“Soy una mujer única, poderosa, grandiosa, exitosa, amorosa, tierna y una fuente de inspiración”. Esa es la forma en que Lorena Ochoa Rubio se presenta en su perfil de Facebook, clara muestra de aquella dualidad de las palabras: cuando lo dicen todo, pero también cuando son insuficientes para expresar el valor íntegro de una persona.

Nacida en Bogotá, a los 31 años Lorena ha vivido con tanta intensidad y ha experimentado tantos fracasos que cualquiera podría pensar que la suya es la historia de una persona de 60 años, o de 90. Su espíritu, sin embargo, sigue siendo el de una niña soñadora, el de una jovencita que no renuncia a lo que desea, el de una luchadora que no se rinde.

La suya podría ser la historia de cientos de miles de mujeres latinoamericanas, a las que la vida puso en este mundo en medio de precariedad. Sin embargo, cuando llegues al final de la nota te darás cuenta de que la de Lorena Ochoa es una historia extraordinaria no solo por el proceso (errores, aprendizajes), sino por los resultados (transformación).

Su madre, Nancy Rubio, ha trabajado toda la vida en un salón de belleza y con eso sacó adelante a sus dos hijos. Fue madre soltera y tuvo que enfrentarse a grandes dificultades para conseguir este objetivo. Fabián, su hermano, trabaja en el mundo de las farmacéuticas y siempre fue el cómplice, el apoyo y la inspiración para Lorena.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

NiceForMe es el sueño de Lorena Ochoa y fruto del esfuerzo de un equipo.

“De mi papá lo desconozco todo”, dice. Fue alguien que siempre estuvo ausente y que cuando se presentó fue para ocasionar más problemas. También está Johana, la hermana de la que solo supieron muchos años después, abogada, con la que Lorena tiene hoy una relación cercana. “Creo que es de lo mejor que me ha pasado en la vida”, asegura.

Siempre soñó con ser artista diseñadora, y hoy lo es, pero entre el punto A y el punto B hay no solo un largo camino, sino un sinfín de dificultades. Por las carencias económicas, en el colegio no le permitieron cursar el último año de bachillerato y ese fue el comienzo de muchos tropiezos. “Fue algo frustrante, porque era una niña y no sabía qué hacer”.

Entonces, empezó a trabajar en el salón de belleza de mamá, donde un cliente, rector de un colegio oficial, le dio la oportunidad de terminar los estudios. Sin embargo, dado que no podía acreditar haber cursado los dos años anteriores, no se pudo graduar. Y, sin el diploma, tampoco pudo ingresar a la universidad. Era un oscuro túnel sin salida.


La experiencia de Lorena Ochoa nos enseña que se vale tirar la toalla,
pero también se vale recogerla de nuevo y reanudar la marcha. Si te
caes dos veces, levántate tres. La única opción inválida es rendirse.


Entró a trabajar en McDonald’s y luego se matriculó en Unitec, para estudiar Diseño Gráfico. Pero, como suele ocurrir, tuvo que escoger: trabajo o estudio, y no podía dejar de trabajar. “En la casa, al que primero entró a la universidad, mi hermano, se le brindó todo el apoyo, mientras yo trabajaba”, cuenta. Así, entonces, llegó a El Corral Gourmet.

Si bien creció laboralmente y aprendió mucho, en esta etapa la influencia del ambiente y de las personas hizo que perdiera el norte. “Me inventé la historia de que el Diseño Gráfico no me iba a dar lo que necesitaba para vivir bien y, como le tenía terror a la pobreza, dejé los estudios”. Años más tarde, entendería que fue un grave error, una decisión emocional.

El siguiente paso, surgdo también desde el fondo del corazón, significó otro tropiezo. “Me cansé de ver sufrir a mi mamá y dejé la casa, convencida de que yo era el problema”. Tenía 19 años y se lanzó a enfrentar la vida real, con todas sus consecuencias, sin estar preparada para eso. Y lo pagó caro, por supuesto, porque cometió otras equivocaciones.

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Nancy Rubio, la mamá, es la inspiración y un apoyo vital para Lorena.

Después surgió la posibilidad de irse a Austria, a trabajar como niñera (nana), pero resultó una estafa. Para colmo, había dejado su trabajo y, otra vez, vuelva a empezar. Lo hizo, de nuevo, acompañando a su mamá. Una clienta del salón de belleza, que administraba un local de accesorios para mujer en un centro coercial, se la llevó a trabajar con ella.

Era la firma Accessorize, parte del Grupo Sterling Joyeros. “Empecé a aprender y, sobre todo, a reconectarme con lo que quería. Me convertí en la mejor asesora y comencé a ascender”. Un ascenso en el que, claro, hubo caídas. La empresa creció y se abrieron no solo más tiendas, sino también la puerta de las oportunidades. Y las aprovechó.

Logró que Alan Bursztyn, el gerente, la nombrara Visual Merchandising de la marca. “Comencé a capacitarme, estudiaba sola, buscaba artículos en internet y trataba de aprovechar las capacitaciones de los expertos de la marca”. Por los resultados acreditados, la promovieron como coordinadora nacional, con una condición: debía estudiar.

