Por estos días, muchos emprendedores, muchas personas, sufren ataques de angustia existencial. Es esa desagradable sensación de sentir que estamos en deuda con la vida, de saber que otra vez, otro año, no logramos cristalizar nuestros sueños. “Bah, será el año que viene, seguro”, nos decimos conformistas, pero allá en el fondo del corazón sabemos que volvimos a fallarle a la vida.

Y, más que a la vida, nos fallamos a nosotros mismos. Dejamos pasar otros 12 meses en vano, en blanco, sin ir por aquello que, decimos, nos interesa. Es como cuando asistes a un evento y conoces a una persona que te gusta, que te llama la atención. “En el próximo break le hablo”, piensas, pero cuando llega el momento no te atreves. Te acercas un poco, pero no te atreves.

Termina la jornada y no lo hiciste. “Mañana será otro día”, te dices. Y vuelves y lo intentas, pero no te atreves. Hasta que llega el momento de la despedida y cada uno vuelve a su vida, en su país. Ni siquiera la abordaste, no le pediste sus datos. De regreso a casa, en el avión, en silencio te recriminas y la frustración te acompaña por varios días. “Qué tonto fui, perdí la oportunidad”.

Esa es una situación a la que todos nos hemos enfrentado alguna vez en la vida. Te confieso que, en mi juventud, hubo varias veces que me sucedió: no fui capaz de abordar a esa persona. Hasta que un día conocí a alguien que me gustó más que las otras, que las anteriores, y con todo y el pánico que sentía me acerqué, entablé una conversación y me di el gusto de conocerla.

Esa insignificante experiencia, que en su momento fue un gran logro, me enseñó que lo peor que te puede suceder es que te digan “No, gracias, no estoy interesada”. Quizás te ruborices, es muy probable que te sientas incómodo, pero nada más. Tu vida continuará, conocerás a otras personas que te llamen la atención y muchas de ellas te retribuirán. A veces se gana, a veces se aprende.

Y lo mismo ocurre en la vida y en los negocios, ¿lo sabías? Todos los días, sin falta, aunque a veces no lo percibimos o lo vemos como algo que no merece nuestra atención, la vida nos pone en el camino personas y oportunidades a las que no nos atrevemos a abordar, a tomar. No es algo para mortificarnos, pues de eso se trata la vida, precisamente: de elegir, de equivocarnos, de aprender.

Lo único que sí puede asegurarte, porque no solo lo he comprobado, sino porque es una de las máximas que rigen mi vida, es que sin acción, nada sucede. Repito: sin acción, nada sucede. No algo bueno, por supuesto. Te mantendrás en la cómoda zona de confort, dejarás que las buenas oportunidades se escapen, te conformarás con menos de lo que mereces y te arrepentirás.

Ah, sí, te arrepentirás, porque los errores, inclusive los involuntarios, se pagan en esta vida. Por fortuna, gracias a los consejos de mis padres y a las enseñanzas de mis mentores, y también a mi temperamento, soy una persona de acción rápida. De hecho, la mayoría de las equivocaciones que he cometido (y que cometeré) surgen de decisiones apresuradas, más emocionales que racionales.

El lado positivo, porque siempre hay un lado positivo, es que esos múltiples errores me han brindado valioso conocimiento. El resultado es que ya no cometo los mismos errores, o al menos no tan frecuentemente, y que aprendí a respirar y contar 1-2-3 antes de tomar una decisión. Pero, lo más importante, aprendí a no dejar pasar las oportunidades, y también dejé de procrastinar.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Objetivos claros, un plan de acción, una estrategia y hábitos productivos te ayudarán a cumplir tus sueños.


Nada, absolutamente nada, te permitirá cumplir tus objetivos y alcanzar tus sueños si no entras en acción. Tus dones y talentos, tu conocimiento y experiencia, tu pasión y tu vocación de servicio no servirán si no actúas. Te comparto mi ‘manual de acción rápida y efectiva’. Quizás te sirva…


Ahora, tengo un manual de acción rápida y efectiva que ahora comparto contigo. Ojalá te sirva:

1.- Sin acción, nada sucede. No importa cuanto conocimiento adquieras, cuanta experiencia acumules, de cuantos recursos y herramientas dispongas: si no entras en acción, nada sucede. Lo peor es que ni siquiera sabrás si eres capaz, no sabrás qué tiene reservado la vida para ti, no sabrás cuán valiosos son tus dones y talentos. La vida es dinámica, es acción; si no actúas, no vives.

2.- Aprendes en el camino. Una de las razones más frecuentes por las que las personas no se atreven a dar el primer paso es porque creen que todavía no saben lo suficiente. La verdad es que nunca, jamás, vas a saber lo suficiente. Lo que necesites aprender lo aprenderás en el camino, porque así es la vida. Y, olvídate de un tránsito tranquilo y feliz: aprenderás por prueba y error.

3.- Fija un objetivo. Este paso muchos lo omiten y, por eso, a mitad del camino desisten. ¡No saben para dónde van, no saben lo que quieren! Un objetivo claro servirá como motivación y la motivación es el combustible que te moverá. El objetivo es el para qué, la razón por la cual haces lo que haces. Después tendrás que preocuparte por el cómo, pero comienza con el para qué.

4.- Olvídate de ser perfecto. Nada, absolutamente nada en la vida es perfecto. Y eso, por supuesto, te incluye a ti. Permítete cometer errores y más bien aprovecha el aprendizaje que cada uno de ellos incorpora. Un error puede ser una gran lección, si así lo dispones. Y una gran lección aplicada puede ser la gran diferencia entre conseguir lo que te propones y ser uno de los que desistió.

5.- Planifica. La improvisación es tu peor enemiga, si se lo permites. Ni se te ocurra comenzar a andar sin antes tener un plan. Pero, cuidado, no necesitas el gran plan, sino uno que te dé la posibilidad de avanzar paso a paso. Fija metas a corto plazo que puedas lograr sin dificultad e incrementa la exigencia a medida que avanzas, que aprendes. El plan es tu seguro contra el fracaso.

6.- Diseña la estrategia. Ahora sí llegó la hora del cómo. Asegúrate de contar con los recursos y herramientas requeridos para avanzar hasta donde quieres. En el camino necesitarás otros más, y los conseguirás. Tu estrategia debe incluir un plan B por si el A no da los resultados que quieres. Y también implica que cuentes con la ayuda idónea para superar las dificultades que se presentarán.

7.- Crea hábitos productivos. En la era de la hiperconexión, estamos expuestos todo el tiempo a múltiples distracciones. Identifica claramente cuáles son esos ladrones de tu tiempo y de tu energía y bloquéalos, aíslalos. No dejes que te desvíen de tu objetivo o que retrasen tu plan. De la misma manera, elimina de tu vocabulario las excusas que te llevan a autosabotear tus sueños.

8.- Comprométete. Sin compromiso, a cada dificultad estarás tentado a tirar la toalla. Escribe en un papel tus objetivos, tu plan y tu estrategia y revísalo cada día, sin falta. Así te darás cuenta de cuánto has avanzado, de cuánto te falta por recorrer, y tendrás la motivación necesaria para seguir. Hazlo por ti, nada más, y cuando logres lo que te propones podrás compartirlo con otros.

Recuerda: el mejor día para comenzar a cumplir tus sueños es hoy. El ayer ya pasó y no lo puedes recuperar y el mañana todavía no llegó. Concéntrate en el presente, que es lo único que tienes y, además, el que determinará tu mañana. Comienza hoy y ve paso a paso, celebra tus pequeños logros y disfruta el proceso. Y por nada del mundo te detengas: sin acción, nada sucede…