Si sigues con atención el contenido que publico a través de los canales digitales que uso habitualmente, me habrás escuchado decir que hacer negocios es como enamorar a una chica. En muchos sentidos, es una premisa cierta. Uno de ellos, que veo cada día en el mercado, es el deseo incontrolable de coronar lo más pronto posible.

Hola, soy Álvaro Mendoza, director de MercadeoGlobal.com, y estoy aquí de nuevo para compartir contenido de calidad contigo. Agradezco que estés frente a la pantalla dispuesto a intercambiar conocimientos y experiencias y hacer de esta una relación de beneficios mutuos. Este es el segundo video de la serie ‘Los siete pecados capitales de los emprendedores’.

En el primero hablé sobre la pereza, la madre de todos los vicios. En esta ocasión me referiré a la lujuria que, aunque te parezca raro, sí existe en los negocios. Lo que ocurre es que, por supuesto, se manifiesta de una manera diferente a la convencional. En el fondo, sin embargo, sigue siendo el mismo deseo desmedido por algo material.

Cuando era adolescente, en mi grupo de amigos había uno con el que diferíamos en los caminos para enamorar a las mujeres. Él era (sigue siendo) un romántico de otros tiempos, de escribir cartas, de regalar flores, de dar serenatas. ¡Un caballero a la antigua!, de esos de la época de las abuelas, al que las mamás llaman el mejor partido del mundo.

A mí, mientras, me gustaba ir directo al grano. Respetuoso, sí; cordial, sí; detallista, sí, pero en un nivel diferente, con manifestaciones distintas a las de mi amigo. No me hallaba en ese otro sistema, de ahí que prefería mi propio libreto. Además, en la mayoría de las ocasiones a mí me funcionaba, mientras que a mi amigo no le cuajaban las relaciones.

A medida que crecimos, la vida marcó un abierto contraste entre la suerte sentimental de uno y otro. Yo tuve varias novias y él se quedó con las buenas amigas. Al cabo del tiempo, sin embargo, harto de que su libreto no le diera resultados, hizo algunos ajustes, decidió avanzar sin tantos rodeos y mejoró los resultados. Hoy está felizmente casado.

Hace un tiempo, en uno de mis viajes a Colombia, nos reunimos junto a la chimenea, como antaño, y entre risas recordamos aquellos episodios juveniles. Entre carcajadas, me comentó que tantos fracasos y el paso de los años le habían enseñado en qué estaba equivocado, un aprendizaje que, me contó, ha sido muy útil para los negocios también.

“No tenía una estrategia definida y, aunque creía que sabía cuál era mi objetivo, la verdad es que no tenía idea de para dónde iba”, me confesó. Aquellas palabras, por supuesto, me conmovieron, porque jamás imaginé que iba a escucharlas. Después, a bordo del avión que me traía de regreso a casa, repasé la conversación y le hallé mucho sentido.


Los siete pecados capitales de los emprendedores (1): la pereza


Uno de los pecados capitales de los emprendedores es iniciar un camino (un negocio) sin saber para dónde van, a dónde quieren llegar y, peor aún, sin haber diseñado un plan, una estrategia. Esa es una de las principales razones por las que hay tanta mortandad de negocios en los dos primeros años de existencia: nacen con una enfermedad terminal.

¿Por qué ocurre esto?, me preguntó hace un tiempo en un evento uno de los participantes. “Por la lujuria”, le respondí. Soltó una carcajada, pero de inmediato contrapreguntó, porque no entendía qué le quería decir. Padrino, perdóneme, pero, ¿qué tiene que ver el sexo con todo esto?”, me dijo, todavía incrédulo, y expectante.

“Con el sexo, nada”, le respondí. Pero, sí tiene mucho que ver con tu visión de los negocios, con la forma en que concibes los negocios”, agregué. Ese día, después del almuerzo, nos fuimos con esa persona a la cafetería y, mientras saboreábamos un rico café negro, discutimos el tema. Al final, las explicaciones que le di lo dejaron satisfecho.

En ocasiones, a muchas personas les corre en los negocios lo mismo que cuando ven una mujer hermosa en la calle, con una minifalda que destaca sus delineadas y largas piernas y con un escote que atrae las miradas. Se les alborota la libido, se les desbocan los bajos instintos y lo único que les pasa por la mente es acercarse a ella y poseerla.

Conozco a muchas personas que dejaron su trabajo convencional y montaron un negocio propio porque querían ser dueños de su tiempo y volverse millonarios en poco tiempo. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro. Después de unos meses, descubrieron que eran esclavos de su propio negocio, sus autoempleados, y la ansiada riqueza se transformó en deudas.

¿Por qué? Se dejaron obnubilar por el físico, se nublaron con el escote, distorsionaron la realidad que les mostraba la minifalda. Cometieron uno de los siete pecados capitales que llevan a los emprendedores al infierno del fracaso: no tener una estrategia definida, un plan detallado. Solo les preocupó el final, pero no supieron siquiera cómo empezar.

Antes de dar el primer paso en la práctica, hay un primer paso que no puedes omitir. ¿Sabes cuál? Definir un norte, un objetivo y, sobre todo, una estrategia para llegar a donde quieres. Si no sabes para dónde vas, ¿cómo pretendes llegar? Si no sabes qué debes hacer, ¿cómo pretendes obtener los resultados que deseas?

Es probable que tengas el conocimiento, la intención, los recursos, el tiempo y el dinero necesarios para montar un negocio, dentro o fuera de internet. Sin embargo, ninguno de esos factores, ni la reunión de todos ellos, te servirá si careces de una buena estrategia. El primer paso antes del primer paso es diseñar un plan; después, seguirlo al pie de la letra.

Deleitándonos con las llamas que despedía la chimenea, aquella noche con mi amigo descubrimos que la diferencia de resultados era la estrategia. Él creía que sus argumentos románticos eran suficientes, pero no le funcionaban simplemente porque no sabía cómo hacer que esa mujer que le atraía dejara de ser una amiga y se convirtiera en una novia.

Mientras, a mí me funcionaba el libreto porque, al menos, sabía a dónde quería llegar. Carecía de una verdadera estrategia, de un plan paso a paso, pero me funcionaba entre otras razones porque a las mujeres tampoco les interesaba eso del proceso. Por supuesto, hoy no se me ocurriría tratar de conquistar a una mujer sin antes haber diseñado el plan.

La lujuria, amigo mío, existe en los negocios y puede ser muy dañina. Es uno de los siete pecados capitales que, a veces, cometemos los emprendedores y que nos llevan directo al infierno del fracaso, allí donde el fuego consume nuestros sueños. Si deseas tener éxito con tu negocio en internet, es imprescindible que diseñes una estrategia de marketing.

Soy Álvaro Mendoza, director de MercadeoGlobal.com, y te agradezco estos minutos que me dedicaste tu atención. Con mi equipo de trabajo agradeceremos tus comentarios y sugerencias, lo mismo si compartes este contenido para que otras personas lo puedan conocer. Nos vemos pronto, con el tercero de los siete pecados capitales de los emprendedores.

Chao chao…