“Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. Esta es una genial frase de Francisco de Quevedo, un poeta español del siglo XVII. Es decir, no es una premisa nueva, no tiene nada que ver con internet (la tecnología o las herramientas), no fue escrita para el ámbito de los negocio. Sin embargo, a pesar de que su autor murió en 1645, se mantiene vigente.

Para entender el mensaje que encierran esas sabias diez palabras, es menester conocer un poco acerca de su autor. Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, su nombre de pila, nació en el seno de una familia aristócrata. Toda su vida estuvo ligado a la corte y a las altas esferas del poder. Se educó con los jesuitas y se centró en la teología y los idiomas.

Su relación con diversas personalidades ligadas al poder se transformó en discusiones agrias, primero, y en hostiles enemistades, después. Esos vaivenes lo empujaron al destierro en varias ocasiones y le enseñaron que las cosas (y las personas) no siempre son lo que parecen. Esos avatares minaron poco a poco su salud, lo mismo que el aislamiento.

En su prolífica obra cultivó todos los géneros literarios de su época. Comenzó con la poesía, pero también abordó la prosa y la novela picaresca, entre otros. Sin embargo, el hilo conductor fue su estilo satírico y burlesco, la crítica ácida, la descarnada referencia a sus enemigos. Sus escritos reflejaban los extremos de las emociones, que eran incontrolables.

En ese ambiente, por supuesto, es fácil suponer que Quevedo sufrió múltiples desengaños y traiciones, especialmente en la amistad y en el amor, seguramente el origen de esta genial frase. Lo cierto es que, aunque el contexto sea distinto, el espíritu del mensaje que nos brindan estas 10 palabras se puede aplicar perfectamente al mundo actual de los negocios.

Lo primero que puedo decirte es que desde siempre, desde hace más de 26 años que comencé mi trayectoria como emprendedor digital, hubo vendehúmos. No tantos ni tan voraces, tan atrevidos como los de ahora, ciertamente, pero siempre los hubo. Lo que sucedía era que el mercado era pequeño y descubrirlos e identificarlos resultaba fácil.

Además, algo que hoy lamentablemente ya no es la norma, sino la excepción, cada vez que el mercado etiquetaba a alguien como un vendehúmo este quedaba vetado. Algo así como el destierro de Francisco de Quevedo. No tenía más remedio que esfumarse, desaparecer del panorama, y dedicarse a otra cosa. Literalmente, “subía como palma y caía como coco”.

Con el paso del tiempo, a medida que las audiencias crecieron gracias al avance de la tecnología, de la irrupción de nuevas y poderosas herramientas y recursos, la especie de los vendehúmo mutó. De manera camaleónica, aparecían por doquier y, lo peor, algunos tenían la capacidad de camuflarse, de ‘reinventarse’: al poco tiempo volvían con sus fechorías.

Hoy, por desgracia, los vendehúmo son una epidemia. Allí para donde mires, los verás. Y producto de la mutación son más agresivos, más atrevidos que los de antes. Carecen de códigos y de escrúpulos y, lo más alarmante, son insaciables. Por supuesto, también han sofisticado sus estrategias, pulido sus libretos, y saben cómo pescar presas fáciles.

Lo preocupante es que estos personajes se han convertido en ‘modelo de éxito’, en los nuevos gurús de quienes acaban de llegar al ecosistema digital. ¿El motivo? Pregonan justo lo que esas personas quieren escuchar: riqueza exprés, éxito rápido y fácil y un estilo de vida de lujos al cabo de poco tiempo. Ah, y por supuesto, con poco trabajo, casi sin esfuerzo.

Los principales exponentes de esa nueva generación de vendehúmo son los influencers y lo que el mercado llama los generadores de contenido. Con sus payasadas, con su superficial visión de la vida y de los negocios, han inundado los canales digitales y atraído la atención de los que sueñan con que la vida les cambie a la vuelta de unos clics. Son los unos para los otros.

En esencia, un vendehúmo publica contenido que carece de valor y que, sobre todo, nada le aporta a la audiencia más allá de un fugaz momento de discutible ¿entretenimiento? Además, es alguien que busca exclusivamente su beneficio sin contemplar las necesidades de su audiencia. Un vendehúmo hace lo que sea necesario por el dinero, sin límites.

El resultado de esta actitud es que no está en capacidad de solucionar los problemas de la audiencia, bien sea porque no tiene el conocimiento o porque su objetivo es distinto. Eso sí, el vendehúmo es muy hábil en el arte de la manipulación, de emitir mensajes que apelan al miedo o que realizan promesas fáciles que no se cumplen, efímeros objetos brillantes.

