La clave, más que en las respuestas, está en las preguntas. Con frecuencia, a mi puerta toca algún aprendiz de emprendedor que no sabe por dónde comenzar. Su cabeza está llena de interrogantes y, lo peor, como cualquier ser humano está ansioso por las respuestas: quiere conocerlas todas, tan pronto como sea posible, confiado en que así tendrá el camino expedito y logrará triunfar.

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Sin embargo, no es así, amigo mío. La clave, más que en las respuestas, está en las preguntas. Esa es una frase que suelo utilizar en mis asesorías y que, lo sé, produce algo de desconcierto. ¿Por qué? Porque cuando alguien toca mi puerta lo hace con la confianza de que obtendrá respuesta a sus inquietudes, convencido de que tengo una varita mágica o la solución a todos sus problemas.

Sin embargo, no es así, amigo mío. La clave, más que en las respuestas, está en las preguntas. ¿Por qué reitero esto? Porque, aunque parece obvio, son muchas, muchísimas, las personas que hacen caso omiso. Como decimos en Colombia, “se lo pasan por la faja”. Esa es la razón por la cual tantos emprendedores abortan sus negocios y renuncian a sus sueños poco después de haber comenzado.

El problema de fondo es que les cuesta aceptar que no pueden controlarlo todo o, dicho de otra manera, que hay situaciones que no pueden controlar. Y eso, por supuesto, les produce miedo, por un lado, e impaciencia y ansiedad, por otro. La verdad es que, si lo piensas unos segundos, hay cientos, miles, millones de situaciones que escapan de tu control, y no puedes cambiarlo.

Cuando aceptes esa realidad, entonces, será tiempo de que te formules esta pregunta: ¿qué sentido tiene que me amargue por ello? Por ejemplo, sufrirás enfermedades, quizás alguna de ellas grave, y algún día morirás. No lo podrás evitar. También sufrirás pérdidas económicas y fracasarás en algunas de las tareas que te propongas. De nuevo, no lo podrás evitar porque así es la vida.

Y así se repite en todos los ámbitos de la vida: la salud, que ya la mencioné, los negocios, pero igual en las relaciones sentimentales o laborales o, por ejemplo, en el deporte si practicas alguno. De eso se trata la vida: a veces se gana, unas pocas veces se gana, y en el resto se aprende, si así lo deseas. Son más, muchas más, las experiencias negativas, pero aun así puedes ser feliz.

En casi 22 años dedicado a los negocios, dentro y fuera de internet, y con el privilegio de dirigir y acompañar a cientos de emprendedores en España y Latinoamérica, lo he visto y vivido prácticamente todo. Desde personas que estaban presas del pánico y no tenían nada, pero con su pasión y perseverancia cristalizaron sus sueños, hasta quienes lo tenían todo y lo desperdiciaron.

Y, claro, también he pasado por todo. Mi trayectoria profesional, como mi vida personal, ha tenido altibajos, situaciones que yo mismo provoqué con mis errores o, en muchas ocasiones, situaciones que estaban fuera de mi control. ¿Sabes qué es lo mejor? Que cada vez que vuelvo la vista atrás y veo el camino recorrido, veo todo lo que viví, recuerdo las experiencias, no veo de qué quejarme.

Sí, hubo golpes duros, que dolieron, que me hicieron sufrir, y errores costosos en diversos sentidos. De eso se trata la vida, precisamente, así nos cueste trabajo aceptarlo. La primera vez que caí lo que más me afectó fue el ego, el famoso qué dirán. Me había costado mucho trabajo alzar el vuelo y volver a caer no estaba en mis planes a corto plazo, pero eso estaba fuera de mi control.

Hoy, cuando caigo (porque, claro, sigo cayendo), me levanto de inmediato, me sacudo el polvo y doy gracias a la vida. ¿Por qué? Por el aprendizaje adquirido, por esa experiencia enriquecedora que me hace mejor persona y mejor emprendedor, porque hay una nueva oportunidad. Y, de modo muy especial, agradezco porque tengo el privilegio de hacer lo que me gusta, lo que amo.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Mis hijas, mi familia, mis amigos y mis clientes son la fuente de mi felicidad.


