Han pasado muchos años desde la primera vez que me hicieron esa pregunta, pero no olvido que me provocó un gran impacto. Fue durante una entrevista de trabajo, poco tiempo después de haberme recibido como sicólogo clínico de una de las más prestigiosas universidades de Colombia. Había llegado lleno de ilusión, porque era la posibilidad de firmar mi primer contrato profesional.

“Bueno, señor Mendoza, para terminar: ¿en dónde se ve dentro de cinco años?”. Hasta entonces, la entrevista había salido dentro de lo previsto, había respondido sin problemas los interrogantes del reclutador. Sin embargo, esa pregunta fue, literalmente, un baldado de agua helada (con cubos de hielo incluidos). Recuerdo que mi reacción automática fue reírme y después guardé silencio.

Fueron como 15 o 30 segundos, pero parecieron una eternidad. “Entonces, ¿dónde se ve en cinco años?”, repitió. “Me veo como el director de recursos humanos de una empresa multinacional”, fue lo único que atiné a responder. Para no hacer demasiado larga la historia, no me dieron el trabajo, aunque nunca supe qué tanto influyó en la decisión aquel último interrogante.

En esa época, me pareció una pregunta loca, una de esas que los reclutadores utilizan para confundir al aspirante (corcharlo, como decimos en Colombia). Pasó el tiempo, logré trabajar como sicólogo algunos años y luego tomé la radical decisión (especialmente, por la época) de convertirme en emprendedor digital y comencé a vender infoproductos en internet.

Desde entonces pasaron ya 22 años y, vaya ironía, hoy le encuentro mucho sentido a esa pregunta. “¿Dónde te ves dentro de cinco años?”. Pero, hay más: en mi proceso de formación como emprendedor, varias veces mis mentores me la formularon. Y ya no tuve opción de quedarme callado, ni de responder con algo que me permitiera salir del paso.

Hoy, mira cómo es la vida, es un interrogante que les hago a mis discípulos durante las sesiones de coaching. Lo que más risa me da es que prácticamente todos reaccionan de la misma manera que lo hice yo en aquel entonces, finales del siglo pasado. Es decir, a una respuesta improvisada le antecede un silencio y, gracias a las ventajas que nos ofrecen las videoconferencias, una cara de asombro.

Una de las más valiosas lecciones que aprendí de la vida es que necesitas establecer un proyecto y un plan de acción. Un proyecto que te permita sacar provecho de los dones y talentos que la naturaleza te regaló y un plan estratégico a través del cual puedas no solo adquirir conocimiento y desarrollar habilidades, sino también cumplir las metas que te propones. Un proyecto y un plan.

El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría de las personas, en especial de las que acaban de salir del ámbito corporativo y dan sus primeros pasos como emprendedores, se toman a la ligera estas tareas. Se escudan en la experiencia acumulada, que es importante, pero se olvidan de algo: el mundo digital es distinto y, por ende, tienes que actuar distinto.

Recuerda, además, que el mundo es muy diferente al que vivíamos a finales de los años 90, cuando me hicieron por primera vez esa pregunta. En la actualidad, gracias a las facilidades de la tecnología, a que internet está en cada rincón del planeta, a que hay conocimiento de calidad a solo un clic de distancia, el proyecto y el plan no son un capricho, sino una exigencia.

Ten en cuenta que hay muchísima competencia, muchísima, y alguna es de excelente calidad. Para sobresalir, para ser visible, para ser reconocible y, lo que seguramente más te interesa, para vender no puedes ser más de lo mismo. Y ser más de lo mismo significa que hace lo mismo que los demás, que sigues el sendero trazado por otros, que no tienes claridad de para dónde vas.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

No necesitas una bola de cristal: tú mismo puedes decidir (elegir) tu futuro.


Hay dos formas de vivir la vida: como un barco a la deriva, dejando que el vaivén de las olas te lleve a cualquier lado, o tomando el control de tus acciones y de tus decisiones. Un buen punto de partida es responder a la pregunta ¿dónde quieres estar en cinco años? ¿Tienes alguna idea?


