“Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser”, dice una de las estrofas de la canción Payaso, famosa en la interpretación del fallecido mexicano José José. Cuando era niño, mi sueño era ser grande y libre. No tenía claro qué quería ser específicamente, nunca estuvo relacionado con una actividad o generación de riqueza. Deseaba crecer e irme de donde estaba”, dice Pablo Vallarino.

Solemos asumir que la infancia es una etapa feliz de la vida, pero no siempre es así. No todos tenemos la fortuna de una niñez sin carencias, sin dificultades, sin limitaciones. A Pablo no le hacía falta nada de lo material, pero el maltrato que sufrió por parte de personas de su entorno íntimo lo marcaron. “Me hice fuerte y, por necesidad, creé una coraza para protegerme de las agresiones”, cuenta.

Entonces, tuvo que crecer de forma abrupta, hacerse cargo de su vida más pronto de lo esperado, asumir responsabilidades de grande sin estar preparado, sin haber madurado. “Una de las experiencias que me marcó fue notar que no le tenía miedo a nada. Desde pequeño fui de tomar riesgos de manera permanente y aprender a los golpes, en todo sentido, literalmente”, agrega.

Por fortuna, durante esa etapa contó con la bendición de un ángel a su lado, su tía Luisa (La madre adoptiva de la mamá de Pablo y también su madrina). “Fue la mayor influencia en mi formación. Ella me acompañó durante toda la primaria y me inculcó los valores y principios que hoy rigen mi vida. Perderla cuando solo tenía 12 años fue también una de mis mayores tristezas”, relata.

Esas dificultades, que por supuesto no están en el libreto de una niñez feliz, lo llevaron a transitar la vida por un camino distinto al convencional. El clic fue la necesidad. Nunca trabajé bajo una relación de dependencia. En los peores momentos de mi vida, siempre busqué soluciones de manera autónoma. Nací y viví en un ambiente de emprendedores, era lo natural para mí”.

Todos, absolutamente todos, tenemos un disparador que nos motiva a dar pasos que, en otras condiciones, quizás no nos atreveríamos a dar. En el caso de Pablo, la desesperación y la necesidad fueron las mayores motivaciones. “La única respuesta que siempre tuve clara en mi mente era la de emprender y crear algo propio” y ese fue, justamente, el camino que decidió recorrer.

Y que además estuvo plagado de dificultades, porque nunca contó con el apoyo de la familia. “Solo mis amigos más cercanos me ayudaron”. Comenzó sin recursos y, por eso, tuvo que endeudarse y así comenzó un círculo vicioso del que no es fácil escapar. Además, carecía del conocimiento y la experiencia requeridas. “Fue un dinámica de golpe aprendizaje, uno detrás de otro”, asegura.

El chip emprendedor, entonces, lo tuvo desde siempre. “Desde muy pequeño fui una persona desafiante, cuestionadora y reflexiva. Cuando apenas tenía 6 o 7 años, y gracias a una negativa de mi padre, me convertí en emprendedor: tomé la cortadora de césped familiar y salí a conseguir los fondos necesarios para adquirir mi primer auto a control remoto. Ya sabía cómo ganar dinero.

Más adelante, abrió un lavadero de autos y también fue ayudante de mecánico en la empresa de su padre. Y antes de cumplir los 20 años, antes de cumplir los sueños de la adolescencia, abrió su primera empresa: una agencia de turismo, que manejó hasta hace solo un año, cuando la delegó en su esposa Luciana. En ese lapso, creó otras empresas relacionadas con turismo y servicios financieros.

Esto último arrancó en 2004, luego de que se certificó como analista financiero y comenzó a operar en Forex, el mercado mundial de divisas, una actividad que todavía realiza a diario. Más tarde, en 2007, con su esposa y su cuñado, construyó un pequeño hotel que vendió 5 años después “por falta de interés en el modelo de negocio”. Hasta que su vida dio un vuelco drástico.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Pablo Vallarino es conferencista y entrenador en liderazgo formado por el John Maxwell Team.