Ser emprendedor no se trata de ganar dinero, darte lujos y ser popular en las redes sociales. Ese es un estereotipo distorsionado. La realidad es que tu negocio solo tiene sentido cuando si te brinda la respuesta a la pregunta clave: ¿qué te hace feliz? Te cuento a mí qué me hace feliz.


Por allá en 1998, cuando esto de internet era apenas un albur, una ilusión, todavía mucho de ciencia ficción, se me metió en la cabeza la idea de que podía ganar dinero a través de la red. No sabía cómo, no imaginaba cómo, pero era algo que me entusiasmaba. Seguí mis instintos, le hice caso a mi corazón y hoy, casi 22 años después, no puedo estar más feliz con lo que hago.

Al comienzo, como todos, mi objetivo era ganar dinero. Sin embargo, por las enseñanzas de mis mentores aprendí que el dinero es una consecuencia de lo que hago, de mis acciones y decisiones. Descubrí que la verdadera felicidad, que es la fuente de la tranquilidad y de la abundancia, es hacer lo que me gusta, lo que amo, lo que está conectado con mis dones y talentos.

Por eso, aunque hay días buenos, regulares y malos, y otros muy malos, no me distraigo, no me desvío de mi propósito. ¿Cuál? Ayudarte, servirte, guiarte. Cada día, cuando despierto, le doy gracias a la vida por darme una nueva oportunidad para disfrutar de mis hijas, la razón de lo que soy y de lo que hago, y también le agradezco por darme el privilegio de ser parte de tu vida.

No sé si lo has experimentado, pero a medida que pasa el tiempo los clientes se convierten en otra familia, en unos hijos adoptivos. Río cuando tú ríes, gozo cuando tu gozas, sufro cuando tú sufres, lloro cuando tú lloras, porque la conexión que nos une muy poderosa, más de lo que quizás te has dado cuenta. Mi triunfo, mi éxito, es que tú triunfes, que tú seas exitoso. No hay otra manera.

¿Por qué te digo esto? Porque quiero que entiendas que el mejor negocio del mundo, el único que a mi modo de ver vale la pena, es servir a otros. Poner tus dones y tus talentos, tu conocimiento y tu experiencia, al servicio de los demás. Dedicar todos y cada uno de los días de tu vida a ser un agente de transformación te garantizará de la vida las más increíbles y valiosas recompensas.

Que no llegan en forma de dinero, solamente, sino en gratitud, en bendiciones, en nuevas oportunidades. Y eso, justamente eso, me hace muy feliz. ¿Entiendes? Recuerda la premisa del comienzo: la clave, más que en las respuestas, está en las preguntas. Realmente, la clave está en la pregunta ¿qué te hace feliz? Ya te conté a mí qué me hace feliz y de qué manera me hace feliz.

Ser emprendedor y poder ofrecerte lo que sé y lo que soy es algo que haría todos y cada uno de los días de mi vida, aun si no recibiera un pago por ello (que lo necesito, claro está). Eso es lo que me hace feliz. Y a ti, ¿qué te hace feliz? Ser emprendedor no se trata de tener un negocio o de ganar mucho dinero o de ser popular en redes sociales: se trata de hacer lo que amas, lo que te apasiona.

Como ves, no tengo varita mágica, ni un libreto perfecto, ni me sé todas las respuestas. Sin embargo, cada día, cuando despierto, me hago la misma pregunta: ¿qué me hace feliz? Entonces, voy y abrazo a mis hijas, doy gracias a la vida por tenerlas y me pongo a trabajar en lo que me apasiona: tu bienestar, tu transformación, la cristalización de tus sueños. ¡Eso me hace muy feliz!