Simplemente, te dejas llevar por la inercia. “Si a tantos les ha dado buenos resultados, ¿por qué a mí no?”, es la pregunta que te haces, con la que te justificas. Ese, sin embargo, es uno de los mitos más peligrosos que hay en internet, una piedra gigante con la que tropiezan emprendedores novatos y experimentados, un obstáculo que destruye sus sueños y acaba con sus recursos.

En el marketing actual, la clave del éxito radica en el control de tus acciones. Si no las controlas, no obtendrás los resultados que esperas, no llegarás adonde quieres estar. Así de sencillo. La ventaja es que internet y sus poderosas herramientas te brinda información detalla de tus acciones al ciento por ciento: cada clic que haces genera una impresión. Todo es susceptible de medición.

Puedes, por ejemplo, saber cuándo un prospecto se inscribió en tu lista de correo, si abrió el mensaje que le enviaste (y durante cuánto tiempo), si realizó la acción que le propusiste. Así en cada una de las etapas del proceso: cuando te compra, cuando descarga algún recurso gratuito, cuando se inscribe en un curso o acude aun webinar o, inclusive, cuando se da de baja.

Con esa información puedes saber cuáles van a ser tus ingresos durante esa semana, durante ese mes, durante ese año. Puedes saber, así mismo, de qué recursos dispones para cumplir con ese proyecto y cuáles requieres adquirir. También, puedes saber cuánto te cuesta llevar a cabo ese proyecto, no va y sea que después te quedes sin dinero y tengas que interrumpir a la mitad.

Con esa información, de otro lado, estás en capacidad de diseñar y poner en funcionamiento el plan de acción, las estrategias que te van a permitir llegar adonde deseas. Necesitas fijar metas a corto, mediano y largo plazo y medir cada paso que das para determinar qué es menester ajustar, qué debes reforzar, qué debes cambiar o desechar. El que tiene la información, tiene el control.

“¿Dónde quieres estar en cinco años?” es la próxima pregunta que te deberías formular. Y, por supuesto, necesitas una respuesta clara, contundente, precisa. Nada de vaguedades, nada de salir del paso. Tu futuro, el futuro de tu negocio y el bienestar de tu familia dependen de lo que respondas. Si no sabes dónde quieres estar lo más probable es que no llegues a ningún lado.

Es decir, que te estanques (en el mejor de los casos) o que dilapides tiempo (el único recurso que nunca recuperas) y dinero (que siempre es difícil de conseguir). O, también, que te desvíes y, como se dice popularmente, te vayas entre las ramas. ¿Te das cuenta de cuán perjudicial para tu vida puede ser que no estás en capacidad de responder con acierto una simple pregunta?

La respuesta debe surgir de aquello que te apasiona, de lo que harías todos y cada uno del resto de los días de tu vida, inclusive si no recibieras un pago a cambio. Además, tiene que estar conectado con tus dones y pasiones y con el área de conocimiento y experiencia que acumulas. Y, por último, muy importante, debe ser algo que te permita aprovechar todo esto ayudando a otros.

¿Ahora ves por qué digo que le encuentro mucho sentido a aquella pregunta? Lo que ocurre en mi vida y en mi negocio es consecuencia de un proyecto y de un plan. Que, por supuesto, no son perfectos, que hay que revisar y corregir con frecuencia. Sin embargo, tengo un norte que persigo con insistencia, una luz que me guía y que me motiva a dar lo mejor de mí cada día.

Una consideración final: el camino más seguro para hallar la respuesta correcta es buscar la ayuda de alguien que ya pasó por eso, que ya está donde tú quieres estar. Un mentor es la clave para acortar la curva de aprendizaje y evitar errores comunes. Además, requerirás capacitarte en diversas áreas, desarrollar nuevas habilidades y establecer redes de contactos para apoyarte.

No necesitas una bola de cristal, ni que te lean las cartas. Tampoco debes leer el horóscopo cada mañana para saber qué va a ser de tu vida. Si quieres, tú tienes el control: tú decides qué camino eliges, tú decides si aprovechas tus dones y talentos, tu conocimiento y experiencia, y trazas el plan que te permita disfrutar del proceso y cumplir tus objetivos mientras ayudas a otros.


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