Procuro mantenerme alejado de estos personajes, huyo cuando los veo cerca, pero es prácticamente imposible evitar su influencia. En mi caso, la experimento cuando llegan a mí personas que ya probaron por allá, no les fue bien, no recibieron lo que esperaban, y desean saber si los puedo ayudar. Algunos creen que soy un vendehúmo o que hago magia, pero no es así.

De hecho, soy la antítesis del vendehúmo: no soy multimillonario, no me hice rico de la noche a la mañana, no tengo una vida de lujos y, para colmo, la única fórmula del éxito comprobada y efectiva que conozco es… ¡trabajar! Y para mi tranquilidad me avalan cientos de verdaderos caso de éxito forjados en más de un cuarto de siglo, con testimonios que son irrefutables.

En la vida, cada uno elige su camino o, de otra manera, cada uno elige la vida que quiere. La mía es sencilla, casi minimalista en lo material (a excepción, claro, de las herramientas que me ayuden a trabajar mejor, a brindar más servicios a más personas). Me gusta el bajo perfil y no soy de ostentaciones: aprendí que lo ideal es que los resultados hablen por ti.

Si tú eres uno de los que apenas comienzan en el mundo de los negocios digitales, si eres nuevo en el ecosistema digital, te prevengo: ten cuidado de a cuál árbol te arrimas, porque la sombra de algunos te hará daño. Es decir, no caigas en la trampa del último objeto brillante, no te rindas a la tentación de apostar por la riqueza exprés, porque lo lamentarás.

Por el camino bueno, el de la decencia, el de la paciencia, el de los principios y valores, el del respeto por tu cliente y por la competencia, también se sube a la cima del éxito. Y, créeme, no es un camino más largo. Habrá más dificultades, sí, pero también experimentarás muchas más satisfacciones. Y el mercado te admirará y respetará, te agradecerá y recomendará.

¿Qué debes hacer? No hay una fórmula establecida, es claro, pero puedo compartir contigo las acciones que me permitieron posicionarme en el mercado y, lo más importante, seguir vigente luego de más de 26 años de trayectoria. No soy monedita de oro, no le caigo bien a todo el mundo, pero duermo tranquilo todas las noches, tengo la conciencia tranquila.


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«Nadie promete tanto como aquel que no va a cumplir», una premisa que hoy está vigente.


Estos son los aspectos que te sugiero debes trabajar:

1.- Tu marca personal.
No tienes que crearla, porque ya está en ti: en todo lo que haces, lo que no haces; lo que dices, lo que no dices; en lo que crees, en lo que no crees. Preocúpate por saber cuáles son tus fortalezas, de qué forma puedes ayudar a otros y establece un plan. La marca personal es lo que otros perciben de ti, así que no olvides definir un mensaje claro, inconfundible.

2.- Establece límites.
¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para conseguir lo que deseas? ¿Qué es eso que jamás harías, inclusive por todo el dinero del mundo? Límites claros te permitirán conectar con las personas correctas y producir sinergias positivas, constructivas. Además, alejará a los que están en la orilla opuesta. Recuerda: mejor relaciones de calidad que las de cantidad.

3.- Especialízate.
Si bien todos podemos desempeñar varios roles, es importante que el mercado te identifique por uno específico. Olvídate de las palabras pomposa, generales, que pretenden decir mucho y al final no dicen nada. En un mercado tan competido, es mejor ser cabeza de ratón que cola de león: establece un nicho en el que puedas ser útil y trabaja hasta convertirte en el mejor.

4.- Enfócate en servir.
Cuanto más sirvas a otros, más venderás. Ese es el nuevo orden de las cosas en el marketing del siglo XXI. Recuerda que las personas ya no buscan productos, sino otras personas que les pueden ofrecer las soluciones que requieren y con las que se identifiquen a través de valores, principios y propósito de vida (o sueños). Servir, créeme, es el mejor negocio del mundo.

5.- Cumple lo que prometes.
Es lo básico, así que ten cuidado en aquello que prometes. Sin embargo, no te quedes ahí: da más, siempre más. Mi premisa es tan sencilla como efectiva: si prometo 1, doy 10; si prometo 10, doy 100; si prometo 100, doy 1000… Aunque tengas el mejor producto del mundo, si no cumples lo que prometes, el mercado te castigará, perderás la confianza y la credibilidad.

“Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”, dijo el poeta español Francisco de Quevedo, en el siglo XVII. Hoy, casi 380 años después de su muerte, esa premisa está vigente y es uno de los pilares del éxito o una de las explicaciones del fracaso en la vida y en los negocios. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, dijo otro poeta: tú eliges el tuyo…


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