A veces la vida de una persona se convierte en una carrera contra el tiempo. No está conforme con lo que ha construido, no se siente feliz con ese trabajo convencional de lunes a viernes y de 8 a 6 y, para colmo, tiene una idea dándole vueltas en la cabeza desde hace rato. Piensa en ella mientras descansa, piensa en ella mientras trabaja, piensa en ella cuando pierde la calma.

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La cantidad de mensajes que vuelan por internet y que prometen riqueza exprés son una tentación que algunos no pueden resistir. Y un día, cansados de la vida que viven, deciden tirar todo y comenzar de nuevo. Y se lanzan al mercado con un negocio propio. Ponen todos sus sueños, todos sus ahorros, todo su esfuerzo y todo su tiempo para salir adelante con esa idea.

Después de un tiempo, sin embargo, vuelven a sentir que están en esa agónica carrera contra el tiempo. Ahora trabajan más tiempo, descansan menos, tienen mayores responsabilidades y, lo peor, no hallaron la felicidad que esperaban. ¡Están peor que cuando decidieron dar ese brusco timonazo en su vida! Y no solo eso: también se enfrentan al dilema de qué hacer.

La de tener un negocio propio es una alternativa que cada día suma más adeptos. Hombres cansados de no sentirse valorados en la empresa a la que están vinculados, mujeres que sufren porque no pueden compaginar la vida laboral con la personal, en especial con la crianza de sus hijos. Jóvenes que se sienten limitados en empleos en los que les cortan las alas sin remedio.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Antes de lanzar tu producto al mercado, deja que clientes potenciales lo prueben.

Esto obedece, de acuerdo con lo que me ha enseñado la experiencia y a los casos que he conocido de personas que me confiaron lo que vivieron, a que la decisión fue adoptada en un momento de desesperación, fruto de un impulso emocional. Fueron personas que se armaron de valentía y le pusieron empeño, pero carecían de lo mínimo para salir adelante con su emprendimiento.

Una de las razones más frecuentes es que se inclinaron por la idea de moda. Un restaurante, un local de accesorios femeninos, un bar para jóvenes o un almacén de teléfonos móviles. Muchas personas han encontrado la riqueza con emprendimientos como estos. Sin embargo, eso no quiere decir, de manera alguna, que sea una opción viable para cualquiera, para todo el mundo.

Hay una premisa elemental de los negocios que muchos desconocen o que, peor aún, muchos pasan por alto. “Eso no es conmigo”, piensan. ¿Sabes de cuál premisa hablo? Aquella de que no todo lo que a mí me funciona es bueno para ti, de que no todo lo que a mí me falla es malo para ti. Cada caso es único y depende de las acciones que ejecutamos y de las decisiones que tomamos.


Diseñar un plan económico que cubra al menos el primer año de funcionamiento te
ayudará a no caer en el desespero si las cosas no funcionan como esperabas. Y no hagas
previsiones excesivamente optimistas: es mejor equivocarse por lo bajo que por lo alto.


Otro motivo de fracaso precoz en los negocios es que no están conectados con aquello que nos apasiona, con lo que amamos hacer, con nuestro conocimiento y experiencias. Sabemos que es rentable porque otras personas han obtenido buenos resultados en esa labor, y decidimos hacer una apuesta similar. Lamentablemente, nos estrellamos contra dificultades insalvables.

Lo que ocurre es que el problema es mucho más de fondo. Los factores que te mencioné influyen, y mucho, pero hay otros que inclinan la balanza para bien o para mal. Si estás con la idea de montar un negocio propio y crees que ya estás listo, te invito a que leas hasta el final antes de tomar una decisión. Quizás te des cuenta de que aún no estás preparado y puedas evitar un error.

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No eches a perder tu buena idea simplemente porque no hiciste bien la tarea.

1) Ya probaste tu idea: el origen de muchas de las dificultades que los emprendedores enfrentan en la etapa inicial de su negocio es que están convencidos de que tienen la idea perfecta. Quizás es así, pero eso no garantiza el éxito. Más complicado todavía, guardan esa idea como el mayor tesoro de sus vidas y no se la comentan a nadie, absolutamente a nadie, hasta que la concretan.

Si tienes una idea, ponla a prueba: habla con personas que trabajen temas similares para que te orienten, acude a un experto en la materia y, lo más importante, testéala en el mercado. Si tu idea es un curso de inglés, invita a tres personas a que tomen los dos primeros módulos y te den una retroalimentación. Toda idea es buena en esencia, pero es mejor idea si lo puedes comprobar.

2) Ya venciste tus miedos: el principal condicionante de un negocio nuevo es el miedo, en especial el miedo a perderlo todo. Emprender implica asumir una serie de riesgos, principalmente en lo económico, y es por eso que muchas personas aplazan reiteradamente su decisión de comenzar. Y cuando arrancan, si no se despojaron de los miedos, tarde o temprano tropezarán con ellos.

Saca de tu cabeza los pensamientos negativos, aleja de tu vida a las personas que te dicen que no eres capaz y rodéate de quienes no solo te puedan dar una mano, sino que además te inspiren y te guíen al éxito. No descartes la idea de recurrir a un mentor que ya haya recorrido el camino que te propones transitar y que con su conocimiento y experiencia acorte la curva de tu aprendizaje.

3) Ya exploraste el mercado: si en el mercado hay decenas, cientos o miles de negocios iguales que el tuyo, o muy parecidos, ¿qué te hace creer que las personas te van a elegir a ti? Y cada día hay más competencia, mejor competencia. Entonces, no puedes darte el lujo de ofrecerle al mercado tu producto o servicio sin saber si es la solución perfecta al dolor que aqueja a esas personas.

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Asesórate de un experto, del alguien que ya recorrió el camino que piensas transitar.

Debes conocer el mercado y cada uno de los nichos que lo conforman, al punto de diferenciarlos casi de memoria. Y cuando tengas claro esto, debes enfocarte en aquel que te dé las mejores posibilidades de éxito. Recuerda que el Titanic, el barco más grande y poderoso del mundo, se hundió por un pequeño orificio en el casco. No te equivoques en esta tarea, o lo pagarás caro.

4) Ya conoces a la competencia: no basta con que conozcas el mercado y hayas definido el nicho en el que vas a trabajar. También necesitas conocer, y muy bien, a la competencia que vas a enfrentar. Saber cuáles son sus fortalezas y sus debilidades es una premisa para que no te devore. Busca, investiga, descubre qué hace, cómo lo hace, por qué lo hace, para quién lo hace.

Procura identificar sus sistemas de marketing a ver qué puedes copiar y adaptar a tu negocio. Dale importancia al servicio que le presta al cliente, a la experiencia de ventas, porque de ahí es mucho lo que puedes aprender. Si no conoces a tu competencia tan bien como a ti, corres el riesgo de que tu producto se idéntico al de ella, o inferior. Y el mercado no te elegirá a ti, seguro.