Ingresó a la Escuela Arturo Tejada Cano, a cursar Diseño y Mercadeo de Modas. Y luego llegó al país Par Fois, otra marca del Grupo Sterling Joyeros, en la que brindó apoyo. “Era estudiar, trabajar y viajar”. Al poco tiempo, se reventó: dijo no más y se fue a Naf Naf, otra marca femenina, como coordinadora comercial. Pero, no le renovaron el contrato.


NiceForMe es una marca de accesorios y complementos femeninos
pensada para mujeres entre 18 y 60 años. Para la mujer ejecutiva,
independiente, mamá, la mujer que se reta. Para la mujer siglo XXI.


Pensó que era el momento de comenzar a construir sus sueños. Por intermedio de una amiga llegó a donde el fotógrafo Óscar Nizo, reconocido en el ámbito de la moda, que la ayudó solo cuando vio su persistencia, su terquedad, su pasión. Hicieron unas fotos que se convirtieron en la identidad de la marca con la que se presentó a una pequeña feria.

Le fue bien, pero el dinero que recibió solo alcanzó para pagar las deudas. Después estuvo en otra feria, más grande, pero la falta de un sustento sólido la llevó a fracasar de nuevo, y lo perdió todo. “Aprendí que para realizar tus sueños tienes que pagar un precio, y el del emprendimiento es alto. Y, también, que para triunfar no es suficiente con las ganas”.

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El local de NiceForMe está en el CC Santafé, en el norte de Bogotá.

Tiró la toalla y regresó a la realidad: se vinculó al Centro Comercial Diverplaza, como directora comercial. Fue como la universidad y la maestría en lo relacionado con las marcas, los aspectos financiero y legal y, claro, el contacto con los clientes. “Entendí cómo es el verdadero funcionamiento de un negocio”. Pero, volvieron las dificultades.

La salud le jugó una mala pasada: le diagnosticaron el Síndrome de Ovario Poloquístico, y tuvieron que intervenirla para extraer un tumor. Durante la cirugía, los médicos vieron que todos los órganos de su cuerpo están unidos unos con otros por adherencia peritoneal, origen de males como migraña severa, glicemia, retención de líquidos y otros.

Por esos problemas de salud, que le impedían desempeñarse a plenitud, le cancelaron el contrato de trabajo. “Esa noche, llegué a mi casa y me senté en el cuarto a ver las fotos que tenía en el teléfono, y me encontré aquellas con las que todo había iniciado”. Fue un duro golpe, porque entendió que se había rendido sin razón, abandonado sus sueños.


“El mundo es de la gente osada, que asume grandes retos y obtiene
resultados increíbles. Y no siempre es con dinero: se abren puertas,
te relacionas, te involucras en algo enriquecedor”, dice.


“Retomé otra vez, de cero”. A través de Santiago Velilla, un amigo, volvió a producir sus accesorios con la idea de presentarse en una feria llamada Whatcho. Aunque no tenía un centavo, le ayudaron con el estand. “Entendí los errores que había cometido y que yo era la responsable de mis fracasos, por las decisiones que había tomado, por no planificar”.

Tras haber adquirido una nueva deuda, con la mercancía lista, recibió otro golpe: la feria se canceló. “Fui a donde Santiago y le rogué, pero no cambió su decisión. Me fui para la casa y pasé toda la noche llorando”, relata. Había subido unos peldaños en la escalera y creía que por fin nada iba a detenerla, pero la vida la puso otra vez en el punto de partida.

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NiceForMe es una marca para mujeres entre 18 y 60 años con espíritu joven.

Lo que Lorena no sabía es que la vida le enviaba un mensaje cifrado que ella, en aquel momento, no comprendió. Estaba involucrada en un entrenamiento, un coaching de vida, en el que conoció a Oswaldo y Jasbleidy, sus actuales socios. Son dueños de Terranoil, una empresa que exporta aceite de palma y glicerina, y hoy son sus ángeles de la guarda.

Desesperada, cansada de fracasar una y otra vez, se reunió con ellos y les pidió ayuda. “Llegué con el paño en el que cargo mis accesorios y les hable de mi negocio”. Les contó sus sueños, su experiencia, sus tropiezos, su experiencia. “Uno de los momentos más felices de mi vida se dio cuando él me preguntó: Bueno, ¿qué hay que hacer”.

Estaba en una etapa de la vida de esas que nadie puede explicar, de esas en las que uno ve tragedia cuando en realidad hay oportunidad. “La vida es un tren de oportunidades y el que se sube a él tiene que aguantarse lo que ocurra dentro del tren”. Por supuesto, ella se subió y hoy disfruta los gozosos de la vida: el pasado 22 de diciembre abrió NiceForMe.

Tras 15 intensos días de trabajo, abrieron las puertas. “Todavía no lo creo. Es increíble lo que ocurre cuando tú como emprendedor dejas de pensar en el hacer y te enfocas en el ser. Cuando tú eres, logras cosas, se te abren puertas, la gente cree en ti”. Ahora, el reto es hacer que la gente conozca la marca, que la conviertan en una de sus preferidas.

A pesar de la inmensa dicha de, por fin, ver cristalizado su sueño de tener un negocio propio, Lorena sabe que los momentos difíciles están a la vuelta de la esquina, y está lista para enfrentarlos. Como también está lista para arrancarle a la vida más días felices, más sueños, más experiencias gratificantes, más conocimiento, más alegrías, más sonrisas…