Cuando aún vivía en Colombia, a finales de los años 90, comenzaba a darse con fuerza la irrupción de internet y algunas empresas, unas pocas, preguntaban si era necesario montar una página web. La ignorancia sobre el tema, que era prácticamente absoluta, y los elevados precios, tanto por la conexión como por el diseño y el hospedad web, generaban un ambiente hostil en el que la negociación era muy muy difícil.

Después de recibir varias respuestas negativas (NO rotundos), de darle vueltas y más vueltas a la propuesta para hacerla atractiva y, sobre todo, de echar números en la calculadora para tratar de reducir costos sin trabajar a pérdida, descubrí que había un argumento que, al menos, los ponía a pensar: “Si no tienes presencia en internet, ¡no existes!, nadie te va a comprar”.

Hoy, veinte años después, el problema es lo contrario: es difícil encontrar una empresa o un negocio que no tenga presencia en internet, los costos de almacenamiento y de conexión están al alcance de cualquiera (hay planes para todos los presupuestos y necesidades), pero muchos, muchísimos, no saben para qué o por qué están en la red. Peor aún, gran parte de ellos son emprendedores que hacen negocios ¡por internet!

¿Por qué ocurre esto? Porque parten de una premisa lógica, pero no necesariamente acertada: si voy a hacer negocios por internet, tengo que estar en internet. Y, sí, es cierto. Sin embargo, algunos (muchos, para mi gusto) omiten el paso de preguntarse qué quieren hacer con su página web: ¿Simple presencia en la web? ¿Posicionamiento? ¿Facilitar que el mercado los conozca? ¿Ventas? ¿La combinación de algunas de estas variables? ¿Todas las anteriores?

Uno con frecuencia habla de la magia de internet, pero la verdad es que no hay tal, no hay magia: hay trabajo, hay fórmulas que bajo ciertas circunstancias son exitosas, hay estrategias que para determinados nichos del mercado son eficaces, hay herramientas complementarias que permiten alcanzar un mayor impacto y llegar a más gente, en fin. Las posibilidades son ilimitadas, ciertamente, pero magia, lo que se dice magia, no hay.

Esa, sin duda, es la primera cuestión que debes resolver antes de pensar en cualquier otro aspecto: diseño, almacenamiento, secciones, dominio y demás temas son secundarios. Lo primero es lo primero, y lo primero es determinar para qué quieres tu página. Si es para posicionamiento, exclusivamente, es una web bastante sencilla, económica, en la que el diseño prima; si es para que te conozcan, debes incluir información básica acerca de la empresa y de los productos o servicios que ofreces.

Cada página debe tener un objetivo único, primordial. Que de ese se desprendan otros, que haya objetivos secundarios o complementarios está bien, pero la razón de ser debe ser una sola: muy clara, muy específica, muy precisa. Esta página, la de Mercadeo Global (www.mercadeoglobal.com), que es la columna vertebral de mis negocios, tiene como objetivo ofrecer contenidos de alta calidad a mis suscriptores y clientes.

¿Algo más? Sí, claro: establecerme como experto en el tema de los negocios por internet y generar la confianza y la credibilidad que necesito para que esos suscriptores y esos seguidores pasen de simples visitantes, de prospectos, a la categoría de clientes, es decir, que me compren. ¡Y eso es lo que me importa! Los atraigo con el contenido de alta calidad (la razón de ser de la página web) y luego trabajo para convertirlos.

Dentro de la web, el blog (artículos escritos), el canal de videos, casos de éxito, MG La Revista, el Show de El Padrino (videos) y un apartado de recursos componen el menú de alternativas que puedes consultar. Todos, absolutamente todos, están pensados, diseñados, trabajados y presentados para que cumplan con el objetivo primario: ofrecer contenido de calidad. De eso se desprende el segundo: generar credibilidad y confianza.

Piénsalo de la siguiente manera: si quieres hacer negocios por internet, tu página web es casi tu todo. Puedes tener el mejor producto, la mejor estrategia, el precio más competitivo, pero si tu página está mal diseñada (no lo estético, sino lo estratégico), si no está creada para que cumpla un objetivo específico, vas camino del fracaso. El por qué y el para qué son lo primero; lo demás es secundario, pero en lo básico no te puedes equivocar.