Pablo Vallarino es el creador del Método Alfa, un conjunto de 12 principios que te permiten transformar tu vida a través de la eliminación de creencias limitantes, la reprogramación mental y la implementación de nuevos hábitos. Él mismo es muestra del éxito de su programa educativo.


Fue en 2010, cuando andaba en la búsqueda de respuestas a inquietudes espirituales. A pesar de que tenía todo lo material que podía desear, la vida de Pablo era vacía, no le brindaba la felicidad que anhelaba. Entonces, decidió emprender un camino alterno, que pronto se convirtió en una pasión: el del crecimiento personal. Un camino que, además, le removió los cimientos.

“Me concentré en el estudio de la mente. Realicé formaciones en programación neurolingüística (PNL), autohipnosis y reprogramación mental. También me certifiqué como coach, conferencista y entrenador en liderazgo en el John Maxwell Team y, casi en forma simultánea, en consultor de la Academia del Pensamiento”. Aprender algo cada día es la premisa que aplica en su vida.

“Desde 2014, en conjunto con el resto de mis actividades, comencé a impartir charlas, dar apoyo y capacitaciones en forma privada. Me apasionan el estudio de la mente y la programación mental y lo que aprendo lo vuelco a la ayuda que brindo a otros. Me caracterizo por ser una persona de acción: todo lo que trasmito, antes lo experimento en mí, lo aplico en mi vida”, explica.

Relatado de esa forma, parece algo fácil, un tránsito sencillo. Sin embargo, fue algo muy distinto: una montaña rusa llena de dificultades, plagada de errores y tropiezos. Hubo muchos momentos difíciles y algunos más de alegría hasta que Pablo, con su disciplina y perseverancia, pudo cambiar la tendencia, convertirla en favorable. Y, entonces, por fin pudo comenzar a disfrutar los logros.

“Fue por en 2012 y llegó, más que nada, por la toma de consciencia y por los descubrimientos que realicé sobre mi propia programación mental”, cuenta. La señal que le indicó que iba por el camino correcto fue ver a sus amistades y a otras personas esclavas de un horario y de unas tareas que nos las hacían felices, mientras él podía disfrutar de tiempo con sus hijos, con su familia y amigos.

“Tener la libertad de decidir y construir una vida abundante es algo que no tiene comparación. Hubo muchos momentos felices, pequeños y grandes logros, pero, nada se compara con el mayor logro, ser libre y ciento por ciento responsable de mis actos. Lo llamo consciencia plena. Era la otra cara de la moneda, la orilla opuesta a cuando vivía sin una orientación y sin un propósito claro.

Llegar a ese punto no fue fácil y menos cuando otros eventos significaron duros tropiezos y dejaron cicatrices, heridas que tardaron en sanar. “El momento más complejo que pasé fue cuando descubrí el engaño de una persona de mi círculo cercano y pariente directo. Fueron situaciones complejas y que afectaron tremendamente mi salud”. De hecho, terminó en la clínica.

La lección más dura que aprendí fue que a veces el dinero corrompe y destruye a las personas, por la codicia. Lo superé gracias a la ayuda de amigos y, sobre todo, de mi esposa. A partir de ese momento, comencé a construir una historia diferente para mí y mi familia. Forma parte de los eventos que cambiaron mi vida para siempre”, dice sin poder ocultar el pesar por lo ocurrido.

Lo más difícil del proceso, según Pablo, fue aprender a autogestionar las emociones y cambiar sus creencias, reprogramar su mente. El proceso, visto desde afuera, parece sencillo. Sin embargo, no lo es. Cuestionar tus orígenes y superar la barrera de tus miedos requiere mucho valor y persistencia. Primero es la toma de consciencia, luego la responsabilidad plena y después la autodisciplina”.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

El aprendizaje continuo para liderarse a uno mismo es la clave de la transformación de Pablo Vallarino.


