Un buen día descubres una realidad aterradora: tu única compañera, la única que no te abandonó, es la soledad. Y, claro, cunde el pánico. El ser humano no está enseñado a estar solo y encontrarse en esa situación lo hace muy vulnerable. Esa es, sin duda, uno de las mayores dificultades que enfrenta un emprendedor en el arranque de su negocio.

Hola, soy Álvaro Mendoza, director de MercadeoGlobal.com, y estoy listo para hablarte del sexto de los siete pecados capitales de los emprendedores. Es el turno de la ira, ese sentimiento que experimentamos con frecuencia y que a menudo se convierte en el más feroz de nuestros enemigos. Uno tan fuerte que puede echar por tierra todos tus sueños.

Más allá de la eventual falta de recursos, o de herramientas, o de conocimiento, o de experiencia, lo más duro del comienzo del camino para un emprendedor es aprender a lidiar con la soledad. Es una tarea tan difícil, que no aprobar esta asignatura es la razón más frecuente por la que algunos deciden tirar la toalla y aplicar la reversa en su vida.

Sí, prefieren volver a esa realidad de la que querían huir, una que no les brinda la felicidad ni el éxito que esperaban, antes que lidiar con la soledad. Es una etapa que yo mismo enfrenté y superé, y que me produce escalofríos cuando los recuerdo. ¡Jamás quiero que se repita! Fue, con toda seguridad, la prueba más difícil que encontré en el camino.

Vamos a comenzar por el principio: el ser humano no está hecho para estar solo. Por esencia, por naturaleza, está programado para la convivencia, es decir, para estar con otros. Entonces, podemos decir que esa etapa inicial del emprendimiento es antinatural. Después, hay que convenir que nunca nadie nos enseña a estar solos en la vida.

Entonces, nos enfrentamos a un enemigo que tiene grandes ventajas para vencernos. No solo desconocemos su poder, sino que tampoco sabemos cómo enfrentarlo. Por eso, la acumulación de sensaciones negativas que nos produce la soledad es un coctel explosivo. Llega un momento en el que decimos ¡No más!, y explotamos. Ahí aparece la ira.

Cuando inicias un emprendimiento, te sometes a largas jornadas de trabajo, a una gran variedad de tareas, a inversiones, a la urgencia de adquirir conocimientos. Aunque seas consciente de que te faltan algunas de estas características, te lanzas al agua, como un arriesgado balsero, a enfrentar ese mar picado y peligroso que es el mercado.


Los siete pecados capitales de los emprendedores (1): la pereza


Los siete pecados capitales de los emprendedores (2): la lujuria


Los siete pecados capitales de los emprendedores (3): la soberbia


Y las olas te bambolean, te golpean duro, te tiran al agua. Y el sol te desgasta, quema tu piel. Y el viento hace que las heridas duelan. Y la sed agobia. Es una frustración tras otra, una decepción tras otra, un dolor tras otro. Hasta que se rebosa la copa y la ira se adueña de ti. La adrenalina brota por doquier y pierdes el control de tus decisiones, de tus actos.

Es una suerte de tragedia que ocurre cuando el mercado hace oídos sordos de tu mensaje, cuando no acoge el producto que pones a su disposición, cuando prefiere a la competencia. “¿Por qué?”, preguntas una y otra vez. Y no encuentras una respuesta que te satisfaga. Sube la tensión, pierdes la calma y finalmente explotas.

La ira, amigo mío, puede ser el peor de tus enemigos o, si tú lo decides, un aliado incondicional. Tu peor enemigo si le otorgas el poder de destruirte a ti y a tu negocio. O un aliado incondicional si aprendes a dominarla, si controlas sus efectos y empleas sus alertas para corregir lo que no funciona bien. ¡Esa puede ser tu salvación!

El origen del fracaso prematuro de tantos negocios digitales, o de los que están fuera de internet, es que no consiguen posicionarse como una propuesta única de ventas (PUV). Aunque tú creas que tu producto es distinto, que es mejor, el mercado no lo percibe así y, entonces, hace caso omiso de él. Y tus mensajes se pierden en el aire, nadie los escucha.

El trípode del éxito en los negocios, por si no lo sabes, lo conforman las tres ‘M’ del marketing: Mensaje, Mercado y Medio. Debe haber concordancia entre ellas, coherencia. Si el mensaje es bueno, pero se emite al mercado equivocado, se pierde; si te diriges al mercado adecuado, pero con un mensaje equivocado, no sirve. ¿Entiendes la secuencia?

Lo mismo ocurre con el medio: si tu público objetivo está en Twitter, pero tú lanzas tus mensajes por Facebook o Youtube, ninguno de los interesados te va a escuchar. Y tus recursos y tu tiempo, el activo más valioso de tu negocio, se van a perder. Es un dinero que tiras a la caneca y la consecuencia lógica es que sufres un ataque de ira.

Ese, sin embargo, es un punto al que no debes llegar. Mejor dicho: está en tus manos, en tus acciones y tus decisiones, evitar llegar a este incómodo punto. ¿Cómo hacerlo? Si cumples bien la tarea. Eso significa realizar una juiciosa, detallada y completa investigación de mercado, la definición de tu público objetivo y solucionar un problema.

Fíjate que no mencioné el producto. Y no lo hice porque al contrario de lo que la mayoría cree, el producto es lo último que se elabora. Primero está el mensaje: que el mercado sepa quién eres, qué haces, por qué lo haces, cómo lo haces. Que entienda cómo puedes beneficiarlo y, lo más importante, por qué debe elegirte a ti y no a la competencia.

Eso es lo que llamamos Propuesta Única de Ventas. Necesitas ser realmente distinto. Pero, no por un color, por un empaque, por un eslogan o por el precio. Debes ser realmente distinto porque aquello que tú le ofreces al mercado nadie más lo tiene. Tú eres el único que puede solucionarle al mercado ese problema que les quita el sueño a las personas.

El problema, sin embargo, es que nos concentramos en el producto, no en los beneficios o en las tres ‘M’ del marketing. Y cada paso que das, entonces, significa una frustración, un revés. Y en el desespero acudes a la opción menos adecuada, la que acaba por enterrar tu negocio, tu ilusión y tus sueños: decides competir por precios, y rebajas tus tarifas.


Los siete pecados capitales de los emprendedores (4): la gula


Los siete pecados capitales de los emprendedores (5): la avaricia


Pero, pronto te das cuenta de que es el peor de los caminos. ¿Resultado? Entras en estado de pecado capital, producto de la ira que se apodera de ti. Pero, siempre hay un pero, tú puedes evitarlo: asegúrate de que, antes de lanzarte al mercado, las tres patas del trípode están bien puestas sobre el piso, de que te brindan un apoyo sólido, fuerte.

Soy Álvaro Mendoza, director de MercadeoGlobal.com, y agradezco la gentileza de tu atención. Espero que este contenido de calidad haya sido de tu agrado. Si lo fue, no olvides darle un like y compartirlo para que otros se beneficien con él. Nos vemos en la próxima y última entrega de la serie ‘Los siete pecados capitales de los emprendedores’.

Chao chao…