Solo el que ha caído muy bajo está capacitado para llegar muy alto. Y si fue más de una caída, mayor fue el aprendizaje, mejor la experiencia acumulada. Sandra Rocío Ardila arrancó de abajo, en medio de la precariedad económica de una humilde familia con 9 hijos y, cuando comenzó a alzar vuelo, la vida le cortó las alas y la golpeó con dureza.

Las limitaciones padecidas en la niñez marcaron el rumbo de su vida: tomó la decisión de educarse y salir adelante, sin disculpas. “Mi madre, modista de profesión, amaba estudiar, aunque ella no tuvo la oportunidad. Sin embargo, quiso para nosotros una vida diferente”, cuenta. Ese ejemplo, ese modelo, es la estrella que ha guiado su camino.

“Mi padre, un mecánico, fue una figura más bien ausente, con poca presencia tanto en lo económico como en nuestra formación”. Ese contraste, quizás, fue un mensaje de la vida para enseñarle qué camino debía transitar. Y eligió el correcto: “A pesar de la difícil niñez, logré terminar mis estudios universitarios y perseguir mi sueño de ser empresaria”.

Enterrar en la memoria esos duros momentos, evitar que se repitieran, fue su mayor motivación. “Crecí con muchas carencias, pero siempre me visualicé siendo exitosa. La estrechez económica nunca limitó mis sueños”. Por el contrario, los impulsó. Después, la vida comenzó a abrirle caminos, a darle herramientas para superar los obstáculos.

“Hubo muchas personas que me tendieron la mano, especialmente dos profesores que me alentaron siempre y confiaron en mis capacidades. Uno de ellos fue mi garante para obtener un crédito para pagar los estudios. También mi madre, que nunca se rindió ni bajó los brazos”. Respaldo, confianza y cariño la arroparon, y ella contribuyó con lo suyo.

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Disfrutar de tiempo al lado de su hija le enseñó a Sandra que todo el esfuerzo valió la pena.

A veces, en la mesa faltaba lo esencial, pero el corazón y el alma estaban pletóricos de sueños, de ilusiones, de aspiraciones. “Mi deseo siempre fue ser ingeniera y una mujer económicamente independiente”, asegura. Un anhelo que alimentó con la enriquecedora lectura del escritor Richard Bach, que la inspiró y le enseñó que todo puede ser posible.

A los 20 años, con el título de ingeniera química bajo el brazo, creó su primera empresa. “Era un producto de limpieza para el hogar llamado Nieve”. Una empresa pequeña, de un solo producto que se vendía tienda a tienda. Un experimento que no duró mucho, porque el único modelo que tenía, el único que podía imitar, era salir de la escasez.

La falta de capital la limitó en esos primeros pasos, pero no la frenó. “Con la ayuda de una amiga y recursos propios, inicié otra empresa llamada Industrias Zaires, con diversidad de productos, ventas interesantes, maquinaria, equipo y una planta de 15 empleados”. Por primera vez en la vida, no dependía de nadie, disfrutaba de una libertad financiera.


Sandra Ardila fue la única mujer de Comando Secreto, el grupo élite de
emprendedores latinoamericanos surgido en República Dominicana.
Su aporte y entusiasmo fueron inspiradores para el resto de participantes.


“Lo que más me agradaba era no estar limitada por un salario, no tener jefes, ni horarios, manejar mi tiempo. En ese momento, supe que había tomado la mejor decisión. Mi mayor felicidad fue el día que recibí el primer pago de 3.000 dólares, recuerda. Era una nueva vida, como emprendedora con muchos sueños por realizar, ideas y optimismo.

Pero, la vida le tenía otra prueba, una muy dura. “No estaba preparada para el éxito y no supe administrar los bienes que atesoré. Entonces, tuve que pasar por el dolor de la pérdida de mi empresa, de todo lo que tenía”. Y tiró la toalla, cansada, confundida. Durante dos años, para darse un respiro, regresó a la seguridad de un empleo formal.

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En Punta Cana, durante el Comando Secreto, Sandra brilló por sus ganas de aprender.

No tardó mucho tiempo, sin embargo, en darse cuenta de que eso no era lo que quería. “El trabajo era duro, 12 horas al día, y el ingreso, poco”. Entonces, retomó sus sueños de emprendimiento y fundó la Escuela de Registros Akáshicos, hace seis años. “La lección que me dejó este episodio es que no se puede renunciar a los sueños”, dice.

Ingresar a los negocios virtuales le demostró que la vida es un universo ilimitado de posibilidades, si no te rindes. “Hoy soy una mujer feliz, puede ver crecer a mi hija, estar en mi hogar, manejar mis tiempos”. Aunque desea conseguir ventas consistentes y mayor holgura económica, sabe que aquello no se pagaría con todo el dinero del mundo.

“Estoy feliz con mi vida. Tengo tiempo para mí, disfruto, comparto con amigos y familia, con mi hija. A mi proyecto le falta consolidarse y generar mayores ingresos”, dice. Sin embargo, conformar un centro espiritual interdisciplinario, que ofrece servicios de diversas técnicas, es algo que la llena de orgullo y le da fuerzas para evitar los errores del pasado.


¿Alguna vez te preguntaste quién fuiste en vidas pasadas y cuál es tu
misión en esta vida? ¿
Te has preguntado por qué hay bloqueos financieros,
sentimentales y de salud? Los registros akáshicos te darán la respuesta.


“El error más costoso fue estar sola, sentir que podía sola. Hay personas que saben más que tú y te pueden asesorar. No siempre tienes la razón y quienes acumulan una mayor experiencia te ofrecen una visión global. Tuve que aprender a confiar en esas personas”. El resto fue trabajar con disciplina, un objetivo claro y constancia. Y en eso está.

“Lo más difícil fue aprender a soltarme del sistema laboral convencional, salir de la zona de confort y asumir el riesgo”, asegura. Ciertamente, despojarse de los lastres de la educación que recibimos, quitarse las ataduras y vencer los miedos es una tarea harto difícil que a Sandra le costó tiempo y esfuerzo, sacrificio y dolor, paciencia y trabajo.

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Sandra Ardila quiere ayudar a más personas para que puedan cumplir sus sueños.

“Todos los días, cuando me despierto y me siento libre, sé que valió la pena el precio de convertirme en emprendedora. Me satisface brindar bienestar a otras personas, sentir que puedo aportar a sus vidas”. Y cada día, también, encuentra fuerzas cuando respira con tranquilidad en la paz de su hogar. “Lo volvería a hacer cuantas veces fuera necesario”.

Cuando se ha caído muy bajo, se está capacitado para llegar muy alto. Y si fue más de una caída, mayor fue el aprendizaje, mejor la experiencia acumulada. Sandra Rocío Ardila lo experimentó, pero no se conforma con lo que la vida le ha ofrecido. Quiere más, en especial, quiere ayudar a más gente, para que como ella puedan cumplir sus sueños.

“A quienes son novatos en el emprendimiento, les digo que las claves son la confianza, invertir en conocimiento, arriesgarse y ser libres. Seguir el deseo de la libertad en estos tiempos de sistemas laborales que ya no son sostenibles en el tiempo. A mi entender, la llave del éxito está en seguir los pasos de quienes ya recorrieron ese camino”, afirma.

Nació en un mundo con carencias, pero no se resignó a ese destino. Por el contrario, luchó, trabajó y lo cambió. Lo está cambiando, como está cambiando también la vida de quienes ven en ella el modelo que desean imitar: el de una mujer valiente, capaz de vencer temores y superar dificultades, y de construir una vida de prosperidad y felicidad.


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