Según Pablo, “no es necesario saber de todo. Los empresarios exitosos, en su mayoría, dominan lo general y saben un poquito de cada cosa. Lo importante es saber liderarse a uno mismo y aprender a liderar a otros para avanzar al siguiente nivel”. Aplica para la vida y los negocios.


Por ignorancia, confió en las personas equivocadas “y las consecuencias fueron devastadoras. Sin embargo, entiendo que mis mayores errores fueron mis mejores aprendizajes”. Claro, de eso se trata la vida, precisamente, de errar y aprender. Y, por eso, Pablo asegura que “si pudiera volver el tiempo atrás, haría casi todo diferente. Sin embargo, no me arrepiento: hacemos lo que podemos.

Mucho tiempo de estudio, horas y horas dedicado a transformar su vida y aplicación diaria para incorporar el aprendizaje fueron las tareas que Pablo cumplió a cabalidad hasta conseguir el objetivo. “Lo superé y gracias a esas experiencias negativas y hoy tengo el privilegio y la alegría de ayudar a otras personas a transitar de manera más liviana la vida, a reprogramar su mente”.

Viajar y conocer diferentes culturas fue, también, de mucha ayuda. Sin embargo, la ayuda más importante la recibió por parte de las personas que le tendieron la mano y de quienes le dieron la espalda. “Cada persona fue un maestro para mí. Los primeros me enseñaron qué clase de persona quería ser. Los segundos, todo lo contrario”, asegura. Y también le marcaron un nuevo rumbo.

¿Cómo así? “A medida que la situación fue mejorando, me encontré rodeado de buenas personas que me quieren, que me motivan, que me respetan. Valoro cada momento que paso con ellas y comprendo que las cosas importantes de la vida pocas veces tienen que ver con dinero. Lo mejor es que Pablo es un importante eslabón en una poderosa cadena de transformación positiva.

“Lo que más satisfacción me genera es generar impacto positivo en la vida de otras personas. Hace poco me escribió una persona a la que asisto hace unos meses y me trasmitió que había vuelto a sonreír. Eso es algo que me llena el corazón”. Y, claro, la posibilidad de disfrutar la vida junto con los seres que ama. “A eso le llamo vivir en abundancia y espero hacerlo hasta el último día de mi vida”.

Porque, y eso es algo que Pablo ya entendió, la vida es un proceso que nunca termina. Amo la vida que tengo y se pone mejor a cada paso que doy. Tengo días duros en los que aprendo un poco más que en otros. Siempre les trasmito a mis hijos y amigos: Si no es divertido, no tiene sentido. Y se divierte, a diferencia de lo que ocurrió en su niñez y adolescencia, de cuando comenzó el camino.

“Creo que es importante reflexionar a diario sobre la dirección que tomamos y si realmente nos resulta placentero. La vida es pura incertidumbre, pero lograr vivir de manera consciente me permite estar presente y valorar lo que es importantes. De todo lo que he construido, lo que más valoro son mis afectos: estoy rodeado de buenas personas, todas imperfectas, al igual que yo.

Y en eso radica la moraleja de la historia de Pablo Vallarino: no importa a qué te dediques, lo importante es trabajar en tu propio desarrollo y luego sí pensar en el emprendimiento que esté conectado con lo que te apasiona. “La clave para no morir en el intento es la autodisciplina en todos los sentidos. El orden, la planificación, la gestión comercial y, sobre todo, los valores”, dice.

Según Pablo, el común denominador de los seres humanos es la necesidad de ayuda. “Ese es mi propósito de vida, ayudar a otros. Creo que es el propósito más grande de la humanidad. Hacer el bien y disfrutar lo que hago es mi mayor logro. Ser emprendedor valió y vale cada pena cada día. No lo cambiaría por nada. Por eso, es el jardinero de la mente que siembra abundancia…