparto con nadie, no las delego en nadie. El resto, todo lo demás, lo pongo en manos de expertos, de personas de confianza, en profesionales idóneos capaces de ofrecerme los resultados que espero y requiero. Y note enredes: hay muy y muy buenos en internet.

3.- Utiliza recursos gratuitos.
Que hay muchos, muy buenos y poderosos. Y para todas las tareas, además. Pide referencias de personas que utilicen estos recursos gratuitos y sácales el mayor provecho. Luego, el tiempo y la evolución de tu negocio dirán si necesitas otros. Si haces una pequeña investigación, te sorprenderás de cuántos recursos hay disponibles y no los aprovechas.

4.- Comienza con lo básico.
A todos nos gustaría comprar un Ferrari o un Maserati, pero solo podemos comenzar con un compacto. Es parte del proceso. Comienza con lo estrictamente indispensable, enfócate en crear una dinámica de crecimiento sostenible y después tendrás la posibilidad de crecer. Y, por favor, aléjate de la tendencia a presumir éxito precoz: concéntrate en aprender y avanzar.

5.- Delega y contrata.
Sí, contrata. Hay una gran variedad de plataformas que reúnen profesionales listos para ayudarte. Y a muy bajo costo. Pregunta, pide referencias. También puedes realizar alianzas con profesionales que te ayuden, intercambio de beneficios, y así te evitas pagos elevados. Ten en cuenta, eso sí, que lo barato sale caro: contrata lo que sea estrictamente indispensable.

Una de las razones por las cuales en un comienzo los emprendedores terminan agobiados por la cantidad y variedad de tareas es porque ellos mismos se imponen más tareas de las que son necesarias. “Tengo que publicar en todas las redes sociales”, por ejemplo, cuando ni siquiera saben en cuáles de ellas están sus clientes potenciales. O “tengo que enviar emails todos los días” y no es necesario.

El más alto rascacielos de la historia se construyó paso a paso, ladrillo a ladrillo, bloque a bloque. Con paciencia y método, con una estrategia. Haz lo mismo. Olvídate de aquello de “me toca hacer…” y más bien piensa “me sirve hacer…”. Tampoco es adecuado que estés pendiente de todo lo que hace la competencia, y replicarlo: quizás tiene más dinero, más recursos que tú.

No compitas: tu negocio no es una carrera, no se trata de “ser el mejor” o de “ser el número uno”, que solo te infla el ego. Se trata de “servir mejor y a más personas”. Ese, créeme, fue un aprendizaje que adquirí después de sufrir muchos golpes: cuando me concentré en atender y servir a mis clientes, mi negocio se disparó, creció a una velocidad vertiginosa…

Y fue, entonces, cuando conté con los recursos necesarios para comenzar a delegar, a contratar a expertos, a tercerizar. Y hoy, 25 años después, sigo igual. Concentrado en lo importante (marketing, billetera y mis clientes) y apoyado y agradecido del aporte que otros especialistas me brindan. Así, logré construir un negocio con bases sólidas y escalable.

La creencia de “debo hacerlo todo” o la de “debo saberlo todo” es una falacia, una mentira. O, si lo prefieres, una trampa. No caigas en ella: que este temor no sea el obstáculo que te impida cumplir el sueño de tener un negocio propio, que no te impida aprovechar tus dones, talentos, tu conocimiento y experiencias para servir a otros. Si superas tus miedos, superarás tus límites…